Hogar final del Dodge 3700 GT en el que muerió Carrero Blanco
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50 años después: Qué fue del Dodge 3700 GT de Carrero Blanco

Un Dodge 3700 GT se convertiría, por una circunstancia ajena a su condición de automóvil, en un vehículo proscrito, estigmatizado, y por ende, oculto. Pasó de estar expuesto en un museo a desparecer tres décadas, sin motivo aparente. ¿La razón? Que cada cual saque sus propias conclusiones.

La Historia nos lleva al 20 de diciembre de 1973, hace ahora 50 años, frente al número 104 de la madrileña calle de Claudio Coello. Allí, el entonces presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, perdía la vida tras sufrir un atentado dentro de su automóvil oficial junto a su chófer, José Luis Pérez Mogena y al inspector de policía José Antonio Bueno Fernández, que viajaba en el asiento del copiloto.

Como es conocido, Carrero Blanco se trasladaba en un Dodge -sin el Dart, algo que se repite erróneamente en infinidad de textos- modelo 3700 GT de color negro y techo de vinilo, con matrícula 16416 del Parque Móvil Ministerial. A título de curiosidad, los vehículos cuyas placas seguían a la 16400 eran los Dodge destinados a los ministros y altos cargos del gobierno de la época. Pese a que en un principio fue destinado como segundo vehículo del vicepresidente, finalmente el 416 se asignó en exclusiva a la presidencia.

SIN BLINDAJE

El Dodge fue dado de alta en el Parque Móvil el 30 de diciembre de 1971. Al igual que la mayoría de unidades similares del PMM, el Dodge del almirante Carrero Blanco, con chasis número 2B9P001830, pertenecía a la primera serie. Todos ellos fueron fabricados en la factoría de Chrysler de Villaverde en ese año. Con motor de gasolina y 6 cilindros en línea incluían, salvo el cambio automático -que no llegaría hasta el 73-, dirección asistida, servofreno y aire acondicionado. El modelo fue elegido entonces como Coche del Año en España.

Como curiosidad, estas primeras series de Dodge se caracterizaban por tener el distintivo GT en las aletas traseras y no situado en la base del techo, concretamente en los laterales posteriores; pilotos integrados en el parachoques delantero, ausencia de molduras laterales por debajo de las manetas de las puertas y retrovisores heredados del modelo anterior, es decir, del Dart fabricado por Eduardo Barreiros.

Al contrario de lo que se ha creído y se ha repetido en las recreaciones de cine y televisión que se hicieron de este vehículo en particular -quizá la más lograda es la que se pudo ver en la miniserie que dirigió Miguel Bardem para RTVE-, los automóviles del Parque Móvil Ministerial no llevaban dos banderines en los laterales superiores del frontal, junto al capó, sino sólo uno sobre la aleta delantera derecha.

También en contra de lo divulgado en los medios de comunicación, el Dodge de Carrero Blanco no era blindado, algo que precisamente se encargó de difundir el propio fabricante, Chrysler, con el objetivo de extender la idea de la gran seguridad de su berlina. Se habla de un informe interno en el que se ensalza este y otros valores del 3700 GT como por ejemplo que, tras la explosión, siguiera funcionando el intermitente izquierdo, posiblemente accionado por el conductor al girar. Este informe fue tan innecesario como polémico.

La robustez del chasis del automóvil quedó demostrada sin necesidad de artificios publicitarios. El vehículo soportó por su parte inferior una explosión que le alcanzó de lleno, provocada, según datos conocidos, por unos 100 kg de dinamita colocados en un túnel excavado ajo la citada calle del barrio de Salamanca.

Sin embargo, existe una teoría no oficial en la que se habla de que, además, se le sumó la carga de varias granadas antitanque norteamericanas que habían sido robadas meses antes de la base aérea de Torrejón. Esas granadas podrían haber sido colocadas junto a la dinamita, presuntamente, por los servicios secretos de otro país, para asegurarse de que el atentado no iba a fracasar.

Si esta última teoría fuera cierta, aquí podría residir la explicación de que, tras reventar el asfalto de la calle por donde rodaba el Dodge, el efecto de la enorme deflagración hiciera que los casi 1.800 kg del vehículo ascendieran en vertical; en paralelo a la fachada trasera de la iglesia de San Francisco de Borja -Convento de los Jesuitas-, de aproximadamente 30 metros de altura, para, rompiendo la cornisa situada en su parte superior y después de rodar por el tejado, ir a caer 10 metros más abajo en la primera galería del patio interior del inmueble.

