Italdesign Columbus carrocería
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ItalDesign Columbus: la más desproporcionada celebración del descubrimiento de América

No se hizo más que un ejemplar, pero hubiese sido toda una experiencia viajar en esta especie de nao capitana por las autopistas de la América ya descubierta.

Al primer golpe de vista, la ItalDesign Columbus recuerda a una especie de Jumbo 747 con la cabina del piloto sobreelevada y el compartimento de los pasajeros en la planta baja. Aunque, de inmediato, uno se da cuenta de que no está ante un avión, sino lo que parece una suerte de autocar de aeropuerto, que también podría ser. ¡Ah!, no. Pues tampoco. ¿Qué será entonces?, ¿la locomotora de un tren de alta velocidad? Que no, que no, que es un monovolumen gigantesco.

Si nos acercamos a la ventanilla, vemos un despliegue de lujo y confort en todas y cada una de las cuatro filas de auténticos butacones que componen la disposición de las hasta nueve plazas que puede montar en su interior. Todas ellas son absolutamente envolventes, giratorias, reclinables y disponen de una pequeña televisión individual, así como mandos para el aire acondicionado.

Italdesign Columbus

Desde fuera, lo que no llegamos a ver bien es la primera de esas filas, la que únicamente tiene el sillón del conductor colocado en posición central y más alto que los demás. Este gira sobre un eje central, de forma que puede abordarse desde los dos lados. A su alrededor le circundan un acopio de botonerías y sendas guanteras a izquierda y derecha. Es muy característica la palanca de cambios, que sale directamente del salpicadero, casi en horizontal, hacia atrás. He dicho característica porque bonita no se puede decir que sea, la verdad.

ITALDESIGN COLUMBUS COMO CELEBRACIÓN

Para celebrar el Quinto Centenario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, la firma italiana ItalDesign presentó en 1992 esta nada convencional propuesta de un furgón de carretera de altas prestaciones. No en vano, estaba animado por el famoso motor BMW de 12 cilindros en V con 24 válvulas, 4.988 cm3 y 300 CV de potencia, procedente del 750 E32. Además, contaba con dirección a las cuatro ruedas, pues las traseras rotan hasta 15º para favorecer la maniobrabilidad.

El chasis de acero estructural soporta una carrocería realizada en fibra de carbono de 6 metros de largo y 2,06 m de alto. Unas medidas descomunales para la época y que seguirían llamando la atención incluso en las carreteras actuales pobladas de los dichosos SUV. Contaba con una batalla de 3,82 metros que servía para configurar un habitáculo con una disposición de asientos del todo inhabitual: 1-2-2-2.

Para acceder al interior, cuenta con cuatro puertas desiguales. Las delanteras son bastante amplias y dan acceso a los escalones que llevan al asiento del conductor, pero las más curiosas son las traseras que van divididas en dos secciones. La parte inferior de apertura convencional y la superior a modo de pequeñas alas de gaviota, lo que permite entrar prácticamente de pie a las plazas de los viajeros.

QUEDÓ INÉDITO

Está claro que una apuesta tan arriesgada como esta requiere de un estricto estudio de mercado y muy probablemente de un más temerario aún directivo que le diera luz verde al proyecto. Lo primero, entiendo que se haría, lo desconozco; pero la segunda premisa sine qua non, la del directivo atrevido, esa seguro que no se cumplió.

Se hubieran necesitado muchos bemoles para lanzarse a un segmento tan minoritario con una proposición tan fuera de norma. Por otro lado, vistos los materiales, los acabados, la parte dinámica, el motor… todo, el arco de precio no parece que fuese a ser ni siquiera de nivel medio, sino, bien al contrario, altísimo.

Todas estas circunstancias juntas hicieron que se quedara en ejemplar único y verdaderamente es una lástima. Me hubiera encantado jugar dos roles bien diferentes a bordo. Bien conducir este armatoste por las highways americanas rumbo a Florida y sus Everglades o sentarme en la fila de atrás del todo e ir viendo cómo va tragando millas en medio de un silencio atronador.

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Escrito por Jaime Queralt-Lortzing Beckmann

La voz inglesa freaky la hemos trasladado al español como friqui y creo que define bastante acertadamente mi desmedida afición por esos clásicos que, por una razón u otra, puedan ser considerados raros, como series de unidades limitadas, con soluciones tecnológicas excéntricas o esos prototipos desconocidos. Empecé organizando, junto con un grupo de entusiastas, el campeonato TRECE de regularidad para clásicos y tengo el placer de formar parte del equipo que fundó la extinta revista Coches Clásicos, en la que hemos tenido la ocasión de escribir desde hace dieciocho años. Sigo considerándome piloto de rallies y trato de preservar una pequeña colección de esas rarezas.

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