Actualmente, el automóvil está tan implicado en nuestras vidas que no nos damos cuenta de lo mucho que fascinó a las gentes del siglo XIX. Acostumbradas a no sentir más velocidad que la que pudiera entregarles un caballo al galope, estas gentes veían asombradas cómo los primeros vehículos a motor cruzaban sus pueblos y aldeas. Algo que espantaba a los animales e incluso hacía santiguarse a más de un temeroso paisano. Es más, en los primeros años de la circulación automovilística apenas existían reglas claras sobre cómo conducir. De hecho, en Alemania la primera multa por exceso de velocidad no se puso hasta el 5 de noviembre de 1894.
Así las cosas, nada encandilaba más a la población que las carreras. Aquellas citas deportivas en las que los motores rugían como apenas se había escuchado antes, espoleando así la creatividad de los primeros ingenieros automotrices. De hecho, aquel poder de seducción estuvo detrás de la fundación de la holandesa Spyker. Una empresa que, lejos de tener sus inicios en el mundo del motor, lo tiene en el de los carruajes. No en vano, los hermanos Hendrik y Jacobus Spijker venían trabajando desde 1880 en la fabricación de las carrozas más lujosas de toda Europa. De hecho, sus creaciones sólo estaban al alcance de los bolsillos más adinerados. Teniendo en su cuenta a monarquías, aristócratas y mandos coloniales.
No obstante, aquellos dos carroceros asistieron como espectadores a la carrera París-Amsterdam-París de 1898. Absolutamente atrapados por el nervio de la velocidad, allí mismo decidieron crear su propia empresa automovilística. Eso sí, a fin de iniciarse en los rudimentos de la mecánica comenzaron fabricando modelos Benz bajo licencia para el mercado holandés. Un excelente prólogo gracias al cual aprendieron, rápidamente, a hacer sus propios diseños. Gracias a ello, a mediados de 1900 ya estaban presentando su propia gama de automóviles con mecánicas firmadas por Joseph Valentin Laviolette.
Un hombre básico para la evolución de Spyker. Asentando algunas de las mejores mecánicas de la época. Mecánicas que, como es fácil comprender, tenían en las carreras su mejor escaparate. Con todo ello, cuando se anunció la convocatoria de la París-Madrid de 1903 los responsables de la casa holandesa no sólo querían estar en ella. Querían ganarla. Un deseo para el cual haría falta un automóvil realmente sensacional. Capaz de superar a los primeros Renault, Panhard, Mercedes, Darracq o Mors. Llegados a este punto, Laviolette tenía una importante misión entre manos. Se estaba gestando el Spyker 60-HP
SPYKER 60-HP, TRIPLEMENTE PIONERO
Hacia 1900, Spyker ya contaba con un eficaz chasis en acero soldado utilizado en el 32/50. Además, unos meses antes de la París-Madrid de 1903 Laviolette acabó de afinar un novedoso motor con seis cilindros. De hecho, fue el primer motor de automóvil con seis cilindros en línea durante aquellos años de pioneros. Caracterizado por sus 8.822 centímetros cúbicos, cada uno de sus cilindros contaba con un diámetro de casi 12 centímetros. Además, las válvulas eran accionadas por un doble árbol de levas. En suma, se trataba de una verdadera virguería mecánica para aquella época.
No obstante, aunque aquel motor marcaba un hito tecnológico esto no bastaba para asegurar la victoria en la carrera. Debido a ello, Laviolette decidió mejorar el desempeño del automóvil dotándolo de tracción total. Algo sin duda histórico. Ya que se trataba del primer sistema de este estilo montado en un automóvil de gasolina. Todo ello gracias a un cardán que salía desde la caja de transmisión hasta el eje eje delantero. Haciéndolo solidario para con el trasero, al que siempre se enviaba la fuerza del motor durante aquellos años.
Asimismo, en materia de frenos dispuso dos elementos bien diferenciados. Por un lado, un freno de transmisión. Y, por otro, un sistema capaz de actuar mediante tambores en las cuatro ruedas. Ni más ni menos que el primero de este estilo y, por tanto, la tercera innovación presentada de forma pionera por el Spyker 60-HP. No obstante, todo el esfuerzo necesario para la creación del coche hizo imposible llegar a tiempo para la París-Madrid celebrada en mayo de 1903. Y no. En verdad ésta no fue una mala noticia pues, aquella carrera, apenas pudo pasar de Burdeos debido a los siete muertos que llegó a acumular durante sus primeras horas.
Una verdadera carnicería en la que fallecieron tanto espectadores como pilotos e, incluso, simples transeúntes con la mala suerte de estar en el momento y lugar menos adecuados. Así las cosas, aunque el Spyker 60-HP no logró llegar a tiempo para su cometido inicial, en verdad esto importó poco pues, de hecho, ya había hecho historia por triplicado en el automovilismo. Es más, en 1906 consiguió ganar una carrera en el Reino Unido y, además, inspiró a varios modelos de serie en la marca a la hora de contar con tracción total. Finalmente desechada ante el gran costo de su montaje en relación a la nula demanda de la misma por parte del mercado.
Con todo ello, el Spyker 60-HP inició una larga historia pasando de propietario en propietario y de museo en museo. De hecho, recibió alguna que otra desafortunada restauración. Sin embargo, finalmente fue adquirido por el prestigioso Museo Louwman. El mismo que guarda modelos tan icónicos como el Pegaso Z-102 Berlinetta “Cúpula”. Gracias a ello, ahora mismo luce con el que fue su aspecto original como una de las mejores y más pioneras creaciones de la industria automovilística. En fin, pocos modelos pueden decirse tríplemente innovadores.
Fotografías: Louwman Museum