Pese a los tremendos daños del coche, especialmente en la zona del maletero -que se deformó hacia arriba en forma de V pero ¡sin llegar a romper la luna trasera!-, dos de sus tres ocupantes, en un primer momento, sobrevivieron a la explosión. Bueno Fernández, el inspector de policía que se encontraba sentado el asiento del acompañante, falleció en el acto dado que ese lateral fue el más dañado. Carrero Blanco murió en el interior del vehículo, mientras le era dada la extremaunción por un religioso del Convento. El conductor, Pérez Mogena, pudo ser trasladado con vida pero falleció antes de llegar al hospital a causa de la gravedad de sus lesiones.

UNA LARGA MARCHA

Tras el atentado, el 3700 GT fue llevado al garaje del Parque Móvil de los Ministerios Civiles, donde pasó a disposición judicial el 5 de enero de 1974. Allí permaneció hasta el 8 de agosto de 1979, fecha en la que fue cedido por la Dirección General del Patrimonio del Estado al Museo del Ejército, donde llegó dos días después. Estuvo expuesto en la planta de Artillería, junto a los vehículos en los que también perdieron la vida en atentado Juan Prim y Eduardo Dato.

En ese lugar se pudo ver, primero descubierto y después en el interior de un cajón transparente de metacrilato, hasta que durante la primera mitad de 1987 fue retirado de la exposición permanente del museo. A partir de esta fecha, el vehículo comienza un periplo desconocido hasta ahora.

El 12 de julio de ese año es transportado a la Academia de Infantería de Toledo y el 11 de diciembre es trasladado a la entonces Sección Delegada del Museo del Ejército, depositándose en los almacenes, a la espera de habilitar una zona adecuada para su exposición en las instalaciones del futuro museo, que estará emplazado en el Alcázar.

El 26 de diciembre de 2002 el Dodge de Carrero Blanco regresa nuevamente a Madrid, aunque ahora en el interior de un armazón metálico creado exclusivamente para su transporte. El vehículo es trasladado junto a todos los fondos de la Sección Delegada ya que, tras varios años de retraso en el comienzo de las obras, finalmente se va a proceder a la rehabilitación del Álcázar. Al llegar a la capital, el vehículo se deposita en el Almacén Central de Madrid, cuya sede se encuentra en la Escuela Politécnica Superior del Ejército, en la calle de Joaquín Costa.

Con los años, la mayor parte de los fondos vuelven otra vez a Toledo, salvo el Dodge y el Marmon 34A de Eduardo Dato. Sin embargo, el futuro emplazamiento de este último parece que será de nuevo el Alcázar, tras un proceso de restauración al que va a ser sometido en breve en Madrid.

Hace nueve años, un vehículo de la Agrupación de Transportes nº 1 cargó el Dodge y, cubierto con una lona, y lo trasladó desde la Escuela Politécnica Superior del Ejército hasta el Parque y Centro de Mantenimiento de Vehículos de Rueda (PCMVR) nº 1 de Torrejón de Ardoz, población en la que se encuentra el Museo del Automóvil del Ejército. Ahora con registro militar número 7994, y rodeado de auténticas joyas del automovilismo militar, va a permanecer allí cedido por el Museo del Ejército (a quien pertenece en la actualidad) los próximos años, aunque todo indica que Torrejón será su destino definitivo. No deberá sufrir ninguna manipulación, salvo que lo autoricen los expertos del ME.

REACONDICIONANDO EL DODGE DE CARRERO BLANCO

Precisamente en septiembre de este año, ellos fueron los que dieron luz verde a la retirada (por fin) del armazón metálico en el que permanecía desde 2002. La parte inferior ha sido convenientemente pintada y aprovechada para servir de soporte robusto al vehículo, además de plataforma móvil. Se han retirado las vigas de madera que se encontraban debajo del coche, y se han sustituido por nuevas vigas metálicas que impiden que el Dodge toque el suelo con los neumáticos.

Los conservadores también evaluaron su estado general y autorizaron su acondicionamiento exterior, eliminando el polvo acumulado, que había creado una gruesa capa de suciedad. Como dato anecdótico, cuando se procedió a la limpieza de la luna trasera, se pudo apreciar el adhesivo original del fabricante, colocado en la zona central inferior del cristal. El interior del vehículo no ha sido todavía limpiado, dado el delicado estado de la tapicería y de los restos de moqueta y demás elementos (salpicadero, consola central, puertas, etcétera).

Igualmente se autorizó a colocar el asiento del acompañante en su lugar de origen, ya que se encontraba desmontado y muy mal colocado sobre el asiento posterior. Una vez situado en el lugar correspondiente, también se retiró un paquete de gran volumen y color azul que estaba en la zona izquierda del asiento trasero. Su interior contenía varias planchas de gomaespuma muy deterioradas. Pero debajo escondía algo que había permanecido oculto posiblemente desde el primer almacenamiento del vehículo: el teléfono usado por Carrero Blanco, y que incorporaban este tipo de vehículos en la década de los 70.

