FOTOS RUTA66: UNAI ONA
DE TUCUMCARI A SANTA ROSA: ALIENS Y LA PEOR EXCAVADORA DEL MUNDO
El amanecer hace que Tucumcari vuelva a una quietud extraña. Con la luz del día toda esa lisergia nocturna de luces y neones desaparece. Es entonces cuando, apenas visible el recuerdo de los tiempos en los que la Ruta66 fue la “calle mayor de América”, surge el desierto entre el rocío de la mañana. Una llanura polvorienta, un enorme cielo, un silencio inquietante y mucho horizonte ante tus pies. Viéndolo así no es de extrañar que, aún no llegando a los 6000 habitantes, Tucumcari sea escenario para no pocas películas.
Eso sí, casi todas con un componente inquietante. Es lo que tiene la árida soledad de estos lugares. Desde unos radioaficionados buscando vida extraterrestre en la miniserie Taken hasta el inicio de ‘La Muerte Tenía un Precio‘. Vamos, que si decides dar un paseo por los alrededores puedes escoger tu paranoia. La primera opción es sufrir un tacto rectal por parte de unos higiénicos alien al estilo de los de Roswell. La segunda es sufrir una paliza a manos de unos forajidos con olor avinagrado. Nosotros valoramos mucho el aseo y las culturas exóticas. Si te gusta la otra opción, tú mismo.
Así las cosas, decidimos subir al coche y poner pies en polvorosa. Eso sí, no sin antes dar una pasada por el museo local del Tucumcari Convention Center (1500 Rte 66). En él se dispone una amplia colección de coches clásicos, así como información sobre la Ruta66 y el vecino cerro de Tucumcari. Una formación de cima aplanada que da identidad a su área; lugar perfecto para el aterrizaje de algún platillo volante con ganas de juerga terrícola. Saliendo del museo pasamos por dos típicos moteles de la Ruta66: el Bockaroo (1315 Rte66) y el Tristar Inn Xpress (1302 E Rte66).
Desde aquí nos lanzamos a cien kilómetros de típica carretera americana. Con la línea recta definiendo los planos horizontal y vertical. El momento adecuado para conducir en plan tranquilo y sosegado. Una experiencia soporífera para los que anhelan retorcerse sobre el chasis de un Lotus, pero maravillosa si buscas repanchingarte en el asiento corrido de un Cadillac descapotable. No obstante, recuerda salir de tu momento “me gusta conducir” al llegar a la altura de Cuervo. En este pueblo abandonado podrás encontrar coches oxidados y casas abandonadas en las que habitaron pioneros de la Ruta66.
Por cierto, no te lo hemos dicho anteriormente pero te lo decimos ahora. Ir a Estados Unidos no exige las vacunas del que se encamina a la selva ruandesa, pero si vas a explorar entre hierros oxidados buscando la esencia de la Ruta66… Sí te recomendamos precaución contra el tétanos. Algo que no has de tener al llegar a Santa Rosa. Aquí da la bienvenida el taller de camionetas Napa Auto Care Center (4000-4076 Will Rogers Dr), dentro del cual también podrás contemplar algunos típicos camiones pantagruélicos. De esos con una parrilla a lo BMW última generación. Enorme.
A pocos metros de ahí se encuentra el Route 66 Auto Museum (2436 Historic Rte 66). Otra de las exposiciones regentadas por fanáticos del motor a lo largo de la Ruta66. Aquí se encuentran más de treinta clásicos, entre los que hay una buena selección de Hot Rods pero también Cadillacs cincuenteros, Muscle Cars de primera hornada e incluso un Auburn de 1931 en venta. De todos modos, una de las cosas más interesantes del museo es pillar por ahí a su fundador: el restaurador Bozo Cordova.
Un hombre que tiene hacia el Ford Edsel los mismos escrúpulos que hacia su vestuario: ninguno. Si en el segundo no duda en combinar pantalón de pinzas con chaqueta de chándal noventero, con el primero no le tiembla el pulso a la hora de convertirlo en excavadora. Vale que el Edsel fue un fiasco en todos los sentidos, capaz incluso de poner en un serio trance la supervivencia de una Ford que perdió más de 250 millones de la época con el modelo, pero… Precisamente por eso hoy en día resulta un clásico interesante. En fin, si algunos lo llamaron “el peor coche del mundo” quizás estemos ante “la peor excavadora del mundo”.
