Sin duda, una de las figuras más influyentes en la historia del automovilismo ha sido Gianni Agnelli. Cara visible del Grupo Fiat durante su expansión internacional, este abogado de formación fue uno de los directivos clave para la industria del siglo XX. Además, su visión no sólo fue esencial dentro de la empresa turinesa, sino también en otras marcas como Ferrari, Lancia o Alfa Romeo. Todas ellas absorbidas bajo su participación en la dirección de Fiat.
Así las cosas, mencionar el nombre del conocido como L’Avvocato es tanto como referirnos a una de las páginas más influyentes en la industria automovilística. Una de esas en las que, para bien o para mal, la influencia del personaje acaba siendo indisociable respecto a la de su empresa. De esta manera, todos y cada uno de sus coches fueron siempre sometidos al examen de los medios. Una historia en la que nos encontramos auténticas maravillas creadas por y para quien fuera el rostro público de Fiat.
Llegados a este punto, desde su Lancia Delta Integrale Cabrio hasta un Testarossa descapotable creado bajo el permiso de Ferrari, el garaje de Agnelli almacenó algunas de las mejores piezas únicas del automovilismo italiano.
Una panoplia en la que también destacan el 131 Break con el cual iba a esquiar o el único Croma MKII con motor V8 jamás ensamblado. En suma, no sólo una fantástica colección, sino también un conjunto de hábiles operaciones publicitarias.
Y es que, al fin y al cabo, la propia clase desprendida por Agnelli resultaba un valor en sí mismo de cara a mejorar la imagen de la marca. Ahora, como en casi todas las historias aquella también tuvo un capítulo inesperado. No en vano, a mediados de los años cincuenta, ya con un poder creciente en la Fiat de Vittorio Valletta, Gianni Agnelli encargó a la firma carrocera Boano una pieza única con base Chrysler. Sin duda, algo tan inesperado como polémico.
CHRYSLER 300B BOANO, UN REFERENTE EN LOS CONCURSOS DE ELEGANCIA
En 1955 apareció en el mercado estadounidense una de las opciones más prestacionales y lujosas de la época. Hablamos del Chrysler 300, un espectacular modelo dotado no sólo con los mayores lujos del momento sino, sobre todo, con un motor V8 capaz de entregar más de 300 CV con la comodidad de un cambio automático. En suma, una máquina creada por y para el disfrute tranquilo y sosegado en largos viajes. Todo ello, claro está, envuelto en unas líneas típicamente americanas.
Dicho esto, lo cierto es que los fabricantes europeos no estaban proporcionando un producto capaz de competir con semejante diseño. De hecho, a mediados de los años cincuenta, la alta gama europea se entendía en un sentido estrictamente deportivo más allá de los consabidos ejemplos fabricados por Rolls-Royce. Es más, la llegada del icónico Mercedes 600 aún debería esperar hasta comienzos de la década siguiente.
Bajo este contexto, no resulta extraño que una de las mayores finanzas italianas de la época sopesara la posibilidad de adquirir un Chrysler 300. Eso sí, dado que ésta era la de Gianni Agnelli aquello pasaba a ser más polémico debido a su participación en Fiat. ¿Qué imagen estaría dando esto? Más aún cuando, además, la propia Chrysler era una empresa con ambiciones claras en el mercado europeo. Algo que, sin ir más lejos, ilustró a la perfección la historia de Barreiros Diésel en Villaverde.
Llegados a este punto, L’Avvocato pensó en adecuar su capricho camuflándolo bajo las líneas de un carrocero local. De esta manera, en 1956 contactó con Mario Boano, a quien se le consignó la realización de una nueva apariencia para el Chrysler 300. Recién salido de Ghia, el notorio diseñador italiano confeccionó en su taller una carrocería elegante y atemporal, magistralmente rematada en un adecuado tono dorado.
Además, intervino en el chasis reduciendo la distancia entre ejes a fin de hacer más apto al automóvil para las carreteras europeas. Aquellas en las que se preveían largos viajes, los cuales estarían envueltos en las mejores comodidades dispuestas en su habitáculo dotado con lo mejor del momento. En suma, una pieza única a la que poder calificar de obra maestra en todos los sentidos. Es más, en sus líneas resulta evidente la influencia de los diseños elaborados por Ghia para Chrysler bajo el impulso de Virgil Exner. Algo lógico pues, al fin y al cabo, el propio Boano había participado en ellos.
No obstante, cuando el Chrysler 300B Boano estuvo acabado en 1957 Gianni Agnelli había dado una vuelta de tuerca a su posición sobre el encargo. Debido ello, prefirió no usarlo como vehículo habitual en base al mencionado criterio de imagen corporativa, pasándoselo por tanto a su hermano. A la sazón, representante de Fiat en Francia. Tras esto, esta maravillosa pieza única estuvo en el país galo durante más de tres décadas antes de recalar en los Estados Unidos.
País donde, concretamente en Florida, recibió recientemente una de las restauraciones más sonadas en el panorama de clásicos. Todo ello a cargo de Rare Classic Restorations, el cual ha creado un trabajo soberbio merecedor de diversos premios internacionales desde el pasado 2019. De hecho, el Chrysler 300B Boano de los Agnelli ha sido uno de los protagonistas más sonados en Villa d’Este 2022 o Peeble Beach 2019. En fin, una de las mejores piezas únicas en la historia de la gama alta que, además, incluye una polémica sobre los límites de la imagen corporativa.
Fotografías: RM Sotheby’s