Estas modificaciones y acondicionamiento han permitido ver el vehículo en su totalidad, ya que el primitivo armazón mantuvo oculto, durante dos décadas, el lado izquierdo del Dodge tras una madera. Ahora, en su nueva ubicación, el maltrecho 3700 GT ha sido nuevamente expuesto al público 30 años después.

LA CONSERVACIÓN DEL DODGE, POR EL BUEN CAMINO

Nunca es tarde. Y en el caso concreto de este vehículo, las tres palabras se aplican a la perfección. El Dodge de Carrero Blanco es un vehículo que sufrió en su parte inferior una brutal explosión, y las consecuencias se evidencian en su carrocería. Mucho más no se puede hacer al respecto, pero ya que se tomó desde un principio la decisión de conservarlo (aunque con las dudas ya contadas de cómo y dónde había que hacerlo), ahora es el mejor momento de continuar con ese propósito.

Sin embargo, analizando el vehículo detalladamente, y comparando imágenes tomadas tras el atentado en el aparcamiento del Parque Móvil con las actuales, hay detalles que indican que ha sufrido cierto descuido en estos años. No son graves, pero sí llamativos. Se aprecia que falta el emblema de GT de la aleta trasera izquierda así como, por ejemplo, la rotura de la tulipa del piloto de ese mismo lugar. Tampoco se encuentran algunos de los pequeños tapacubos situados en el centro de las ruedas, los botones de los mandos de la radio, el brazo derecho del limpiaparabrisas, el alojamiento del filtro del aire…

El Dodge se «adecentó» tras el atentado. Las puertas se ajustaron para que no se abrieran, el capó se soldó a las aletas delanteras, cubriendo (afortunadamente) el motor, que permanece casi intacto. Es de entender que llevar al límite la protección de un vehículo tan deteriorado entraña una gran dificultad, y todo ello sumado a los traslados diversos que sufrió y la aparente falta de interés que parecían demostrar por él, años atrás, los organismos responsables de su preservación. Son pequeños detalles que poco a poco se han ido sumando a una lista de actuaciones pendientes de llevar a cabo.

Tomándola desde su principio y atendiendo a las prioridades, es seguro que en el futuro el vehículo se preservará perfectamente tal y como está. Además, ahora se cuenta con el apoyo del jefe del PCMVR, el coronel Juan Carlos Núñez, sin cuyo empeño no se podría haber conseguido traer el Dodge a su ubicación actual. Y desde luego, también hay que mencionar el más que importante trabajo de dos especialistas encargados de velar (en tiempo libre) por los fondos del Museo de Automóviles del Ejército: los subtenientes Tomás Gil Corrochano (ya retirado) y su sucesor, Antonio Amarante Romero.

Pero parece que todo va por buen camino. Ya se han tomado decisiones sobre su limpieza exterior, algo que se acaba de realizar. La siguiente será si se le aplica o no a la carrocería un tratamiento antioxidante. Y posteriormente se evaluará su interior, ya que tras la colocación del asiento del conductor, el estado de la tapicería, moqueta y lo que queda del salpicadero aparenta demasiada fragilidad y, de momento, no se ha tocado.

Estas medidas y otras a llevar a cabo las decidirán los conservadores del Museo del Ejército, es decir, quienes han tomado la acertada decisión de retirar el esqueleto exterior metálico que protegió al Dodge durante sus múltiples traslados. Si se siguen efectuando este tipo de medidas, es seguro que el vehículo podrá ser conservado y mostrado en el futuro como lo que es: una pieza de museo.

NOTA: Agradecemos a los Ministerios de Defensa, de Hacienda y Administraciones Públicas, al Parque Móvil del Estado, y al PCMVR, su inestimable y rápida ayuda para, por fin, poder reconstruir la historia del vehículo desde 1987 hasta la actualidad.

NOTA 2: Este artículo fue publicado originalmente en LA ESCUDERÍA hace unos años. Lo rescatamos ahora, en el 50 aniversario del magnicidio de Carrero Blanco, dado el interés que sigue despertando el tema.

Escrito por Alberto Ferreras

Alberto Ferreras (Madrid, 1968) desarrolló su trayectoria profesional en el diario El País desde 1988, donde trabajó como editor gráfico y redactor del suplemento Motor hasta enero de 2011. Titulado en Fotografía, fue finalista del Premio Ortega y Gasset de... Ver más

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