DEJANDO LAS VEGAS DE LADO RUMBO A UNA CITA CON ARCHIE
Más allá de este museo de clásicos con su apasionado fundador, en Santa Rosa se puede encontrar todo el sabor de la Ruta66 gracias a una panoplia de hoteles, gasolineras y restaurantes de época. Está el La Mesa Motel (2383 Rte 66) con su llamativo neón, la Happy Motoring Station (3469 I-40BL) con una arquitectura racionalista muy curiosa en estos lares, el dejado al olvido Sahara Parking (979 I-40BL) o el Route 66 Restaurante (2295 Rte 66) con filetes y comida mexicana. Una bomba para estómagos de camionero.
Antes de salir de Santa Rosa uno se topa con el Cowboy Jim’s (446 Rte 66). A priori, este pequeño restaurante abandonado no tiene nada de especial. Sin embargo, en su puerta hay una antigua nevera abandonada. ¿Qué habrá dentro? De estar en otro sitio no nos importaría lo más mínimo, sin embargo nos vamos a encaminar al Desierto de Mojave. Un lugar tan extraño donde podemos encontrar una cabina de teléfono en medio de la nada. Ahora ya no tiene línea, pero hasta entrada la década del 2000 llamabas al 760-733-9969 y algún turista de lo bizarro solía ponerse.
En fin, lugares solitarios, demasiada exposición al sol… En lugares como éste puede pasar de todo. Saliendo de Santa Rosa encontramos a tan sólo 20 kilómetros un desvío a Las Vegas, lo cual suena tentador por unos segundos. Uno se visualiza como Hunter S. Thompson escribiendo Miedo y Asco en Las Vegas y dice… “Bueno, quizá no estaría mal”. Pero en realidad Las Vegas es una ciudad donde sólo se debería ir a morir. A morir bebiendo como Nicholas Cage en ‘Living Las Vegas’.
Si no, vas a quedar como otro dominguero más saliendo de allí con los bolsillos vacíos y nada realmente divertido que contar. Justo lo que los creadores buscaban al construir la ciudad: sacarle el dinero a la aburrida clase media en busca de ocio basado en el consumo. Por ello es mejor permanecer en la Ruta66, a lo explorador del asfalto. Si lo haces tendrás que continuar unos 70 kilómetros más hasta llegar a Moriarty. Esta localidad coincide con el apellido del peor enemigo de Sherlock Holmes: el “Napoléón del Crimen” profesor James Moriarty.
Y ojo, porque hay una clara conexión entre este siniestro antagonista y el museo por el cual paramos aquí. Si el primero era aficionado a mandar gente al cementerio… El segundo es un auténtico camposanto del motor. Se trata del Lewis Antique Auto & Toy Museum (905 Rte 66). Todo un paraíso del óxido con más de 700 coches y camiones languideciendo bajo un sol de justicia. El lugar perfecto para pasarse las horas muertas buscando y rebuscando algún armazón interesante.
Eso sí, en este caso puedes hacerlo con la ayuda del propio fundador. Con 82 años Archie sigue siendo un entusiasta de primer nivel, viviendo su pasión como el primer día en que adquirió un Ford Model T con tan sólo 9 años. Sí, cuando otros niños pedían a sus padres una flamante bicicleta nueva Archie deseaba un coche usado para meterle mano a las tuercas en compañía de su padre mecánico. Una vocación temprana que ha crecido hasta conformar una especie de desguace-museo con todo tipo de clásicos populares norteamericanos.
No obstante, guardados en una nave conserva también unos 40 automóviles en perfecto estado. Un estado tan bueno como el de su memoria, pues Archie te explica con devoción la historia de cada modelo. Otro de esos encuentros emocionantes en la Ruta66, donde resulta así de fácil contagiarse por pasiones tan enfermizas como fascinantes. ¿Ves como era mejor dejar de lado el desvío a Las Vegas? Total, sin Sinatra en sus escenarios ya no hay razón para ir allá.
