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Pros y contras de lo británico, pensar en un Triumph Spitfire

Con más de 300.000 unidades vendidas durante casi dos décadas el Triumph Spitfire es un roadster a tener en cuenta por el coleccionismo.

Sobre el Triumph Spitfire no queda mucho más por decir. De hecho, con sus más de 300.000 unidades vendidas desde 1962 hasta 1980 a través de cuatro series y varios “restyling” éste es uno de los descapotables británicos más conocidos y reconocidos en toda la historia del automóvil.

No obstante, su evolución en el mercado de clásicos lo suele poner periódicamente bajo el foco de algún plumilla dedicado a los vehículos de colección; en este momento, bajo el de quien suscribe estas líneas. Y es que, como habrá advertido ya en caso de seguir con regularidad nuestras publicaciones, a este lado del teclado profesamos una cierta devoción por la maquinaria inglesa aun a pesar de sus recurrentes problemas para con la fiabilidad.

Pero vayamos por partes. Para empezar, recorriendo cualquier zona residencial del Reino Unido uno se queda sorprendido por la relativa facilidad con la cual aparecen unidades del Triumph Spitfire. Algunas cuidadas con abnegado mimo y detalle aunque, a decir verdad, también encontramos muchas otras dejadas al albur de los elementos mostrando así un ajuste en sus piezas cada vez más holgado.

Así las cosas, a qué se debe esta disparidad. Bueno, en primer lugar está la mayor cotización mostrada por las primeras unidades respecto a las últimas, haciendo de las más antiguas verdaderas piezas de colección mientras que muchas de las pertenecientes a la última serie todavía parecen moverse en el peligroso limbo de “coche viejo”.

LA DEPORTIVIDAD EN CLAVE BRITÁNICA

Más allá de gustos particulares, resulta indudable cómo el automovilismo británico ha dado al mundo varias definiciones verdaderamente exitosas. En este sentido, la de los “roadster” llama la atención desde los años cincuenta gracias a su mezcla de ligereza, sensaciones a flor de piel y deportividad sobre bases que, afortunadamente, suelen tener casi todo en común con utilitarios de producción masiva.

Triumph Spitfire Coupe
Más allá del descapotable original, al poco tiempo el Spitfire sumó una versión con techo cerrado de la cual ya pocos se acuerdan.

En fin, una fórmula perfecta a fin de dar mucho por muy poco, logrando así una experiencia deportiva sin necesidad de invertir enormes esfuerzos de ingeniería en el diseño y aplicación de elementos realmente prestacionales. Además, desde MG hasta Austin pasando por la propia Triumph los fabricantes británicos se encargaron de llevar esto al éxito comercial, presentando ventas excelentes tanto en el mercado local como en el estadounidense.

Eso sí, como potencia imperial en descomposición el Reino Unido sufre del sopor dado por una nostalgia identitaria, por una rabia sobrevenida de la impotencia, en torno a la cual esperamos el Brexit sea su último y nefasto capítulo. Un contexto donde, de una manera bastante ilustrativa, hoy en día el mejor roadster inglés va a firma y cuenta de una marca japonesa. Claramente hablamos del Mazda MX-5.

DEL TRIUMPH HERALD AL TRIUMPH SPITFIRE

Puestos a escoger un roadster con carácter inglés -más allá del excelente Miata- nuestras preferencias se encaminarían sin duda hacia el Lotus Elan de 1962. De hecho, la creación de Colin Chapman no sólo cumple a la perfección con la cercanía al asfalto presentada por estos vehículos sino que -y especialmente- sigue la estela de adaptar a clave deportiva un sencillo motor previamente instalado en utilitarios masivos.

No obstante, elementos como las suspensiones traseras o -claro está- su exquisito chasis en viga central elevan la factura del Lotus muy por encima de lo presentado por otros biplazas menos llamativos en su ingeniería. Un campo de juego donde el Triumph Spitfire destaca como una opción interesante gracias a un diseño sencillo basado en el del Herald 1200; a la sazón, uno de los mayores competidores del Anglia e incluso de las versiones más potentes del Mini.

Todo ello al servicio de asegurar un precio de venta más o menos contenido ya que, a fin de cuentas, el hecho diferencial del modelo se jugaba a una carrocería musculosa y compacta plena de toques deportivos. Eso sí, para ser justos bien está recordar cómo el Triumph Spitfire no sólo jugó la baza de la estética; lejos de ello, desde los refuerzos en el chasis hasta los frenos de disco o las suspensiones independientes también contaba con razones de peso en el apartado técnico.

PROS Y CONTRAS DE UN MODELO INTERESANTE

Más allá de sus prestaciones, lo más llamativo de la primera generación del Triumph Spitfire es su consumo con tan sólo 6,5 litros a los cien. Un dato muy a tener en cuenta pues, si lo sumamos a su fácil manejo y facilidad de aparcamiento, tenemos ante nosotros un vehículo que, sorprendentemente, tiene un carácter mucho más urbano que estrictamente deportivo.

De hecho, su cuatro cilindros con poco menos de 1.2 litros y 67 CV tampoco daba para muchos alardes al menos fuera de carreteras rurales donde la pericia en la conducción pesa más que el brío desarrollado por la máquina. Eso sí, afortunadamente las sucesivas series del Triumph Spitfire contemplaron incrementos en la cilindrada -hasta 1.493 cc para 71 CV- así como un cigüeñal con más apoyos.

No obstante, -y esto lo corroboramos tras un breve recorrido dado hace ya varios años, sintiendo los efectos de un ensamblaje endeble- los ruidos y vibraciones envuelven al habitáculo de este biplaza en un clima de escasa confianza. Algo que varía según la unidad en la que estemos y es que, como decíamos al comienzo de este breve artículo, resulta llamativo el diferente trato dispensado a unas u otras. Si están buscando un Triumph Spitfire, miren más que nunca el estado concreto de su posible compra.

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Escrito por Miguel Sánchez

A través de las noticias de La Escudería, viajaremos por las sinuosas carreteras de Maranello escuchando el rugido de los V12 italianos; recorreremos la Ruta66 en busca de la potencia de los grandes motores americanos; nos perderemos por las estrechas sendas inglesas rastreando la elegancia de sus deportivos; apuraremos la frenada en las curvas del Rally de Montecarlo e, incluso, nos llenaremos de polvo en algún garaje rescatando joyas perdidas.

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