Miller 91 GP
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Tracción delantera en 1926, el caso del Miller 91 de carreras

Presentado en 1926, el Miller 91 no sólo equipó un motor con sobrealimentación sino también la posibilidad de tener tracción delantera.

En toda escritura existen sesgos, adoleciendo en nuestro caso de una visión demasiado europea cuando abordamos el ámbito de la competición. Así las cosas, desde las primeras carreras en Le Mans hasta el inicio de la Targa-Florio o la Mille Miglia – sin olvidar al Campeonato Europeo de Pilotos- nuestra atención en relación a las carreras de preguerra suele ser bastante eurocéntrica.

No obstante, más allá del Atlántico el panorama estadounidense relativo a la alborada del automovilismo muestra un llamativo ramillete de invenciones y hazañas a firma de personajes propios de la épica norteamericana; aquella que, desde los libros de la Generación Perdida hasta las películas del género detectivesco, introduce a capa y espada una suerte de individualidad poco vista en la más convencional industria europea.

Una tradición en la cual entroncan a la perfección biografías como la de Preston Tucker o Harry Miller. Es más, ambos llegaron a trabajar juntos en coches de carreras -bajo el encargo de la mismísima Ford-, incipientes tanques dotados con torreta móvil e incluso no pocos elementos posteriormente montados en los Jeep-Willys.

En suma, una buena muestra sobre el amplio ingenio mecánico estadounidense, en el cual podemos rastrear muestras precoces de la tracción delantera durante la década de los años veinte. Periodo en el cual salió al mercado de competición el Miller 91, llegando a imponerse en el Campeonato Nacional de la AAA gracias a elementos como la sobrealimentación o la posibilidad de escoger entre la propulsión trasera o la tracción delantera.

HARRY MILLER, DESTINADO A LAS CARRERAS

Revisando la historia del motor en los Estados Unidos resulta recurrente encontrarse con biografías como la de Harry Miller. Totalmente condicionado por su deseo de trabajar por libre en el ámbito de la competición, este ingenioso ingeniero nacido en 1875 pudo curtirse como mecánico en la famosa Copa Vanderbilt para después montar su propio taller especializado en carburación.

A partir de aquí los buenos resultados financieros del mismo le posibilitaron retornar a su pasión por la velocidad, diseñando algunos de los monoplazas más audaces de su tiempo tras haber dejado en su historial el primer motor con pistones de aluminio junto a importantes novedades en materia de inducción llegando a usar para ello teorías sobre la acústica.

En fin, uno de esos hombres creativos -y normalmente faltos del presupuesto necesario para llegar a buen puerto- y de talante individual con los que se fue constituyendo buena parte del automovilismo estadounidense hasta que el dominio de la gran industria radicada en Detroit fue limando casi cualquier posibilidad de disenso.

MILLER 91, UN PIONERO DE LA TRACCIÓN DELANTERA

La tracción delantera es desde hace décadas una solución técnica absolutamente mayoritaria. No obstante, esto no fue así hasta bien entrada de la década de los años sesenta, cuando gracias a las innovaciones de Alec Issigonis -Mini- y Dante Giacosa -Primula- la propulsión trasera fue dejando paso a unos nuevos tiempos al menos en lo referido a los automóviles compactos y familiares.

De todos modos, antes de aquello la tracción delantera también contó con algunas muestras primigenias entre las cuales no sólo destaca el Traction Avant -sin duda la más meritoria debido a su fabricación en gran serie- sino también algunos ejemplos de menor relevancia en la producción de Saab o DKW.

Eso sí, lo que no resulta para nada común es ver la implantación de aquellos primeros diseños con tracción delantera en el ámbito de la competición. Menos aún en los años veinte, década en la cual los diseñadores ya parecían estar del todo entretenidos adaptando a sus vehículos el uso del compresor Roots como demuestra el enorme éxito cosechado por los Fiat, Amilcar, Bugatti o Alfa Romeo equipados con dicho elemento.

SOBREALIMENTACIÓN Y TRACCIÓN DELANTERA

Desde que en 1923 Fiat fuera pionera en la sobrealimentación por compresor volumétrico en su 805 para las pistas, todos y cada uno de los fabricantes dedicados a las carreras tuvieron modelos en este sentido durante los años veinte. Es más, incluso la reacia Bugatti llegó a incorporarlo en sus Type 35C.

Asimismo, mientras todo aquello ocurría en Europa Harry Miller fue uno de los primeros diseñadores estadounidenses en utilizar dicha tecnología. De hecho lo hizo durante el temprano año de 1924, ofreciendo de cara a la temporada de 1926 un monoplaza carreras-cliente no sólo con sobrealimentación sino también con la opción de montar bien propulsión trasera bien tracción delantera.

Diseñado a partir de un chasis adaptado a ambas opciones éste supuso todo un revulsivo para la parrilla de salida del campeonato de la American Automobile Association, cuya edición de 1927 llegó a ganar tan sólo dos años antes de producirse el Crack del 29 y con él la quiebra de la empresa liderada por Harry Miller.

Un final abrupto a pesar del cual resulta imposible olvidar al Miller 91: capaz de entregar hasta 250 CV a su tren delantero como nunca antes había hecho ningún otro automóvil.

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Escrito por Miguel Sánchez

A través de las noticias de La Escudería, viajaremos por las sinuosas carreteras de Maranello escuchando el rugido de los V12 italianos; recorreremos la Ruta66 en busca de la potencia de los grandes motores americanos; nos perderemos por las estrechas sendas inglesas rastreando la elegancia de sus deportivos; apuraremos la frenada en las curvas del Rally de Montecarlo e, incluso, nos llenaremos de polvo en algún garaje rescatando joyas perdidas.

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