DE ALBUQUERQUE A GALLUP: UNA SIESTA CON RONALD REAGAN
Con la visión monocromática fijada en marrón óxido seguimos hasta Albuquerque. El trazado en cuadrícula nos recuerda su fundación como pueblo colonial español en 1706. Básicamente el tema consistía en plantar una iglesia, una plaza, un edificio de gobierno… Y alrededor todas las casas y huertas posibles, lo cual era relativamente sencillo gracias a la vecindad del Río Bravo. Ese mismo que aguas abajo ejerce como frontera entre los Estados Unidos y México pasando por tierras que fueron hispanas y antes de múltiples tribus. Porque las civilizaciones pasan, pero las fronteras quedan.
Con casi 600.000 habitantes Albuquerque es una ciudad residencial donde poder parar a comer en lugares como el 66 Diner (1405 Central Ave NE). Aquí aún se conserva buena parte de la gasolinera Phillips de 1946, la cual se reformó en 1987 mutando al restaurante que hoy en día podemos ver. Grandes hamburguesas, contundentes batidos y personal vestido como en los cincuenta. Vamos, un menú macrocalórico envuelto en la estética de un tiempo en el que el azúcar aún seguía siendo nuestro amigo más dulce.
Si te gusta la química a un nivel diferente al gastronómico recordarte que aquí tienes una ruta por los escenarios de Breaking Bad. Metanfetamina y comercio de droga como respuesta desesperada a un país sin seguridad social; porque bajo una historia de delincuencia siempre está el registro de unos tiempos crudos. Dejando atrás la camioneta de Walter White hay que continuar 20 kilómetros dirección norte hasta la localidad de Río Bravo. Allí se encuentra el J&R Vintage Auto Museum & Bookstore (3650A NM-528).
Cuentan con unos 80 clásicos americanos -abundando los de preguerra- pero, sobretodo, con una cuidada tienda de revistas y libros. En sus mostradores podrás encontrar revistas descatalogadas y multitud de libros sobre la historia del automovilismo norteamericano. Dentro de su catálogo son muy interesantes las monografías de marcas. Tras hacerte con enciclopedias de Duesenberg y Lincoln Motor Company lo suyo es salir antes de dejarse el presupuesto en libros sobre cualquier cosa que tenga que ver con Ken Miles o Detroit Electric.
Con una buena dosis de documentación en papel ya dentro de la maleta, hay que retomar la I40 dirección a Grants. Éste es uno de los tramos sin parada más extensos en nuestro periplo por la Ruta66. No obstante hay que estar atentos al puente sobre el Río Puerco: un armazón metálico de 1933 nacido al calor de la expansión vial. Además, en Grants cuentas con la estación Charlie’s Radiator Service (81308 W Santa Fe Ave), el Hollywood Diner (1017 W Santa Fe Ave) o el enorme letrero del antiguo The Roarin 20’s (Rte 66 with 3RdSt).
Los últimos vestigios de una Ruta66 unida íntimamente al lugar, ya que gracias a ella salían a toneladas las zanahorias que hicieron prosperar a Grants como núcleo de actividad agrícola. Vitaminados con uno de estos frutos que a muchos niños miopes obligaron a comer (mientras que ahora se compran bajo el nombre “cool” de crudités) hay que enfilar nuestro eje delantero rumbo a Gallup. Aquí encontramos tres hoteles de referencia en la historia de la Ruta66: el Hotel Drake de 1919 (216 E. Rte 66), el Capitan Motel de 1955 (1300 E Rte 66) y el Hotel El Rancho (1000 Hwy 66).
En este último se alojó Ronald Reagan una noche. Atención con según en qué cama te echas la siesta, no te vaya a dar por dejar tu carrera en el cine, la presidencia del Sindicato de Actores de Pantalla y el Partido Demócrata para luego pasarte al Republicano, ganar las elecciones y desregular el sistema financiero. No olvides que hay siestas con despertares muy extraños. De eso que te levantas raro y estás unas horas que no pareces tú.
