Javillac
Los primeros años del automóvil fueron una era similar al lejano oeste en cuanto a normas escritas sobre la circulación se refiere. Existían pocas leyes, y cada municipio contaba con las suyas propias sobre cómo se debía conducir, con un primer reglamento sobre la circulación de automóviles en España elaborado en 1918. Para aquella época la mayoría de las ciudades españolas ya habían determinado que se tenía que circular por la derecha, pero la capital fue la excepción, siendo la última urbe en adoptar este cambio del que se cumplen hoy cien años.
Madrid era una ciudad mucho más pequeña de lo que es hoy, pues aún no superaba el millón de habitantes. Los automóviles eran un invento reciente que estaban tan solo al alcance de muy pocos, y hasta entonces apenas se habían matriculado 15.000 vehículos en la provincia. Sin embargo, el tráfico era desordenado y caótico, pues, aunque el límite de velocidad era de 20 kilómetros por hora, en las calles de la villa convivían carruajes, motos, tranvías, peatones y automóviles.
A esto se sumaba la anomalía de tráfico que era circular por la capital, que a menudo generaba accidentes por parte de conductores que venían de otros lugares y ya estaban acostumbrados a conducir por la derecha. La industria del automóvil ya había empezado a estandarizar los coches con volante a la izquierda, como Henry Ford, por lo que era cuestión de tiempo que Madrid acabase con la tradición de transitar por la izquierda.
LA MEDIANOCHE DEL 10 DE ABRIL DE 1924
Fue Juan O’Donnell, el entonces gobernador militar y civil de Madrid bajo la dictadura de Primo de Rivera quien promovió una serie de cambios en la circulación de la ciudad que incluía invertir el sentido en el que se transitaba. El 22 de marzo de 1924 se publicó dicho reglamento que entraría en vigor a partir del 10 de abril que además dictaba cómo tenían que caminar los transeúntes que caminasen por la metrópolis, dependiendo de la anchura de la acera.
«Desde el 10 de abril próximo venidero todos los vehículos irán por la derecha de las calzadas, tanto en las calles como en las plazas. Los peatones deberán caminar siempre por la acera derecha de las calles, según la dirección en que vayan, quedando prohibido en absoluto estacionarse dentro de las mismas y de ambular por las calzadas».
A la media noche de aquel 10 de abril le siguieron unos minutos de lógico caos mientras que los automovilistas circulaban por primera vez por el lado derecho de las calles de Madrid, y durante un tiempo fue frecuente ver coches que lucían un cartel en el que recordaban “Llevad la derecha”. Más curioso aún fue el caso de los tranvías, que desde las doce de la noche interrumpieron su servicio para realizar las modificaciones oportunas que permitieron reanudar su operación solamente ocho horas más tarde, ahora adecuados al sentido de la marcha.
Todo esto para el asombro de los habitantes más despistados de la ciudad, que amanecieron pensando que por arte de magia la ciudad se había dado la vuelta por completo, cambiando el aspecto de algunas zonas de la noche a la mañana. El ingenio popular hizo que muchos tildaran a esta medida como una muestra más del régimen de derechas de Primo de Rivera.
Madrid tardó poco en acostumbrarse a esta nueva manera de conducir, y tan solo unas horas después tuvo lugar el primer accidente de tráfico tras la implementación de esta norma; una colisión entre un automóvil y un tranvía que dio por inaugurada una forma de transitar de la que se cumple hoy un siglo.
