Hace algo más de dos décadas la Scuderia Ferrari presentaba el F2002. Protagonista en los días de Rubens Barrichello y Michael Schumacher, este monoplaza lucía una excelente aerodinámica, un centro de gravedad muy bajo y una considerable reducción de peso respecto a su predecesor. Así las cosas, no sólo fue la máquina dominante durante la temporada del 2002, sino también uno de los mejores F1 de la historia al cosechar 15 de sus 19 carreras disputadas.
Ahora. ¿Qué efecto publicitario tuvo esto para con los modelos firmados por la popular Fiat? Bueno, si nos fijamos en el morro del Ferrari, el logotipo de la popular marca turinesa lucía justo por encima del “cavallino rampante”. Además, esto no era nada nuevo puesto que venía dándose desde muchos años atrás. Es más, la propia Fiat tenía el control sobre la casa de Maranello tras haberla adquirido ya a finales de los años sesenta. Por cierto, junto a Lancia y bajo la insistencia del estado; temeroso de una compra masiva a cargo de Ford.
Con todo ello, de una manera u otra Ferrari actuaba como la joya de la corona en el Grupo Fiat. Un símbolo. Un elemento de prestigio que, aunque no aportaba casi nada en términos de préstamo tecnológico a otras marcas del conglomerado, sí daba una más que evidente pátina de respeto, calidad y atractivo. Así las cosas, y aunque pueda resultar ridículamente entrañable, algunos propietarios de Fiat Uno, Tipo o Tempra decían -con un tono entre sarcástico y orgulloso- aquello de “éste y un Ferrari, primos hermanos”.
Asimismo, este tipo de hilazas ya habían llegado a su paroxismo durante los años ochenta. De hecho, los modelos del malogrado Grupo B las habían llevado hasta sus últimas consecuencias pues, al fin y al cabo, la tecnología compartida entre, por ejemplo, un Peugeot 205 de calle y uno del Mundial de Rallyes era realmente nula. Sin embargo, el aspecto general del coche, su carrocería, procuraba establecer una relación entre ambos tan falsa como evidente.
Hecho éste muy cuidado por los fabricantes pues, no en vano, sabían que de una manera u otra así se lograba publicidad y prestigio para el coche de calle. Y sí, lo lograron. Es más, en el caso de Audi sus éxitos en el Mundial de Rallyes fueron clave para el asentamiento de su imagen como una marca puntera y diferenciada entre BMW y Mercedes. Dicho de otro modo: siempre y cuando se hiciera con cabeza, invertir en competición seguía siendo una estrategia rentable a la hora de vender más coches de serie en los concesionarios.
Con todo ello, cuando en 1985 se fundó SEAT Sport ésta tuvo en cuenta dichos planteamientos a la hora de desarrollar sus diseños. De esta manera, lo primero fue incidir en el panorama de carreras nacional a fin de fortalecer la imagen de la marca en su propio mercado. Algo, por otra parte, especialmente necesario tras los duros años de dudas provocadas por el paso de Fiat a Volkswagen. Llegados a este punto, sus dos primeros modelos -el Ibiza Bimotor y el Marbella Proto- tuvieron como objetivo el Campeonato de España de Rallyes de Tierra.
No obstante, aún quedaban muchos pasos por dar especialmente en el ámbito internacional. Debido a ello, en Seat Sport decidieron crear un modelo específico para el ámbito de los raids. En verdad una buena idea pues, mientras en el Mundial de Rallyes aún se estaba viviendo la resaca de los Grupo B, competiciones como el París-Dakar o la propia Baja Aragón disfrutaban de una popularidad creciente. Por ello, en Seat comenzaron a trabajar en un modelo apto para devorar dunas, pistas de tierra y todo tipo de obstáculos.
Eso sí, esta vez se trataría de un proyecto de nuevo cuño, ideado desde cero para la competición y, por tanto, sin conexiones mecánicas con la gama de serie. De todos modos, de cara a aprovechar el tirón publicitario, en Seat Sport idearon un aspecto de Ibiza para su nueva criatura pues, no en vano, éste era el modelo más icónico -y afortunadamente rentable- en los concesionarios. De esta manera, aprovechando el Salón de Barcelona de 1989 Seat Sport presentó un modelo estático de lo que iba a haber sido el Ibiza Marathon.
No obstante, cuando en 1991 se lanzó el Toledo cambiaron las prioridades publicitarias de la marca. Razón por la cual, al ver la luz el definitivo proyecto del modelo de raids en 1993, lo hizo bajo el nombre de Toledo Marathon incluyendo guiños evidentes a la estética de la berlina gracias a sus puertas y grupos ópticos. Todo ello, claro está, desechando de facto lo presentado años antes.
De todos modos, ya que la historia es casi siempre irónica el Ibiza acabó tomándose su revancha en 1995. Año en el que, a pesar de haber logrado resultados más que prometedores, se canceló la trayectoria del Toledo Marathon a fin de centrar todos los esfuerzos de Seat Sport en la creación de un Ibiza para el Mundial de Rallyes. Ni más ni menos que el Kit Car con el cual se cosecharon tres títulos mundiales en la categoría de dos litros.
Fotografías: Seat Históricos