[su_dropcap style=»light» size=»2″]L[/su_dropcap]as actuales Mil Millas –Mille Miglia en italiano- es una evocación de la legendaria carrera de velocidad. La primera edición se celebró en 1927 y se dejó de organizar en 1957 a raíz del trágico accidente del Marqués de Portago en el que murieron nueve espectadores, el piloto y el copiloto, y que dejo numerosos heridos.
Con un trazado aproximado de mil millas, la caravana recorre Italia desde la ciudad de Brescia hasta Roma y retorna al punto de partida. Para los italianos es «la corsa piu bella del mondo», la carrera más bonita del mundo: Impresionantes automóviles, preciosos paisajes, bonitas rutas y espectadores que se vuelcan con la carrera…
Una planificación exigente
La organización va preparando el evento incluso con varios años de antelación. La inscripción de los participantes comienza muchos meses antes de la salida. Se reciben numerosas peticiones pero sólo se admiten coches que lo hayan corrido en su formato original, aunque también se valora aquellos que tengan interés histórico.
Si hay varias unidades del mismo modelo, la organización solo quiere los que tengan mejor pedigrí; por ejemplo, si un ejemplar tiene palmares deportivo le será más fácil pasar el corte.
Las cifras que se manejan son impresionantes. En el montaje de la prueba trabajan entre 10 o 12 personas durante todo el año, las cuales aumentan hasta las 2.000 en los días D. Más de 430 automóviles compiten, a los que hay que sumar otras dos caravanas más de coches que «oficialmente» rinden tributo a la carrera. Lo digo entre comillas porque, además de éstos, se unen otros grupos de aficionados con sus clásicos o deportivos.
No me extraña. Si se tiene la suerte de conducir un tramo de las Mil Millas uno se da cuenta de lo que sienten los italianos por su carrera. Por no hablar de lo que supone ser adelantado por alguno de los bólidos participantes… Una autentica gozada, sí señor.
Porque no hay que olvidar que, salvo algunos tramos muy concretos, la gran mayoría de las Mil Millas se celebran en carreteras abiertas al tráfico. La gente de todas las edades sale a saludar a los participantes, algunos de ellos con banderas italianas, otros con sus cámaras de fotos, el resto aplaudiendo. Si quieres ver el paso de la carrera en un mismo punto te puedes tirar más de 3 o 4 horas o incluso más, todo un festival.
A las puertas de la temida «Punzonatura»
La semana de la celebración comienza con las verificaciones tecnicas y administrativas de los participantes y sus monturas, las cuales se realizan en Brixia Expo, el recinto ferial de Brescia. Se comprueba toda la documentación y se hace entrega de los dorsales y libros de ruta.
Los coches pasan uno por uno a través de las meticulosas comprobaciones de los comisarios. Cada participante y cada coche va recibiendo las firmas y sellos que llenan la hoja que pasará de mano en mano hasta la verificación final que se lleva a cabo en la Piazza della Vittoria. Es la llamada «Punzonatura».
Un magnifico ambiente se respira en el recinto ferial, y no solo por la ausencia de humo. Los bólidos apagan los motores y son empujados hacia el interior por los mecánicos o por todo aquel que se preste a ello; una vez dentro, se queda uno con la boca abierta al ver tantas joyas juntas.
Más de una docena de Mercedes-Benz 300 SL perfectamente alineados, una veintena de Bugatti, varias decenas de Ferrari pata negra, Jaguar en cantidad que resulta difícil enumerar, asi como marcas tan poco usuales como las italianas Cisitalia, OM, Osca, Siata, Bandini o Ermini.
Inmerso en este lugar celestial resulta sorprendente encontrarte con algunos pilotos carismaticos y participantes, como Derek Bell o Jochen Mass, y con autenticas leyendas del automovilismo como Stirling Moss o Hans Herrmann.
No menos sorprendente es conocer las historias de los participantes y sus clásicos. Por ejemplo la del danés Peter Koux, que daba los últimos ajustes a su Bugatti T37 Grand Prix de 1926 que había llegado andando desde Dinamarca. Peter comentaba orgulloso como el coche había pertenecido a su padre y se encontraba sin restaurar (¡!).
Por otra parte, un mecánico español enrolado en un equipo que participaba de forma oficial, me hablaba de al menos setenta empleados entre mecánicos, relaciones publicas y equipo de fotografía y filmación, entre otros. Y es que este evento es un escaparate esplendido para acrecentar el prestigio a las marcas.
[su_note note_color=»#f4f4f4″]
Salida bendecida: La fiesta en Brescia
La Punzonatura es el ultimo tramite antes de la salida, y consiste en el precinto de la barra de dirección de los vehículos inscritos mediante un alambre con plomo. En este punto también se coloca la pegatina de verificado, que en la gran mayoría de los coches se conserva posteriormente, para darles más caché. Algunos incluso pasan por un ultimo tramite más… Son bendecidos en misa en la Piazza Paolo VI, junto al Duomo Vecchio.
El día de la salida de Brescia es una fiesta. Los participantes rezagados se dirigen a pasar la Punzonatura y los que ya la han pasado están expuestos en el centro de la ciudad, en un sucesivo ir y venir de coches que se abren paso entre la gente. Como este año se celebraba el 60 aniversario de la victoria y record de la prueba de Sir Stirling Moss con el mítico Mercedes-Benz SLR nº 722, se expuesieron junto al Teatro Grande las tres flechas plateadas participantes en 1955.
La 658 de Juan Manuel Fangio, la 722 de Stirling Moss y la 704 de Hans Herrmann. Estos números no son tan altos por el numero de inscritos que tomaban parte en la carrera, si no que hacen referencia a la hora de salida de cada uno de éstos en el mítico Viale Venezia de Brescia. Este hecho tan sencillo favorecía el que los espectadores pudiesen calcular el tiempo que llevaban en carrera.
[/su_note]
Dos victorias consecutivas
En 2015 la salida del primer participante se realizo a las 14:30 horas de la tarde. Los primeros en arrancar fueron, como siempre, los clásicos de la marca O.M. Es una tradición, ya que la primera edición de la carrera celebrada en 1927 la ganó un modelo de esta poco conocida marca italiana. La primera etapa les llevó hasta la ciudad de Rimini. La segunda hasta Roma, la Ciudad Eterna…
La tercera etapa conducía a Parma y la cuarta y última, ya de regreso hacia Brescia, pasaba por Milán. Este año se celebraba allí la Expo, por lo que no se atravesó la ciudad. A cambio, los organizadores se sacaron de la manga un tramo cronometrado en el circuito de Monza, incluyendo una rodada por el antiguo autódromo.
En la parte meramente competitiva, repitiendo su victoria de 2013, los argentinos Juan Tonconogy y Guillermo Berisso ganaron a bordo de un Bugatti T40 de 1927. En segundo lugar, después de una dura pugna con los ganadores, quedó el Fiat Siata 514 MM de 1930 del dúo formado por Andrea Vesco y Andrea Guerini, mientras que el tercer escalón del podio fue ocupado por la pareja Ezio Martino Salviato-Caterina Moglia, tripulantes de su Bugatti T 40.
La llegada a la meta de los supervivientes se celebró por todo lo alto. Tan solo había buenas palabras para la carrera, y muchas de éstas expresaban el deseo de repetir el año que viene. A mí también me gustaría, revisitar la carrera más bonita del mundo…