En todas las profesiones hay frases que se repiten con frecuencia y con las que, quienes las dicen, pretenden darse a sí mismos un aire de entendido. Una de esas frases habituales es la de “Época Dorada” del automovilismo para definir un determinado período, denominación que yo he visto aplicada a los años 30, 50, 60, 70 y 80. Y otro tanto sucede con los rallies. Parte de la explicación la tenemos en el pasado artículo de “yo, mí, me, conmigo”, en que comentaba esa tendencia nacional a considerarse uno mismo como el centro del universo. Por tanto, la “época dorada” es la que YO he vivido de joven.
Como en España eso de leer y documentarse suele ser inhabitual, una amplia mayoría de aficionados y profesionales sólo conoce lo que tiene en su memoria desde la niñez hasta la juventud. Es decir, nunca lo que ha leído o estudiado sobre el tema, con lo cual se pierde una perspectiva histórica que es siempre enriquecedora. Además, ésta permite valorar mucho mejor la época actual y las proyecciones futuras al tener muchos más elementos de juicio. Y es que ¿cómo podemos entender el presente sin conocer mínimamente el pasado?
LA ÉPOCA DORADA DEL AUTOMOVILISMO
La primera referencia que tengo de eso de la “era dorada” en relación con el automóvil y la competición la vi en libros referentes al período 1934-1939. Fueron años en los que el dominio de los Mercedes-Benz y los Auto Union en los Grandes Premios fue arrollador, con un alarde técnico y de medios sin comparación. Sólo el superdotado Tazio Nuvolari fue capaz de privarles de alguna que otra victoria con sus Alfa Romeo, hasta que el mantuano acabó fichando por Auto Union.
Luego, tras la II Guerra Mundial, he visto bautizar a distintos períodos como “época dorada” del automovilismo en contraposición al momento actual. Siempre está presente la nostalgia a veces inherente de los tiempos pasados que, no sé por qué, parece que han sido siempre mejores que los actuales. Se cita como demostración de lo que dicen algunos momentos álgidos de pruebas concretas, como por ejemplo el duelo entre Villeneuve y Arnoux en Dijon (Francia) en 1979, como si esa efeméride hubiera sido una constante de esas temporadas.
Es cómo cuando uno dice que las canciones “de sus años” eran mejores que las actuales. En realidad, lo que ocurre es que las de hace varias décadas que hoy se escuchan son las que el tiempo ha seleccionado, cosa que también ocurrirá dentro de dos o más décadas con las actuales. Por el mismo motivo, y volviendo a la competición tenemos que, tras ver un par de duelos emocionantes de hace tiempo, esos duelos pasan a ser la norma y definen una “Época Dorada” que pasa a ser única.
A VUELTAS CON LOS ADELANTAMIENTOS
Podemos decir que, desde que aparecieron los alerones y, posteriormente, el efecto suelo, hubo un incremento muy notable de la velocidad de paso por curva. A eso se sumaron unas distancias de frenado mucho más cortas, siendo más fácil ir a fondo, por lo que los adelantamientos se hicieron más difíciles y escasos. Un reproche general a la F1 y a otras disciplinas era el de que apenas había adelantamientos. Para eso se introdujo el DRS, y ahora resulta que uno de los reproches que hoy se hacen a la F1 es la facilidad -relativa- que el DRS proporciona a los pilotos para adelantar. Pues bien, resulta que esos años anteriores tan criticados por lo que acabo de comentar, eran también una “época dorada” del automovilismo. Estoy seguro de que, si hoy se prohibiera el DRS, en un par de años se hablaría de la “época dorada del DRS”.
Además, si uno analiza un poco las cosas y sin irse a años anteriores a la Fórmula 1 que, por definición, es sólo un nombre con el que se han ido elaborando diversos reglamentos de los coches de Gran Premio desde 1948, convendría no olvidar que los citados Grandes Premios datan de 1906. Ya desde entonces, se puede comprobar que con frecuencia había superioridad de unos automóviles sobre otros, con “años” Sunbeam, “años” Bugatti, y así un suma y sigue con Delage, Alfa Romeo, Mercedes y otros.
Y desde 1948, vimos a los Alfa Romeo 158 dominar con autoridad hasta 1951; al Ferrari 500 F2 (sí, Fórmula 2) ganar carrera tras carrera en 1952 y 1953 con Ascari; a los Mercedes W169 de 1954 y 1955 con Juan Manuel Fangio, y así un largo suma y sigue. En la F1 de 1.500 cm3, entre 1962 y 1965 el dominio de Jim Clark con Lotus fue prácticamente total, si bien las nada infrecuentes averías de los Lotus le privaron del título en 1962 y 1964. De hecho, entre los periodistas del motor se puso de moda la frase de “ganar a la Clark”. Esto es, lograr la pole e irse en cabeza con -aparente- facilidad desde la salida, cruzando primero por meta, algo así como Verstappen en estos últimos dos años. ¿Eran también esos años una época dorada?
Y si nos vamos a otras disciplinas como la resistencia ¿cuál ha sido la “época dorada”? ¿La de los duelos entre los Alfa Romeo y Bugatti? ¿La de las luchas Ferrari-Jaguar; Ferrari-Aston Martin; Ferrari-Ford; Ferrari-Porsche y Ferrari-Matra? ¿O bien los años de dominio de Audi?
¿REALMENTE EXISTE LA ÉPOCA DORADA DEL AUTOMOVILISMO?
Todas las épocas tienen sus momentos álgidos, y el automovilismo, por ser un deporte ultra técnico, está sujeto a momentos peores y mejores. En todo caso, siempre, en cada temporada y hasta en cada carrera, hay algo digno de verse, aunque a veces parece que sólo los adelantamientos y algún que otro accidente son entretenidos para algunos. En Mónaco no hay apenas adelantamientos y, sin embargo, ver a los coches rozando los raíles, con el talento y la maestría que supone ir al límite curva tras curva y vuelta tras vuelta es por sí mismo un espectáculo grandioso…
Si se sabe apreciar, se disfrutará de ver cómo actúa ese martillo pilón llamado Hamilton cuando le dicen desde boxes que ha de ir a por todas, o la increíble velocidad y capacidad de Alonso para “leer” la carrera en todo momento; la insolente supremacía de Schumacher durante varios años, la genialidad y el coraje de Gilles Villeneuve, la velocidad de Senna, la precisión casi matemática de Prost; la perfección y superioridad casi insultante de Clark y Stewart; la espectacularidad de Peterson, el dominio permanente de Fangio fuera con el coche que fuese… Y si retrocedemos más, la superioridad de verdaderos genios como Nuvolari, Caracciola, Rosemeyer, Chiron y otros sobre unos coches potentísimos cuyos motores superaban ampliamente en prestaciones a sus chasis y a sus neumáticos…
Todo lo cual conforma tantas “épocas doradas” del automovilismo como generaciones. Así que conviene saber mirar por el retrovisor y olvidar ese adanismo según el cual la “época dorada” empieza con uno mismo. Quien no quiera estudiar el pasado está en su perfecto derecho a hacerlo, pero, por favor, que no pontifique bautizando como “época dorada” a la suya por el simple hecho de ser la que él ha vivido.
NOTA: Pablo Gimeno Valledor es miembro de la Comisión de Cultura de la FEVA.