Deben de haber pasado más de veinte años desde la última vez que visité la feria más importante de Inglaterra, por lo que resultaba interesante volver esta vez.
Las primeras impresiones fueron buenas, con espacios de parking bien organizados y una gestión eficiente de la venta de entradas y del acceso al recinto. Más tarde, incluso constataría que la comida había mejorado considerablemente: ahora puedes comértela, aunque quizá no pagarla…
Como el país en el que se celebra, el Salón Nacional del Coche Clásico o National Classic Car Show acoge en su seno gran numero de rarezas y curiosidades que es difícil encontrar en cualquier otra parte del mundo. Es, en primer lugar, una feria para para los clubes de aficionados, que llegan a reemplazar a las marcas que protagonizan otros eventos europeos de primera línea como el Retromobile de París o la Techno Classica de Essen.
Así, si Mercedes-Benz, de manera oficial, ocupa en esta última feria mencionada un inmenso stand repleto de piezas procedentes de su museo, en Birmingham es el Mercedes-Benz Owners Club inglés el que se encarga de presentar, mediante quince modelos de sus miembros, la historia de la marca germana.
Quizá esto se deba a que en Reino Unido ya no se fabrican coches, a excepción de algunos japoneses; pero incluso en el caso de productos de lujo en los que la isla todavía goza de cierta reputación, como es el caso de Aston Martin y Rolls-Royce, también son los clubes -y no la fábrica- quienes asumen la representación de su marca de culto.
Si bien es cierto que este hecho hace disminuir el impacto provocado en la retina del espectador, también lo es que gracias a él se crea un salón a una escala menor, más amigable y poblado de entusiastas deseosos de compartir su afición.
Curiosa y diversa
Desde luego, es mas impactante la diversidad de intereses. Así, había un stand bastante fuerte de Bristol en el que se exponían casi cada uno de los modelos producidos por el fabricante inglés, desde el primer 400 derivado de los BMW 328 justo después de la II Guerra Mundial hasta los Blenheim y Fighter, que finalmente llevaron a la bancarrota de la compañía en 2011.
Más humilde, aunque igual de valioso en los tiempos que corren, era el espacio del Club de Propietarios de Microcoches, o Micro Car Owners Club, que contaba con un BMW 600, Fairey, Friskey, Bonds, Trojan, Heinkels y otros pequeñas curiosidades de tres y cuatro ruedas. A caballo entre estos dos esquemas estaba también el elenco de modelos expuesto por el Morgan Owners Club, centrado más bien en el nuevo 3 Wheeler ahora que la marca de Malvern se ha subido al carro del “cool marketing”.
Como metáfora del fin de la austeridad de posguerra, acaecido a mediados de los años cincuenta, el stand dedicado al Austin Metropolitan demostraba lo que un pequeño y esforzado grupo de aficionados puede hacer: Mediante un colorido despliegue de ocho coches, todos en un estado excelente, por primera vez el modelo híbrido parecía tener una razón de ser.
Recordemos que se trató de otro intento estrambótico por parte de Austin de invadir el mercado norteamericano. En alianza con Nash, el A40 fue recarrozado con el ánimo de parecer un turismo americano a escala ½, pero finalmente lo único que se consiguió fue juntar lo peor de las concepciones automovilísticas a ambos lados del charco.
Los Hot Rods también pusieron una nota de color en el grisáceo noviembre inglés. Hay quién no aprueba recortar un Ford Prefect y ponerle un motor Chevrolet sobrealimentado, pero lo cierto es que el talento artístico e imaginativo que dan lugar a estas máquinas es innegable y que el resultado final es muchas veces más interesante que el punto de partida, al menos para mí.
Un temprano ejemplar de Ford A flathead era un exquisito recordatorio de cómo los comienzos del hot rodding estuvieron protagonizados por jóvenes que construían sus propios deportivos. El coche estaba bellamente proporcionado, bajo y potente, sin los excesos que vendrían después.
La competición de clásicos es extremadamente importante en Reino Unido, por lo que hay numerosos organizadores de carreras y rallies. El Historic Sports Car Club es uno de los clubes más grandes y activos a este respecto, y su espacio era una deliciosa cornucopia de bólidos de entre los años 50 y los 70, desde Turner a Nissan, poblado por aficionados con unos conocimientos colosales. Había allí un rarísimo Cannon GT, un GT de motor central fabricado en los sesenta por Mike Cannon y que desconocía.
En el stand de Ferrari -de su club inglés- podías ver F40, F50 y Enzo juntos. Maserati nos enseñaba todos y cada uno de los Quattroporte y sus variantes hechas hasta la fecha, mientras que Bugatti enfrentaba al Veyron con el Brescia. Aston Martin y Rolls-Royce también contraponían pasado y presente. Otro espacio estaba dedicado a los coches de los Beatles; había glamour por todas partes…
Sin embargo, Birmingham no es un lugar glamouroso y, si eso es lo que buscas, entonces Retromobile, en París, es tu feria. Por otro lado, no es, ni remotamente, del tamaño de Techno Classica Essen, ni cuenta con su variedad de proveedores especialistas en productos y automobilia. Tampoco consigue igualar las dimensiones de Padova, en Italia, pero quizá si tiene el espíritu de esta última reunión, organizada por y para entusiastas y en la que se ven cosas poco comunes.
Eso sí, si quieres conocer a fondo la producción de Vauxhall, ver diez derivados de Hillman Imp en un solo sitio, o admirar algunos de los mejores automóviles deportivos y de competición de la posguerra en adelante, un fin de semana de otoño en Birmingham podría ser más atractivo de lo que parece a primera vista.
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