DE GALLUP A HOLBRROK. TRAS EL RASTRO DE LOS INDIOS
35 kilómetros más adelante nos despedimos de Nuevo México para entrar en Arizona. Tras todo lo anterior, al fin entramos en la parte más salvaje de la Ruta66. Enormes espacios naturales, carreteras que se pierden en la línea del horizonte, desiertos, vestigios indios… Aunque eso sí, no dejes volar mucho tus ilusiones tipo “Jack London de marca blanca”. La primera toma de contacto con todo esto es el Teepee Trading Post de Lupton. Un área de servicio llena de souvenirs indígenas donde Nube Roja, Toro Sentado, Gerónimo o Caballo Loco no son más que un recuerdo enmarcado.
De hecho, hoy en día sus pocos sucesores se debaten entre las asoladoras tasas de alcoholismo de las reservas indias y el montar casinos en los que vender ludopatía con toque neoindigenista. No obstante, no has desesperar. Lo primero porque, si miras con atención, el paisaje de Arizona te dará muchas claves para entender la huella de los indios. Desde los territoriales Apache hasta los esquivos Navajo, pasando por los particulares y sedentarios yaquis todos dejaron vestigios por aquí.
Y lo segundo porque idealizar el pasado sólo sirve para blanquear las partes aborrecibles del mismo. Ya decía Melville lo de que “el pasado es el manual de los tiranos; el futuro es la Biblia de los hombres libres … Hay ocasiones en que a América le corresponde crear precedentes, y no obedecerlos”. Aunque claro, la gran contradicción de los Estados Unidos es esa misma: cómo la patria de la Declaración de Independencia y Benjamin Franklin puede ser también la del exterminio indígena y la segregación racial.
Para lo que nosotros respecta hay que tener en cuenta algo muy importante: aquí las distancias se empiezan a hacer mayores. Por lo que atención al repostaje, los víveres y el cambio horario. Eso sí, recuerda que según avanzamos al Oeste es el cambio bueno, ése en el que ganas una hora ganduleando en la cama, por ejemplo. También debemos tener en cuenta que en Arizona la asociación histórica para la Ruta66 tiene una especie de compostelana, la cual vas sellando en diez puntos hasta conseguir la certificación.
Va firmada por el experto en la Ruta66 Ángel Delgadillo, al cual os presentaremos en nuestro paso por Seligman. Penetrando 80 kilómetros hacia el interior llegamos a Painted Desert, siempre y cuando no nos pasemos el desvío en la salida 311. El sitio te deja como a los troncos de árbol cercanos a este punto: petrificado. Desde la altura de este mirador se abre un inabarcable paisaje rojizo, muestra de los inmensos territorios del Salvaje Oeste y preludio de lo que más adelante veremos en la zona del Gran Cañón.
Eso si, siquiera en este lugar totalmente dominado por lo aplastante del paisaje natural dejamos de percibir la huella de la Ruta66. Y es que en el vecino Lacey Point encontramos el cascarón de un clásico americano de los que recorrió la ruta durante sus primeros años. Años que es fácil revivir en el último punto de esta etapa, Holbrook, ya que en sus calles nos topamos con multitud de clásicos usados en el día a día de los vecinos.
Al igual que la noche anterior en Tucumcari, llegar a Holbrook al atardecer nos asegura ver los numerosos neones típicos de la Ruta66. Éstos anuncian hoteles como el Pow Pow o el Holbrook Inn, aunque la decisión de hoy se ha inclinado a favor del Wigwam Motel (811 W Hopi Dr). Sólo queda éste en activo, pero los Wigwam llegaron a ser siete establecimientos creados en 1950 por Chester E. Lewis, cuya familia sigue regentando el hotel. Un hotel donde se conjugan los dos elementos más característicos del lugar: las culturas indígena y automovilística.
Y es que las habitaciones asemejan tipis indios, contando cada una con un interesante clásico aparcado en la puerta. ¿Se puede hacer un resumen mejor de la jornada de hoy? Creemos que no, al igual que el numeroso público que pernocta en este hotel, por lo que te recomendamos reservar con tiempo. Justo al lado tienes el restaurante fundado en 1858 Butterfield Stage (609 W Hopi Dr). Heredero directo de una antigua posada donde paraban diligencias como la que ilustra la portada de su menú. Un sitio de esos donde perfectamente te podrían salir al encuentro unos forajidos avinagrados como los que imaginamos en Tucumcari. O unos aliens de esos que, bueno, ya sabes, usan los dedos.