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El primero a más de 100 kms/h fue eléctrico, La Jamais Contente de 1899

En los primeros tiempos del automovilismo la obsesión por batir récords mundiales de velocidad sobre tierra espoleó la mejora en términos de rendimiento. No obstante, esto no sólo pasó en el ámbito de la combustión. La prueba de ello es el vehículo eléctrico La Jamais Contente. El primero de la historia en rebasar la icónica frontera de los cien kilómetros por hora

El pasado 2018 Peugeot sorprendió con la presentación del prototipo E Legend. Tributario en sus líneas al clásico 504 Coupé firmado por Pininfarina, este modelo fue un escaparate tecnológico respecto la transición eléctrica. De esta manera -y debido a la buena campaña de publicidad asociada al mismo- la marca del león consiguió posicionarse en los medios de comunicación como una empresa avanzada en materia de electrificación. Llegados a este punto, el E Legend ya había conseguido su objetivo. El cual nunca fue llegar a serie, sino tan sólo generar una determinada e innovadora imagen de marca gracias a la cual animar las ventas.

Así las cosas, al E Legend se le debe leer no como el paso previo a ningún producto que vaya a llegar a los concesionarios. Sino como una declaración de intenciones responsable de la siempre necesaria agitación publicitaria dada en toda sociedad de consumo. Algo que parece muy innovador, aunque en verdad guarda no pocos paralelismos con las razones que motivaron al eléctrico La Jamais Contente en 1899. No obstante, lo mejor para entender esta cuestión será empezar desde el principio.

De esta manera nos iremos al París de finales del siglo XIX. Una ciudad populosa y vibrante donde el nervio de la economía multiplicaba la población atestándola cada vez más. Por ello, en el naciente mercado automovilístico se abría un hueco creciente para los coches urbanos. Destinados a la pequeña burguesía, estos debían ofrecer una alternativa de movilidad privada a las congestionadas calles de la gran ciudad. Un panorama donde el automovilístico eléctrico se alzó como el más adecuado por diversos motivos, ofreciendo posibilidades de negocio al ingeniero Camille Jenatzny. El responsable de crear a La Jamais Contente.

ENTRE LO ELÉCTRICO Y LA COMBUSTIÓN

Sabedor de que una pequeña fábrica de vehículos eléctricos urbanos podría tener éxito en el París previo al siglo XX, Camille Jenatzy reunió el capital necesario para ello. No obstante, si hoy en día resulta necesario un importante esfuerzo publicitario para posicionar a cualquier modelo eléctrico, esto era aún más notorio en aquellos años. Así las cosas, ¿qué es lo que puede generar más impacto con menos inversión? Sin duda una gran hazaña de la cual se hagan eco los medios, haciendo así innecesario el invertir una fortuna en los tradicionales carteles publicitarios.

De esta manera, Camille Jenatzy usó sus dotes como piloto para jugarse el pellejo intentando rebasar las marcas de velocidad sobre tierra con una creación firmada por él. Todo ello con el objetivo principal de mover en la prensa a su incipiente marca de vehículos eléctricos. Justo en la misma forma y manera que Peugeot usó al E Legend como un icono para vender su particular transición a la nueva época abierta en el automovilismo por el abandono progresivo de la combustión.

No obstante, antes de seguir con la historia de La Jamais Contente debemos pararnos en un punto concreto. Y es que, ¿por qué Camille Jenatzy se fijó justamente en los coches eléctricos? Bien, para empezar debemos indicar que esto no fue una simple extravagancia. Para nada. Lejos de ello, en los primeros tiempos del automovilismo la oferta de modelos eléctricos fue algo absolutamente normal. Por ejemplo, en 1900 Ferdinand Porsche diseñó con tan sólo 25 años su Lohner-Porsche dotándole de un ingenio eléctrico en cada rueda. Y es más, para 1907 se fundó la masiva Detroit Electric. Responsable de vender más de 13.000 unidades.

Y es lógico. Al fin y al cabo, los primigenios modelos de combustión eran sucios, ruidosos y además muy difíciles de arrancar. Sin embargo, los eléctricos gozaban de un manejo sencillo y un gran confort de marcha. Con todo ello, parecía que el futuro del automovilismo iba a tener a los eléctricos como protagonistas según éstos ganasen en autonomía y rapidez de carga gracias a la investigación. Un horizonte que no se cumplió por diversos motivos, lo suficientemente extensos como para trascender los límites de este humilde artículo.

