En los pueblos de Castilla se cuenta algo que hasta hace poco seguía ocurriendo. De repente, un hombre trajeado y con buen aspecto aparcaba en la plaza su coche con matrícula de Madrid, se informaba sobre cuáles eran las casas más solariegas del lugar y, acto seguido, se dirigía a sus propietarios. Amablemente, e incluso aportando cierto dinero, este comprador ofrecía sacar de la casa todos aquellos “trastos viejos” ocultos bajo sábanas en buhardillas, corralas y trasteros.
Poco después, algún que otro familiar mudado a la capital encontraba en escaparates de anticuarios del centro aquella vieja cómoda, ese antes deteriorado bargueño, la vieja mesa de roble que estaba olvidada en la planta baja… Y todo por un precio nada desdeñable. Resumiendo, lo que los ancianos del lugar veían como “esos trastos desconchados”… En realidad eran verdaderas piezas únicas.
Seguro que a los empleados de la granja de David Fairless les pasó lo mismo con este viejo y destrozado Land Rover. Aquel cúmulo de metal retorcido y óxido galopante quedó olvidado como chatarra en un descampado del lugar, sin embargo… Se trata ni más ni menos que del primer Land Rover de producción en serie. El chasis 860001.
EL ROBUSTO “JEEP INGLÉS”
Después de la Segunda Guerra Mundial la industria automovilística en los países que padecieron la Guerra debía adaptarse a la situación. Una situación en la escaseaba el hierro y se hacía necesaria la reconstrucción de la industria. Lejos de ser tiempo para espectaculares prototipos, lo que se imponía era el desarrollo de vehículos baratos, eficientes e industriales.
Por todo ello, en 1947 los hermanos Wilks –ambos directivos de Rover- decidieron apostar por un vehículo todoterreno espartano y asequible para el público civil y militar. Bajo estas pretensiones los intrépidos hermanos se inspiraron en el chasis de un Jeep Willys y combinaron su diseño con el motor gasolina Rover 1.6 de 4 cilindros bajo una austera carrocería formada con paneles de aluminio remachados.
A lo largo de 1948 se desarrollaron las 48 unidades de preproducción y en 1949 el modelo fue al fin presentado en el Salón de Ámsterdam. Nacía el robusto Land Rover y, con él… El primer de todos ellos, aquel que se identifica con el número de chasis 860001 y que ahora mismo hace un curioso contraste entre su roñoso óxido y el espléndido interior del Royal Automobile Club donde se expone.
860001, LA HISTORIA DEL PRIMER MODELO DE PRODUCCIÓN
Ensamblada en 1948, esta unidad cayó en las manos de uno de los miembros del desarrollo del modelo en la factoría de Solihull –donde por cierto tienes el National Motorcylce Museum-, el cual no lo matriculó hasta 1950. Después, fue vendido a un profesor de la universidad de Newcastle, el cual a su vez se lo vendió a David Fairless.
Fairless ha sido el propietario que más tiempo lo ha custodiado. Adquiriéndolo cuando en realidad buscaba un tractor para su granja. No sabemos porqué finalmente compraría esta unidad en vez de hacerse con el tractor, pero el caso es que lo ha tenido abandonado en un descampado durante años, sólo habiéndolo sacado en 1998 para una muestra por el 50 aniversario de Land Rover.
Desde el pasado 2017 este chasis 860001 tiene un nuevo dueño. Un nuevo dueño que, aunque ha adquirido una pieza única e icónica en la historia del motor inglés… Le va a dar no pocos quebraderos de cabeza en una restauración que, más allá de afinar el motor y retirar los óxidos… ¡Se enfrenta a un chasis que parece estar partido en dos! ¿Será capaz de devolverlo a su estado original?