Una de las características que más y mejor distinguen a las marcas alemanas de alto rango es su oferta de modificaciones deportivas. De hecho, éstas no se presentan de forma aislada con modelos carentes de conexión entre sí. Lejos de ello, tanto BMW como Audi y Mercedes cuentan con departamentos propios en este sentido, ampliando sus gamas de turismos con las interpretaciones que de ellos realizan. De esta forma, las siglas M, RS y AMG nos remiten a las variantes prestacionales insertas en cada una de estas marcas. Instaurando una tradición deportiva que no aparece segregada de los modelos más comunes.
Algo muy interesante. Ya que, en vez de crear modelos de nuevo cuño, en su apuesta por la deportividad se opta por preparar los turismos ya existentes vendidos de forma masiva. Llegados a este punto, no cabe duda sobre los beneficios de esta vía de trabajo. Redundando en una imagen potente y exclusiva que de forma natural también mejora la de los modelos más asequibles. Una situación parecida a la que Volkswagen logró con el Golf GTI, aupando gracias al mismo la proyección comercial de toda la gama. No obstante, en el caso de BMW Motorsport la verdad es que su nacimiento estuvo unido a un mundo mucho más exclusivo.
Tanto así que el BMW M1 de 1978 contó con la colaboración de la mismísima Lamborghini, alzándose como uno de los superdeportivos más interesantes en su época. De todos modos, la casa bávara ya había fundado en 1972 su departamento Motorsport, estrenándose con el 3.0 CSL. Todo un icono para las carreras de turismos alemanas, siendo aún hoy uno de los coches de competición más recordados de entre todos los realizados por BMW. Así las cosas, durante la década siguiente se pensó de forma lógica y natural en las posibilidades comerciales que tendrían los modelos M de llegar a la gran serie. Razón por la cual en 1986 nació el M3 sobre la base del Serie 3 E30.
Todo un éxito para BMW, la cual experimentó con el modelo una mejora sustancial de su imagen como marca eficiente pero no exenta de un claro toque deportivo. Hecho que, obviamente, ayudó a consolidar la proyección de sus ventas. Con este bagaje, para finales de los ochenta la denominación M ya empezaba a ser moneda corriente entre los seguidores de BMW más allá de los circuitos y las carreras. Algo que cristalizó completamente cuando, en plena fiebre por las berlinas deportivas, le llegó el turno al Serie 5 E34 en 1988 con la aparición del M5 derivado del mismo.
BMW M5 E34, LA APUESTA DE BMW POR LA BERLINA DEPORTIVA
Hacia finales de los ochenta, la industria del automóvil estaba lanzada a un ritmo exponencial en los referido a las prestaciones. De esta manera, hasta los populares segmentos B y C se permearon de una vibrante deportividad gracias a la inyección directa, el turbocompresor y las 16 válvulas. Además, moviéndonos en las cómodas y elegantes berlinas de los segmentos D y E también apareció el gusto por las versiones más deportivas y prestacionales.
Por ello, la transición de los ochenta a los noventa vivió una verdadera fiebre por las berlinas deportivas en la se insertaron desde el Lotus Omega hasta el Renault Safrane Biturbo. Una de las modas más llamativas en el automovilismo de los últimos cuarenta años, con el BMW M5 E34 reinando como la referencia indiscutible. El canon de la misma.
Presentado durante el propio estreno de la tercera generación del Serie 5 en la cual se inscribía, este M5 tuvo en su primera versión 315CV para llegar hasta los 250 kilómetros por hora de punta limitada. Tras esto, en 1992 incrementó hasta 340CV la potencia entregada por su bloque de seis cilindros en línea. Primero con 3.535cc ampliados después hasta los 3.795cc. Además, en el BMW M5 E34 no sólo recibió mejoras la mecánica. Lejos de ello, y al igual que en los M anteriores, las suspensiones se rebajaron, se añadieron barras estabilizadoras y se montaron frenos más potentes.
En suma, con este vehículo las kilómetros de autovía pasaban volando. Y, sorprendentemente, en curvas y circuitos daba muchas más sensaciones y dinamismo del esperado en una berlina por potente que fuera. Todo ello rematado con unos niveles de acabado y montaje del motor casi artesanales. Haciendo de este M5 no sólo la referencia en el mundo de las berlinas deportivas. Sino también uno de los BMW más deseados en su época y mejor recordados hoy en día. Característica que, poco a poco, va dejándose ver en el mercado de preclásicos ahora que sus primeras unidades atesoran ya 34 años.
EDICIÓN ESPECIAL PARA EL 20 ANIVERSARIO
En Mugello llevan celebrándose carreras desde los años veinte. Un devenir histórico que hace de este circuito enclavado en la Toscana uno de los lugares más icónicos para el automovilismo deportivo en Italia. Además, si nos fijamos en los récord de vuelta rápida establecidos con el trazado que definitivamente se adoptase a mediados de los setenta, en ellos vemos no pocos BMW. De hecho, un 635 CSI tiene la mejor marca realizada por un Grupo A. Mientras que un 3.0 CSL la tiene para los modelos del Grupo 2.
Razones interesantes para que el M5 E34 encargado de festejar en 1992 los veinte años de BMW Motorsport se distinguiera por su color rojo Mugello. La primera y más visible seña de identidad de las tan sólo 20 unidades de aquella serie especial. Recibiendo además ciertos detalles en fibra de carbono así como unas sobrias llantas negras. Además, en el interior destacaban las numerosas partes cubiertas con tapicería alcántara junto a los asientos Recaro SR.
Ahora este modelo cumple tres décadas desde su lanzamiento con algunas unidades disponibles en el mercado de preclásicos, destacando la ofertada por la empresa alemana Mint Classics. Conservada en perfecto estado con tan sólo 4.300 kilómetros en el odómetro. Sin duda uno de los M5 E34 más interesantes de entre todos los fabricados. Además de una excelente muestra de la labor de BMW Motorsport para este año en el que se cumple medio siglo desde su fundación.
Imágenes: Mint Classics