TEXTO COMPARATIVA SEAT 127: JAVIER MARTÍN / FOTOS: LA ESCUDERÍA
Siempre se ha dicho que el Renault 5 fue un coche revolucionario y que marcó un antes y un después en el mercado. Y es cierto en muchos aspectos, pues multitud de soluciones y propuestas todavía se usan hoy día; han evolucionado y se han adaptado, pero el origen nadie lo discute. Cosas como los paragolpes de poliéster, la paleta de colores, la gama ofertada…
El número 5 es especial para el segmento de los utilitarios y para la propia Renault, que lo recupera para fortalecer su futuro eléctrico. Sin embargo, hay innovaciones que no son atribuibles al R5, sino al FIAT 127. Un coche que llegó al mercado un año antes que el francés “convirtiéndose” en SEAT en 1972, Y no sólo se convirtió en SEAT, ya que al igual que ocurrió con el 124 se fabricó en varios países bajo licencia, como en Polonia (Polski-FIAT 127) o Brasil (FIAT 147).
Cuando se puso en circulación el 127, los italianos querían cubrir el hueco del FIAT 850. Como cabía esperar, el cambio fue totalmente drástico. Era tan radicalmente opuesto y moderno que supuso un éxito desde el primer momento. Para entender la importancia del 127, aunque sea un FIAT y pocos quieran saber nada de él por la marca, basta compararlo con el “ocho y medio”: Motor delantero transversal y tracción delantera, diseño muy próximo a lo que hoy se entiende por utilitario. Habitáculo llamativamente amplio para su tamaño y comportamiento en carretera que incluso hoy llama la atención.
Hay cosas en las que el modelo francés ganó, como al ofrecer una gama descaradamente juvenil o en la inclusión de los paragolpes “de plástico”. Una solución que no usó FIAT hasta la llegada de la tercera generación del 127, el Fura en España (en el segmento B, claro). Detalles que le daban un aire más moderno pero que no compensaban la diferencia en comportamiento dinámico o de aprovechamiento del habitáculo.
Evolución constante: Del Seat 127 al infinito
Con los coches actuales, conseguir un salto tan notable en la evolución es casi imposible. Lo único que podría romper todos los moldes es que la tecnología eléctrica se equipare, en todo, a la combustión interna y para eso todavía queda trabajo por delante. Y para cuando se logre, el impacto no será tan grande porque ya nos habremos acostumbrado a la electrificación y la habremos visto evolucionar.
De hecho, la gente ni siquiera nota esa evolución sufrida por los coches. Se ha pasado de tener coches con lector de CD, que al final siempre se acaba cambiando, a automóviles que ni siquiera tienen botones y todo se maneja desde una pantalla. Incluso desde el teléfono móvil, el cual también ha sufrido una evolución brutal. Pero es curioso ver cómo la gente sí nota y aprecia el cambio en la telefonía mientras que con los coches no ocurre lo mismo. Es más, lo normal es que todo el mundo se queje por los precios sin fijarse en nada más, pero paguen más de 1.000 euros por el último “smartphone” y encima lo justifiquen.
Esos elevados precios, porque lo son sin duda alguna, no se ponen por capricho. Y no importa lo que digan o piensen algunos, las marcas calculan y ponen sus precios con mucho cuidado. Una tarifa equivocada puede suponer enormes pérdidas, tanto por exceso como por defecto. Tan malo es un precio alto como un precio bajo. Hay que pagar gastos y ganar dinero: Si el precio es alto no se vende lo suficiente; si es bajo, no se gana lo necesario.
Para entender el cambio sufrido por el automóvil, culpable de unos precios más altos que nunca, hay que pasar por una traumática comparativa como la que vivimos nosotros hace muy poco. Hemos podido poner cara a cara un SEAT Ibiza FR 1.5 EVO DSG-7 y un SEAT 127 de segunda generación. Y hemos sido presas de un notable shock. Es una experiencia que todos los usuarios deberían vivir para poder apreciar lo que se siente y para entender cómo se circulaba y cómo se viajaba hace décadas. Ha sido una diferencia mucho más notable que cuando pudimos comparar el Peugeot 405 Mi16 con el Peugeot 508 GT Hybrid.
Resumiendo, pudimos enfrentar un coche de 1977 y otro de 2021. Bueno, en realidad, el Ibiza que nos prestó la propia SEAT es “pre-restyling”. La marca ha presentado un rediseño y actualización de su utilitario, que se pondrá en circulación próximamente. Aunque no afecta a la comparativa con su antecesor, el cual cumple en breve nada menos que 50 años: El SEAT 127 estará de cumpleaños en 2022.
Un cambio traumático
Acudí a la cita con el “tatarabuelo” un viernes a primera hora de la mañana (si somos 100% fieles a la genealogía, el abuelo del Ibiza es el Fura, la tercera generación del 127). Íbamos cómodamente sentados, escuchando música, sin hacer el más mínimo caso al cambio (era automático de doble embrague).Con la climatización refrescando el habitáculo de un Ibiza de última generación. Nada nos hacía presagiar lo mucho que echaríamos en falta este elemento.
