Siempre se ha dicho que España es diferente, ese ya casi tradicional “Spain is diferent” que usa tanto para lo bueno como para lo malo. Y si, en parte, hay razón en esa pequeña frase, ¿verdad? La siesta es una de esas rarezas españolas, al igual que ver la televisión hasta muy tarde, los bares abiertos hasta muy tarde o nuestra manía de hablar a gritos cuando estamos con amigos. Salir a fumarse un cigarro cada dos por tres en el trabajo, llegar tarde a los sitios, el aperitivo de los domingos que se alarga hasta la hora de cerna… Sí, España es diferente.
Esa forma de vivir, esa forma de ver las cosas, afecta a todo lo que tiene relación con España, y por eso, nuestra historia es tan particular y tenemos a un coche, una máquina, como uno de los mayores cambios sociales que se han registrado históricamente: el SEAT 600, un pequeño utilitario lanzado en la década de los 50 y que se fabricó 16 años, para encontrar su final el 3 de agosto de 1973 después de haber alcanzado las 799.419 unidades y de convertirse en un icono social y cultural de la España de los años 60.
Si lo miramos con perspectiva, el SEAT 600 era un coche básico, extremadamente sencillo y económico. Hoy diríamos que es un coche “low cost”, como lo puede ser un Dacia Sandero, o como lo era en sus inicios. La pretensión de Fiat cuando desarrolló el modelo, pues no olvidemos que era un coche fabricado bajo licencia, era la de ofrecer un automóvil económico para venderlo en masa. Justo lo que hacía falta en una España que todavía sufría una recuperación lenta tras una guerra civil que dejó el país para los restos.
Así, el primer SEAT 600 salió de un taller de Barcelona el 8 de julio de 1957 con matrícula B-141.141, aunque la primera unidad se fabricó el 27 de junio de 1957. No obstante, hay una historia que dice que el primer SEAT 600 no fue este, sino uno que se vendió en un taller de Valencia y que no se matriculó hasta el 5 de diciembre de 1957. Al principio era un producto caro, no al alcance de todos como se pretendía, pero eso cambió poco a poco y se convirtió en una realidad cuando se comenzó a ofrecer el pago a plazos, la auténtica magia del SEAT 600. Bueno, eso y que la “Sociedad Española de Automóviles de Turismo” estaba controlada por un gobierno autoritario y dictatorial, que hacía lo que fuera necesario para que SEAT fuera la referencia en el mercado.
De todas formas, tampoco había mucho donde elegir, sobre todo con los sueldos que tenían los españoles de entonces. En Vigo se fabricaba el Citroën 2CV, en Valladolid el Renault 4CV, el Biscuter Serie 100 salía de Barcelona y las calles estaban llenas de motocicletas, gracias a una industria que llegó a ser una de las más potentes del mundo; lástima que no fueran capaces de adaptarse a los cambios.
Pero, si echamos todas esas cosas a un lado, el 600 supuso uno de los mayores cambios en la historia de la sociedad española. El SEAT 600 abrió la puerta a los viajes y fue el detonante de las vacaciones como las entendemos hoy día y de una enorme expansión de la industria de sector servicios, también fue el detonante para la creación de una red de carreteras, con infraestructuras para mantenimiento y repostaje, que en aquellos años se podía considerar miserable. Los viajes “al pueblo”, el famoso “turismo interior” y hasta viajar con la única intención de conocer el mar; el SEAT 600 trajo todo eso a las familias españolas, que, hasta ese momento, solo disponían de un transporte público tan miserable como las carreteras.
Podemos añadir un hito más en la historia del 600: permitió que las mujeres españolas comenzaran a conducir. Hoy, que una mujer conduzca su propio coche, comprado con su dinero, está fuera de toda duda, pero en aquellos años, si la mujer tenía coche era porque el marido se lo había comprado y no era nada común que condujeran. Algo que, por suerte, el SEAT 600 ayudó a cambiar.
Finalmente, el SEAT 600 se convirtió en algo más que un coche, se convirtió en un miembro más de la familia, en parte del paisaje de las carreteras españolas y en un icono social al que hoy, 50 años después de que saliera la última unidad de la línea de montaje, le rendimos un sentido homenaje.