Iván Vicario Martín
La llegada del Mini en el año 1959 cambió la historia del automóvil para siempre. Su motor delantero transversal asociado a la tracción delantera y su aprovechamiento del espacio, gracias sus ruedas en los extremos con cortos voladizos, se convirtieron rápidamente en la referencia. Lamentablemente, no fue el caso del Mini Matic, la versión automática del coche que no llegó a triunfar.
Recordemos que el modelo diseñado por el genial Alec Issigonis se lanzó al mercado como Austin Seven Mini y Morris Mini-Minor y se convirtió en un éxito casi instantáneo. El conocido internamente como ADO15, se fabricó de inicio en las factorías de la British Motor Corporation en Longbridge en Birmingham y la de Morris en Cowley, cerca de Oxford. No obstante, pronto su producción se extendió por todo el mundo, pues se produjo en Australia, Bélgica, Italia, Chile, Malta, Portugal, Sudáfrica, Uruguay, Venezuela, Yugoslavia y, por supuesto, en España de la mano de Authi.
Contó con innumerables versiones, bien fuera de motor, carrocería, marcas, etcétera. En total, se estima que entre 1959 y 2000 se produjeron 5,3 millones de unidades del conocido como Mini clásico, muchas de las cuales aún siguen en funcionamiento. Precisamente, las más complicadas de encontrar son las primeras o versiones como la que vamos a tratar hoy, pues el Mini automático fue una verdadera rareza.
EL MINI MATIC, UNA COMPLICACIÓN EXCESIVA
Empezando por el principio, no parece que una versión automática del primer Mini fuese especialmente necesaria. Quizá se empezó a desarrollar pensando en el mercado USA, donde este tipo de caja de cambios siempre han gozado de gran predicamento. Y es que las ventas del coche en el país yankee arrancaron muy despacio, aunque no tardarían en despegar.
Así las cosas, en octubre de 1965 se empezó ofertar el denominado Mini Matic, es decir, la opción de equipar una caja de cambios automática de cuatro velocidades. Se trataba de un cambio desarrollado por Automotive Products (AP) junto a la BMC que iba montado transversalmente y era muy compacto. Tenía que ser así, pues no había más solución que instalarla en el hueco de la caja manual original.
Además, para complicar más las cosas, iba lubricada con el mismo aceite del motor, lo que obligaba a cambiar dicho aceite cada 9.500 kilómetros aproximadamente. Por si esto fuera poco, las cajas AP requerían una variante de motor específica que se ensamblaba en la fábrica de Kings Norton en Birmingham. Desde allí, se enviaban a las factorías de Longbridge y Cowley. Por supuesto, si alguien se arrepentía de la compra y quería instalar un cambio manual convencional, no sólo tenía que cambiar la caja automática, sino que había que reemplazar todo el conjunto motor-cambio.
CRÓNICA DE UN FRACASO
Contrariamente a lo que pueda pensarse, aunque las ventas no fueron boyantes, el cambio automático AP se empleó en diferentes versiones del Mini hasta el año 1981. Además, también lo equiparon modelos como los ADO16 (Austin y Morris 1100 y derivados), el Allegro -con su volante cuadrado– e incluso el Metro hasta 1990.
Aunque el Mini automático nació como una opción, más adelante se convirtió en una versión propia denominada Mini Matic que contó incluso con sus propios catálogos. De hecho, además de en Inglaterra, el Mini automático también se ensambló en Australia desde febrero de 1968, tanto en versión 850 como en 1000.
En el país oceánico no tuvo demasiado éxito, aunque llegó a comercializarse también en versión MK2, finalmente dejó de venderse en febrero de 1969. Como vemos, apenas estuvo un año en producción. En España, Authi no se decidió a fabricar el Mini automático, pero sí llegaron aquí algunos ejemplares, probablemente importados por T. Marion. En Italia, el Innocenti Mini Matic también estuvo disponible.
LENTO POR PARTIDA DOBLE
El principal problema que encontró el Mini Matic fue que el cambio automático AP resultaba muy parsimonioso, por decirlo de manera suave. El selector permitía escoger entre las cuatro marchas y la posición D. De esta forma, se podía usar seleccionando cada marcha o en automático 100 %. Eso sí, al engranar cualquiera de ellas, el cambio nos regala con un sonoro “clonck”.
En caso de escoger la posición D, los saltos cada vez que entraba una marcha eran más que notables y andar del coche resultaba lento y perezoso, especialmente en las versiones 850. Por ejemplo, si deseábamos coronar cualquier subida, teníamos que pisar el acelerador con decisión para que el coche bajara un cambio. Era una versión pensada para llanear o, en el mejor de los casos, circular por las ciudades de la época.
Aunque aportaba el confort de no tener que cambiar de marcha, las contrapartidas hicieron que resultase un fracaso. Quizá parte del problema es que el cambio tuvo que ser diseñado para encajar en un hueco excesivamente pequeño. Y eso que de esta forma se pudo contener el peso, que era similar a los manuales equivalentes. Sea como fuere, el Mini Matic quedó casi en anécdota en la rica historia del coche diseñado por Alec Issigonis.
Imágenes de los catálogos originales de la época y de MINI Australia.
