Cuando el Mini nació en 1959 estaba destinado a revolucionar la industria del automóvil gracias a su configuración de motor delantero montado de manera transversal. La historia ya se ha contado en numerosas ocasiones, pero no está de más recordarla, pues no fue hasta los años sesenta cuando John Cooper se fijó en el potencial deportivo que tenía el compacto que Sir Alec Issigoni había diseñado, creando así el mítico Mini Cooper, un coche que arrasó en diversas competiciones, con un especial protagonismo en el Rally de Monte Carlo, una prueba que consiguió ganar de manera consecutiva varios años.
El Mini Cooper y su prestacional motor de 1.275 centímetros cúbicos logró mantenerse en producción hasta el final de la vida comercial del modelo, fabricándose hasta el año 2000, incorporando durante ese tiempo mejoras como la inyección de combustible durante la época de los Mini de Rover. Pero durante la popularización y proliferación de los turbocompresores en compactos deportivos en la década de los ochenta se decidió incorporar esta tecnología en el Mini.
ERA MINI TURBO, EL SUPUESTO SUCESOR DEL 1275
Hasta entonces lo más parecido que había existido a un Mini con turbo eran los Innocenti De Tomaso Turbo, cuando esta marca había reemplazado las mecánicas inglesas por otras procedentes de Daihatsu. Es en 1988 y con el fin de sustituir al Mini Cooper S que ERA (English Racing Automobiles), una marca conocida por sus coches de competición desde los años veinte, habían vuelto al negocio tras 35 años de parón, y lo hicieron proponiendo a Rover sus planes para el Mini.
El coche resultante tenía que conservar los mismos principios que hicieron grande al Cooper, con un manejo veloz, ágil y divertido. En cuanto a su estética debía ser reconocible como un Mini, pero a su vez diferenciarse a simple vista, por lo que se encargó un kit de carrocería especial a Dennis Adams, que previamente había trabajado diseñando algunos de los modelos deportivos de la marca Marcos. Y con el fin de mantener los costes de este ambicioso proyecto lo más bajos posibles se intentaría que el Mini de ERA emplease el mayor número de componentes de Rover posible.
El ERA Mini Turbo logró desarrollar 94 CV de potencia al incorporar el turbocompresor Garrett T3, que compartía con el MG Metro Turbo, en el motor 1275 del Cooper, convirtiéndolo en el Mini más rápido producido en serie al lograr alcanzar una velocidad máxima de 185 kilómetros por hora. Aunque con estas cifras pueda parecer que el coche solo podía ser conducido por las manos más expertas fue diseñado para poder ser disfrutado hasta por los conductores más casuales gracias a un comportamiento muy dócil y predecible que empezaba a ser muy divertido a partir de las 4.000 revoluciones.
Algunas de las mejoras a las que se sometió el coche fue el rediseño de una nueva suspensión, que fue diseñada y probada con ordenadores, logrando que la altura del coche fuese menor con cuatro amortiguadores ajustables en altura que mejoraban el manejo del coche y minimizaban los problemas derivados de la conducción de un tracción delantera muy potente. También contaba con unos frenos de disco delanteros ventilados y las zapatas traseras también fueron mejoradas, además de tener un servofreno que aseguraba una respuesta adecuada cuando se pisaba el pedal.
MÁS CONFORT PARA EL MINI MÁS RÁPIDO
Desde ERA no solo pensaron en las prestaciones del coche, el que iba a ser el sucesor del Mini Cooper debía mejorar en el apartado de la comodidad, una de las mayores en aquel momento si se quería usar el coche a diario. La posición de conducción cambió por completo, con la columna de dirección situada de tal manera que la postura al sujetar el volante se asemejaba ahora a la de un deportivo. Los asientos eran los del MG Metro pero un poco más estrechos su tapicería de cuero fue elaborada por Connolly Leather, una compañía conocida por suministrar elementos en piel para marcas como Rolls-Royce, Aston Martin, Jaguar o Range Rover.
El equipamiento, muy avanzado para su época, traía elementos como el aire acondicionado que logró entrar milagrosamente en el ya apretado capó del Mini, que tuvo que ser modificado para alojar todas las nuevas mejoras. El ERA Mini Turbo también incrementó su insonoridad en el habitáculo, un problema de los Mini casi desde su lanzamiento.
El resultado termino siendo un coche muy bueno, pero bastante caro, con un precio similar al del Volkswagen Golf GTi 16v. Uno de los motivos principales para la creación de un Mini con Turbo fue el boom popularidad con la que contó el coche en Japón durante los años ochenta, por lo que la mayoría de las unidades del ERA Turbo se terminaron vendiendo en el país nipón. Finalmente, solo se construyeron 436 unidades entre 1989 y 1991 del que fue el Mini más rápido, y que sorprendentemente es conocido por muy pocos a día de hoy.
Imágenes de ERA, ERATurbo.co.uk.