Dentro de poco no sólo estaremos pendientes de cumplir los efímeros pero decididos propósitos de año nuevo. También seguiremos de cerca el día a día en una de las carreras más duras de todo el panorama automovilístico: el Dakar. Una prueba que ahora cuenta también con una categoría de clásicos. Una iniciativa magnífica. Ya que, al celebrarse desde 1978, el Dakar cuenta con algunas de las monturas raid más espectaculares de todos los tiempos. En ese sentido, no sólo hablamos de vehículos tan prestacionales como el camión DAF Bicéfalo. Sino especialmente de aquellos capaces de haber llegado a lo más alto aún partiendo de bases para nada destinadas a las arenas del desierto.
Un logro del cual puede sacar pecho el Renault R20. La berlina que remplazó en 1975 al R16 siguiendo la estela de concebir el tercer volumen con una quinta puerta de suave y larga caída integrando en ella la luneta. Un modelo decididamente pensado para usarse de forma tranquila en desplazamientos familiares sin un ápice de deportividad. Menos aún de habilidades todoterreno. Siendo por ello una enorme sorpresa verlo en lo más alto del Dakar de 1982. Una durísima prueba celebrada del 1 al 20 de enero de aquel año a lo largo de más de 10.000 kilómetros pasando por Francia, Argelia, Mali y Senegal.
Territorios que ejercieron como criba para los los 233 automóviles inscritos. De los cuales sólo 94 consiguieron completar la carrera llegando hasta la meta en Dakar. Hecho que verifica la dureza de cualquier competición africana disputada sobre tierra como pudo verse antes del Dakar en el Côte-Côte. De hecho, la edición de este último celebrada en 1977 también fue ganada por un modelo familiar de Renault adaptado a 4×4. Ni más ni menos que un R12 Sinpar con carrocería ranchera. El cual evidenció que, aún no habiendo nacido para la competición, los turismos de la marca del rombo gozaban de una ventaja evidente para este tipo de raids. Su probada y robusta fiabilidad.
RENAULT R20 DAKAR. LA VICTORIA DE LA PERICIA
Al pensar en una marca esencial para los deportivos solemos fijarnos en Ferrari, Aston Martin o Alfa Romeo. Sin embargo, la verdad es que Renault cuenta con muchos argumentos para estar entre ellas. Obviamente los coches de esta marca no cuentan con la exclusividad de su parte debido a la producción en grandes series. Sin embargo, pocas empresas pueden presumir junto a Renault de haber estado en lo más alto de la F1, los rallyes, Le Mans y el Dakar. Todo ello incorporando en su haber la labor de preparadores como Gordini y Alpine, siendo además puntera en el desarrollo de tecnologías como el turbocompresor.
Bajo estas coordenadas, no debería impresionar tanto la victoria del Renault R20 Dakar en 1982. Hecho ante el cual muchos intentarán restar valor señalando que no se trata de un coche de serie. Lo cual es cierto. Tan cierto como que todos los componentes de esta unidad proceden de diferentes modelos comercializados en gran serie por Renault en aquella época. Dejando como únicas excepciones algunos paneles de la carrocería fabricados en aluminio para reducir peso.
Y, claro está, la tracción 4×4 que, sin embargo, no deja de ser un sencillo sistema de los que ya adaptaba la empresa Sinpar a turismos Renault antes de ser absorbida por ésta en 1975. De esta forma, el Renault R20 Dakar no es como uno de esos coches de rallye cuyos únicos parecidos con el modelo de serie son algunos rasgos en la carrocería y compartir un mismo nombre por razones publicitarias.
Incluso hubo elementos que permanecieron prácticamente inalterables. Como la suspensión delantera o la caja de cambios. Sólo modificada para poder integrarse en un sistema de tracción total. De hecho, resulta llamativo comprobar cómo en el apartado de suspensiones muchos elementos se sustituyeron no por complejas piezas de competición sino por elementos extraídos de una Renault Traffic. Recién lanzada al mercado en 1981. De la cual se extrajeron las ballestas y el eje rígido para la suspensión trasera.
MOTOR TURBO PROCEDENTE DE UN R18
Sustituyendo al R12, en 1978 vio la luz el R18 como una berlina de tamaño medio con la que conquistar el favor de las nuevas clases medias en Europa y América Latina. No obstante, a pesar de su vocación familiar este modelo se benefició en los ochenta de las bondades del turbocompresor. La indiscutible seña de identidad de la marca del rombo durante aquella década, haciendo posible potenciar este modelo hasta los 125CV en la versión de 1982. De todos modos, el R18 ya incorporaba en su gama una opción turbo desde 1980.
La escogida para equipar al Renault R20 Dakar. Montando un bloque de 1’5 litros potenciado hasta los 133CV a 5.000 rpm y un par motor 206 Nm. Mejoras en parte obtenidas a un nuevo sistema de escape que representa una de las características más notorias en esta unidad. Su tubo serpenteante desde el capó hasta el techo a través del pilar izquierdo del parabrisas, el cual parece una toma de admisión de aire para el carburador aunque en realidad es la salida de gases de la combustión.
Otra de las particularidades de esta montura. Construida con el apoyo oficial de la marca para llevar a los hermanos Claude y Bernard Marreau a la victoria después de dos intentos previos a lomos de unidades del R4 4×4 Sinpar. Una de ellas equipada con el motor de un R5 Turbo. Todas ellas testigo del ingenio de una época en la que el Dakar vivía episodios épicos para conductores pero también para mecánicos e ingenieros. Pudiendo llegar a lo más alto equipado tan sólo con la pericia de construir un gran coche a partir de elementos de serie.
Fotografías: Renault Classic