El pasado diciembre un grupo de mecánicos ingleses, con Duncan Pittaway a la cabeza, despertaban de su letargo a «La Bestia de Turín» y lo filmaban en vídeo (ver vídeo). Llevaba dormida más de cien años, desde que en 1910 fuera proyectada en las oficinas de la FIAT y de que en 1913 el aviador, piloto y baterrecords francoamerericano Arthur Duray la condujera por última vez a través de las interminables rectas de Ostende, en Bélgica.
Hace 15 días, después de culminar una restauración que ha durado diez años, ha salido por primera a pasear. Al volante, Pittaway, y de copiloto nada más y nada menos que Lord March, el artífice de los festivales de Goodwood. Como pueden ver arriba –y como ya vimos en navidad en el teaser de Stefan Marjoram, quien ha documentado todo el proceso-, se trata de una máquina atronadora que asola sin piedad la campiña inglesa.
Como decíamos, es un automóvil baterrecords creado por la casa italiana para rivalizar con el todopoderoso Blitzen Benz, el cual desde 1909 ostentaba el Record del Mundo de Velocidad al haber surcado el kilómetro lanzado en Brooklands, Inglaterra, a 202,68 Km/h. Aquella vez iba a los mandos el piloto pionero Victor Hemery.
Hasta aproximadamente 1910, la velocidad máxima dependía del tamaño del motor. Si se quería ir más deprisa, había que aumentar el cubicaje a valores a menudo insensatos. Este es el caso de nuestro invitado de hoy, uno de los dos Fiat S76 construidos en 1911 y cuya sofisticada mecánica de cuatro cilindros desplaza 7,1 litros por cilindro y 28,5 en total. Con una culata de 16 válvulas en cabeza, aprisiona 300 CV en sus entrañas.
El último bramido
El lector probablemente se esté preguntando si esta mole infernal, fruto de la interminable lucha por la velocidad, consiguió batir el ansiado récord. La respuesta es no: logró alcanzar 215 kilómetros por hora, pero al parecer discrepancias en cuanto a las mediciones le dejaron sin corona.
Además su tiempo estaba a punto de pasar, ya que a principios de la década de 1910 Peugeot cambió las reglas del juego al diseñar una moderna mecánica de tan solo 5.000 cc. Aumentada a 7.500, en 1912 la marca gala ganó contra bólidos de hasta 16 litros el Grand Prix de l’ACF, la reina de las carreras de la época.
A partir de entonces comenzó la era de los baterrecords con motor aeronáutico, como es el caso del Fiat SB4 Mefistofele de Ernest Eldridge que sí consiguió su objetivo -alrededor de una década después- y del que ya hemos escrito con anterioridad. No sabemos si el propulsor del S76 fue originalmente diseñado para este automóvil -pudiera ser que derivara de un proyecto ferroviario-, pero lo que sí creemos poder asegurar es que no procede de los aviones de tela y madera de su tiempo, que jamás hubieran podido soportar el peso.
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