El mundo de la aviación y el automóvil ha estado muy estrechamente relacionado en algunas épocas. Por ejemplo, en los años treinta algunos de los vehículos más lujosos contaban con un altímetro en su salpicadero, y el fenómeno de las aletas traseras en los coches nació inspirándose en los zepelines y aeronaves más punteras de su tiempo.
Todo cambiaría con la invención de los aviones a reacción al término de la II Guerra Mundial, permitiendo al ser humano lograr el impresionante hito de romper la barrera del sonido por primera vez. El siguiente paso en el progreso de la aviación era crear un avión de pasajeros supersónico, algo que se logró en colaboración de los mejores ingenieros ingleses y franceses, bautizando a esta creación conjunta como Concorde -además del Tupolev Tu-144, claro está-; aeronave que cautivó al mundo y que sirvió a Citroën para realizar algunas de las mejores fotografías a sus modelos más icónicos.
CITROËN CX CONCORDE TURBO, VOLANDO SIN ALAS
Aunque el primer vuelo del Concorde tuvo lugar en 1969, no fue hasta 1976 cuando esta prestigiosa aeronave entró en servicio. En 1986 el avión supersónico seguía de moda, y con el fin de celebrar los diez años de operaciones del Concorde, se busca crear algo que sea lo más parecido posible a una versión de carretera del jet.
Con el origen francés de la aeronave, estaba claro que Citroën sería la responsable de crear el avión sin alas. La marca del doble chevrón ya contaba en su catálogo con el futurista CX, que, aunque salió al mercado en 1974, seguía representando al igual que el Concorde lo más vanguardista que este sector tenía que ofrecer en aquel momento.
Teniendo en cuenta que el Concorde era capaz de cubrir la distancia que separa Londres de Nueva York en menos de tres horas la edición especial Citroën CX Concorde se basaba en la mecánica del GTI Turbo 2 del modelo, que con su motor de 2,5 litros de cilindrada y 168 CV de potencia podía llevar al coche a una velocidad máxima superior a los 220 kilómetros por hora.
El coche se pintó del mismo color blanco perlado que el avión en el que se inspiraba, pero las similitudes continuaban en el interior, con un tapizado para los asientos y paneles de las puertas prácticamente idénticos a los del Concorde. Esta pintura requería muchas capas y una aplicación perfecta en cada una de ellas, lo que retrasaba mucho su fabricación además de incrementar el coste, algo que hizo que Air France perdiese interés en el proyecto después de que se fabricasen supuestamente 12 unidades, por lo que es más fácil ver un Concorde de verdad (ya que sobreviven 18 aviones) que encontrase con un Citroën CX Concorde.
Imágenes de Osenat y Citroën.