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Gordon-Keeble GK1. Motor de Corvette y diseño Bertone para un GT inglés

En la historia del automovilismo inglés Gordon-Keeble es una marca para iniciados. Aunque, de hecho, uno no sabe muy bien dónde nacionalizar a su único modelo: el GK-1. Por una parte la concepción del vehículo y el registro mercantil de la empresa nos marcan una procedencia claramente británica. Sin embargo, la mecánica no puede ser más americana. Además, el diseño es tan italiano que va firmado por el mismísimo Giorgetto Giugiaro. Una mezcla multinacional de la cual se hacía eco la propia publicidad del coche, rematando con un “cuatro pasajeros de la nacionalidad que quieras”.

Sea como fuese, lo cierto es que la historia de Gordon-Keeble ha quedado como una interesante nota al pie en los anales de la industria británica. Una industria cuyo panorama automovilístico siempre ha contado con una gran cantidad de pequeños fabricantes independientes que han montado motores de grandes marcas sobre chasis artesanales. Precisamente la fórmula que repitió esta empresa con el GK-1. Eso sí, alejándose de los típicos pequeños deportivos de tirada corta para acercarse a los grandes GT del momento.

Una ambición que les costó la existencia. Ya que, para competir con Jaguar o Aston Martin no sólo se necesita un buen producto. Sino también la capacidad logística para comercializarlo y la financiera para producirlo a gran escala. Un fallo contable que, aunque dio al traste con Gordon-Keeble, antes permitió que ésta legara uno de los deportivos ingleses más interesantes de los años sesenta. Un GT capaz de mirarse de tú a tú en potencia con los iconos del momento, el cual es hoy en día un coche para verdaderos entendidos. En suma: clase inglesa. A pesar del motor Chevrolet y la carrocería Bertone.

GORDON-KEEBLE GK-1. FRENTE A TODO LO PREVISTO

Crear una planta para la fabricación en serie no es algo fácil. Sin embargo, John Gordon y Jim Keeble tenían una visión clara del asunto. O al menos así lo creyeron. El primero venia del mundo del automovilismo a pequeña escala, habiendo construidos modelos como el Peerles GT. Otro de los muchos deportivos ingleses ensamblados de forma artesanal a partir de piezas Triumph para luego cubrirlos con una carrocería de fibra de vidrio. El segundo regentaba un taller, al cual un piloto había acudido precisamente para que le instalasen un V8 americano en el vano motor de un Peerles GT.

Así las cosas, suponemos que de una forma natural -y quizá con el envalentonamiento que dan unas pintas de más- salió la idea de fabricar un chasis artesanal sobre el cual montar un potente V8 de gran cilindrada. Eso sí, como nuestros dos protagonistas deseaban hacer las cosas bien, para vestir el conjunto se recurrió a Bertone. Firma italiana en la cual ya estaba trabajando un jovencísimo Giorgetto Giugiaro al que fue encomendada la misión. De esta forma, el prototipo se presentó en el Salón de Ginebra de 1960.

Un dato interesante, ya que aunque los faros delanteros y una cierta línea general puedan hacer pensar que el Gordon-Keeble se inspira en el Lancia Flaminia GT… En realidad éste apareció justo un año después que nuestro protagonista.

Teorías conspiratorias sobre el mundo del diseño industrial italiano, lo cierto es que el GK-1 se presentaba con un motor procedente del Corvette C1 con 4’6 litros y 236CV a 4.800 rpm. Ingenio montado sobre un chasis con tubos de sección cuadrada revestido por la carrocería en finos paneles de acero. Un conjunto con más de 1.400 kilos, dotado de frenos de disco y una caja de cambios de cuatro marchas.

Todo tan interesante sobre la mesa del ingeniero como preocupante sobre la del contable. Y es que, a pesar de haber hecho un gran vehículo, Gordon-Keeble no acumuló el suficiente capital como para satisfacer pedidos con una fabricación en serie. Situación que, por el momento, condenó a esperar cuatro años hasta el relanzamiento del GK-1.

SEGUNDO ASALTO. GORDON-KEEBLE SE LANZA A LA FABRICACIÓN

Tras cuatro años de dudas, búsqueda de inversores y aventuras empresariales, Gordon-Keeble presentó de nuevo su GK-1. Eso sí, en ese tiempo se habían producido diversos cambios. El primero de ellos fue el traslado de las instalaciones a una línea de montaje más profesional en Southhampton. El lugar donde se iban a fabricar unas 93 unidades en menos de un año, contando todas ellas con cambios sustanciales respecto al prototipo de 1960. El primero de ellos es que la carrocería ya no era de acero sino de fibra de carbono. Un dato importante, ya que según algunas fuentes relacionadas con el entorno actual de propietarios del GK-1 esto ayudó a un posible aligeramiento de hasta 200 kilos.

Sin embargo, la modificación más importante se encontraba bajo el capó. Y es que, durante esos años, General Motors lanzó la segunda generación del Corvette. Por ello se tuvo que actualizar el pacto entre ambas compañías respecto al suministro de motores, los cuales pasaban a ser los de 5’3 litros montados en el C2. Una mejora que incrementó la potencia hasta los 284CV a 5.000 rpm. Un artilugio definitivo en las rectas, ya que por el propio planteamiento del GK-1 y el comportamiento de este motor en bajos regímenes… No hablamos precisamente de un Lotus para triunfar en carreteras reviradas.

Una reflexión que realmente no es negativa, puesto que el Gordon-Keeble tuvo el segmento de los GT de lujo en la mira. Algo a lo que, por prestaciones y acabados, pudo haber aspirado con normalidad pero que, no obstante, jamás alcanzó. A ello colaboraron los constantes problemas financieros de la marca, la cual no contó con capacidad financiera como para fabricar todos los posibles pedidos. Una de esas historias paradójicas donde un pequeño fabricante muere por un éxito sobrevenido imposible de afrontar. Trayectoria que tuvo su canto de cisne de 1965 a 1967, con la venta de la empresa por parte de los fundadores a dos nuevos propietarios.

Dos hombres que no pudieron hacer más que unos 10 GK-1, siendo incapaces de solventar los constantes problemas de liquidez. Eso sí, con el tiempo los Gordon-Keeble son joyas bien cotizadas dentro del mercado británico. Una especie de Facel-Vega británicos que, por su rareza e historia, resultan coches para verdaderos entendidos.

FOTOGRAFÍAS: PENDINE CARS FOR SALE / GORDON-KEEBLE

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Escrito por Miguel Sánchez

A través de las noticias de La Escudería, viajaremos por las sinuosas carreteras de Maranello escuchando el rugido de los V12 italianos; recorreremos la Ruta66 en busca de la potencia de los grandes motores americanos; nos perderemos por las estrechas sendas inglesas rastreando la elegancia de sus deportivos; apuraremos la frenada en las curvas del Rally de Montecarlo e, incluso, nos llenaremos de polvo en algún garaje rescatando joyas perdidas.

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