Una vez con el “veintisiete” delante, nos sorprendió que tenía un color similar al Ibiza y… ¿de verdad era tan pequeño este coche? La mente nos engaña totalmente y no lo recordábamos tan diminuto. Ni siquiera habíamos empezado a comparar los coches y la evolución ya nos daba en los morros. El diseño, cosa de modas y épocas, es radicalmente distinto. Algo, por otra parte, absolutamente normal y, para ser sinceros, con una importancia algo secundaria. Sin embargo, el sonido del motor e incluso el olor del habitáculo te trasladan a otra época. “Nuestro” SEAT 127 olía como el 1430 de mi abuelo y el sonido, sin filtros (no hay catalizador ni filtro de partículas, que no se habían siquiera imaginado) me hizo volver a la niñez.
Hay que comentar algunas cosas, como el estado del SEAT 127. No ha sido restaurado integralmente y tiene algunas cosillas fruto de su edad y mantenimiento. También ha sido usado para rallyes de clásicos y monta los soportes para los instrumentos de medición. La tapicería de los asientos no es la original, aunque se encuentra en un estado excepcional. Por lo demás, todo de origen.
Con esto aclarado, seguimos. El simple acto de sentarte en el 127 tras bajar del Ibiza supone como os decíamos un shock. Los asientos del Ibiza son espectaculares, tanto por diseño como por tapizado. La evolución es tan grande que cuesta entender cómo podían viajar antes en esas butacas. Ocurre exactamente lo mismo con la posición de conducción, el cambio es tan grande que requiere de un tiempo de adaptación si no has conducido un coche de estos anteriormente.
Uno de los mejores en comportamiento dinámico: Seat 127
Todo esto que se ha mencionado, la posición al volante, los asientos, incluso el diseño de los elementos que dan forma al habitáculo y su equipamiento, son cosas cuyo desarrollo conlleva una enorme cantidad de dinero. Además contribuye a que haya cada vez más un mejor equipamiento disponible, a menudo de serie. Comparativamente, el interior del “veintisiete” parece estar vacío y el del Ibiza abarrotado de cosas.
Si nos adentramos en el apartado de la seguridad, da incluso miedo. No hay estructura de absorción de impactos, no hay servo en los frenos, ni dirección asistida, ni muchos menos ABS o pretensores de los cinturones. Es más, abrocharse el cinturón no da ninguna sensación de seguridad. La impresión es de usar un auténtico “quitamultas”. Visto desde nuestra perspectiva actual, hace de los “viajes a la playa” verdaderas proezas. ¿Cómo serían en un SEAT 600?
Así, no es de extrañar que una vez en marcha el SEAT 127 sorprenda para bien. Es cierto que la dirección no es tan precisa como ahora. Que la ausencia de asistencia hace de las maniobras en parado una exigencia y que, además, hay que moverse en el asiento para trabajar todo el aro del volante. Es cierto también que los pedales están muy juntos y que el cambio tiene unos recorridos abrumadores (y un tacto que hace dudar si ha entrado la marcha constantemente). ¡Pero qué bien se mueve este entrañable vejestorio!
Cuando el 127 comenzó a desfilar por las carreteras Europeas fue considerado como uno de los mejores de su época por prestaciones y comportamiento dinámico. Apartado que hoy, 50 años después, le permiten moverse con mucha soltura en el tráfico actual. Exceptuando que mi cabeza rozaba el techo y la posición del volante, acabas circulando al mismo ritmo que el resto de coches casi sin darte cuenta.
Hay cosas que obligan a un «cambio de chip». No en balde el SEAT 127 tiene alrededor de 50 años. Así, por ejemplo, si frenas con las mismas referencias que un coche moderno, te verás aguantando la respiración, apretando el pedal con todas tus fuerzas y esperando un enorme “crash” en algún momento. Tienes que anticiparte, frenar pronto y apretar, aunque menos de lo esperado. Si además te ayudas del cambio, mucho mejor.
Las curvas son igualmente delicadas viniendo de un coche moderno, si las quieres negociar a buen ritmo. Y no es problema de estabilidad: el límite está llamativamente alto para lo que me esperaba en un principio. El problema viene de las extrañas formas del asiento (no sujetan nada y el respaldo es muy, digamos, raro, te hundes en él), de la ausencia de un apoyo decente para el pie izquierdo y de una espantosa posición del volante, más propia de un camión. O dicho de otro modo, te encuentras tomando una curva a una velocidad aparentemente endemoniada, con el cuerpo inclinado hacia el interior de la curva, trabajando el volante como buenamente puedes y pensando “¡nos vamos a matar!”. En definitiva, es emocionante.