De todos modos, estos pueden fijarse en algunos puntos rápidos. En primer lugar la invención del motor de arranque, lo cual mejoró sustancialmente la practicidad y limpieza de los motores de combustión. Y en segundo la lucha enconada entre los intereses derivados del petróleo y la investigación en desarrollo de baterías. Un conflicto que hunde sus raíces en los poderosos intereses comerciales del sector extractivo, el cual vivió una gran expansión tras el descubrimiento masivo de pozos en Bakú y Texas.

Así las cosas, la ingeniería fue avanzando hacia el costado donde se encontraba el dinero. Dejando de lado la mejora necesaria en materia de baterías. Y es que sí, es cierto que los modelos de combustión no planteaban los serios problemas de autonomía dados por los eléctricos. Pero esto es tan cierto como que la mejora de la autonomía eléctrica fue dejada de lado tan rápido como empezó a fluir más capital en el ámbito del petróleo. Además, esto puede justificarse en cómo se arrinconó a lo eléctrico incluso en el ámbito urbano. Donde la cuestión de la autonomía no era tan acuciante como en el caso de los vehículos destinados a largos viajes.

LA JAMAIS CONTENTE, UN VEHÍCULO DE RÉCORD

Hacia 1989, el pulso que terminaría ganando de forma incontestable la combustión aún no estaba del todo decidido. Por ello, Camille Jenatzy se lanzó al mundo de los eléctricos urbanos confiado en haber encontrado un gran negocio. No obstante, su pasión por la velocidad no podía dejarlo quieto en la calma de su oficina. Llegados a este punto, con la creación de La Jamais Contente unió sus dos grandes intereses logrando ponerse a 105,88 kilómetros por hora en abril de aquel año. De esta manera, su creación se convirtió en el primer automóvil capaz de superar la marca fetiche de los 100 kilómetros por hora. Todo un logro, y eléctrico.

Fabricado con materiales innovadores como el aluminio o el magnesio, La Jamais Contente dejó en báscula un peso de 1.450 kilos. No muy ligero, pero tampoco excesivo para la época. Además, en un intento de primigenia aerodinámica la carrocería se hizo en forma de torpedo. Algo bien intencionado. Aunque realmente poco efectivo al ir soldada directamente sobre un chasis con alto centro de gravedad, calzado con llantas de madera equipadas con neumáticos Michelin hechos para la ocasión.

En lo referido a la motorización, La Jamais Contente confió en dos motores eléctricos capaces de rendir 68CV en total. En el apartado de baterías, la autonomía de las mismas no importaba demasiado. Al fin y al cabo, este vehículo se hizo por y par el fin concreto de batir marcas de velocidad en carreras cortas de aceleración en recta. De hecho, su récord de lograr superar los cien kilómetros por hora permaneció intacto hasta que en 1902 fuera superado en Niza por León Sporllet y su modelo de vapor Gardner-Seporllet.

Y es que, mientras Camille Jenatzy estaba centrado en la electricidad, Sporllet lo estaba en la aplicación del motor de vapor a alta presión aplicado al automovilismo de masas. Otro dato más que atestigua las múltiples tecnologías de propulsión dada en los primeros tiempos de esta industria. De esta manera, y teniendo en cuenta que en la historia el retorno suele ser algo recurrente, podemos esperar muchas e interesantes soluciones de movilidad en el panorama actual. Eso sí, seguramente algún ingeniero francés ya habría especulado con ellas hace más de un siglo.

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Escrito por Miguel Sánchez

A través de las noticias de La Escudería, viajaremos por las sinuosas carreteras de Maranello escuchando el rugido de los V12 italianos; recorreremos la Ruta66 en busca de la potencia de los grandes motores americanos; nos perderemos por las estrechas sendas inglesas rastreando la elegancia de sus deportivos; apuraremos la frenada en las curvas del Rally de Montecarlo e, incluso, nos llenaremos de polvo en algún garaje rescatando joyas perdidas.

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