Evidentemente, una vez has cambiado el chip las cosas no son tan dramáticas. De hecho, una vez te adaptas a las peculiaridades del SEAT 127 te conviertes en uno más del tráfico. Hace falta más trabajo que con el Ibiza, pasas un calor de mil demonios (¡qué gran invento el aire acondicionado!). Y no vas igual de cómodo, pero no eres un estorbo para los demás, llevas el mismo ritmo que el resto. Lo mejor de todo es el torrente de sensaciones que llegan por todos los lados pudiendo, incluso, divertirte en tramos con curvas. El coche no pierde la compostura, aguanta mucho más de lo que parece a simple vista y sabes en todo momento dónde están los límites. No vas aislado del exterior como en un coche actual, y eso se agradece.
Ponerte a los mandos del Ibiza tras bajarte del 127 te permite sin duda vivir en primera persona la evolución sufrida por el automóvil. Hay aficionados que, sin importar nada más, tildarán cualquier coche moderno de lavadora. Pero estamos simplemente ante una percepción y una opinión muy personal. Es cierto que las sensaciones en un coche moderno están muy filtradas, pero la evolución que hay entre el Ibiza y el 127 es, sencillamente, brutal. Diseño, materiales, ergonomía, equipamiento, tecnología, motores…
Con el SEAT Ibiza, que ha alcanzado el tamaño que tenían los compactos a inicios de los 90 (mide 4.059 milímetros de longitud mientras que, por ejemplo, un Golf III medía 4.020, y éste es además más estrecho), todo es más fácil y más rápido. El motor de la unidad cedida por SEAT, con 150 CV, sólo necesita un centímetro de acelerador para dejar atrás al 127 en cualquier circunstancia. Y el paso por curva puede ser tan rápido que pone los pelos de punta. Además, lo hace con una sencillez que da más miedo todavía, porque no te das cuenta de la velocidad real a la que circulas.
El SEAT Ibiza FR 1.5 EVO DSG-7 es un gran coche, que nadie lo dude. Sí, vale, es una “lavadora”, pero que me regalen esta lavadora para el día a día e incluso para desparramar en carretera de montaña. Y el 127 para disfrutar paseando y conduciendo de verdad de vez en cuando y sin más objetivo que conducir, como se hacía antaño (y por puro vicio).
Que sirva esta aventura como homenaje por los 50 años del FIAT 127. A “nuestro” 127 le tenemos otra celebración preparada… 😉
Epílogo: Las impresiones de su dueño (Antonio Silva)…
«La primera vez que lo vi me pareció un coche viejo y asqueroso… Recuerdo que tenía césped natural en el cubeto de entrada del aire del capot. Había crecido ahí del tiempo que llevaba parado. Pero eran los primeros noventa, y el bólido era un “regalo” (bastante envenenado): “Hijo, solo paga los numeritos que se deben y es tuyo”. Pague más de 35.000 pesetas de numeritos, unos 200 euros actuales; 4 o 5 impuestos se debían.
El coche arrancó en cuanto le arrime la batería, eso sí. Al principio me llevaba a la universidad, o iba a buscar a mi novia de entonces. Poco a poco fue demostrando su potencial como máquina de aprendizaje de mecánica más que como medio de transporte. Frenos, ajuste de platinos, cambio de bujías, aceites. Un día a los dos años se fue el embrague; con la maltrecha economía de un universitario y con la ayuda puntual de mi padre conseguí arreglar también aquello.
Paso el tiempo y aquel coche asqueroso empezaba a ser aceptable. En realidad, el capullo gastaba más aceite que gasolina, con un litro cada 300 kilómetros más o menos. Decidí que era el momento de comprarme un BMW pero, como mi economía no daba para eso y tenía familia en la mecánica, decidimos hacerle el motor. Y así este coche aceptable paso a ser un coche aceptable que además andaba mucho y gastaba poco. Tenía todavía un aspecto ciertamente asqueroso, despintado, desteñía cuando llovía (os lo juro), y los asientos parcialmente rotos rompían los pantalones de mis amigos. Pero funcionaba y era fiel.
Aquel coche truculento vio muchas cosas, muuuuchas. Lo normal en un tío de 20-24 años, si hablara me sonrojaría hoy en día. Me llevo a Cáceres a la Mili, y luego al Pardo. Finalmente pasaron los años y mi situación personal mejoró bastante, y con ello la tan importante economía. Así a finales de los 90 dejó de prestarme servicio, tras casi 7 años sin dejarme nunca tirado y habiéndome regalado 1001 aventuras.
El 127 se quedó aparcado a la intemperie unos años en una zona privada. Un buen día decidí dejarlo como se merecía: Le sanee los podridos que empezaba a tener, le cambié los amortiguadores, limpie el depósito, lo pinté de una manera profesional. Se retapizó, se cambiaron los mullidos de los asientos y lo guardé en una nave. Desde entonces no habrá recorrido más de 5.000 Km, y eso porque corrí algún rally de regularidad quedando campeón de su categoría Clarita.
No lo uso nada de nada actualmente; hace años lo puse a la venta de la manía (y el cariño) que le tenía. Y teniéndolo vendido me rajé y lo indulté. No se porqué, el caso es que es un coche asqueroso…
¡¡Asquerosamente cojonudo!!»