La contrucción entre 1960 y 1963 de la fábrica de Alfa-Romeo en Arese, provincia de Milán, significó la consolidación de la marca tras la II Guerra Mundial. Con anterioridad al conflicto Alfa-Romeo diseñó y construyó los mejores coches sport y de lujo para la alta burguesía italiana, además de sus célebres bólidos de GP; pero después el mercado viró hacia la sociedad de consumo y el viejo constructor se vió fuera de juego.
En 1954 se produjo el lanzamiento de la Giulietta y fue entonces cuando Alfa encontró el camino; volvió a crecer y, fruto de este crecimiento, en 1960 trasladó sus cadenas de montaje de la antigua fábrica del Portello a las novísimas instalaciones de Arese, donde saborearía el éxito hasta mediados de los años 80.
Allí se ensamblaron modelos legendarios como las Giulias o las Alfettas, y también los 90, 75, 164 o GTV, entre otros. Hasta la compra de Fiat en 1986, la factoría funcionó a pleno pulmón e, incluso, en 1990, se instaló allí el Centro de Estilo Alfa-Romeo; lamentablemente, desde entonces la fábrica de Arese ha ido perdiendo fuelle hasta convertirse en un coloso abandonado.
Fiat se llevó la producción a otras plantas del grupo y olvidó este símbolo de la independencia de la anteriormente conocida como marca del Portello (¡por suerte no sucedió lo mismo con el museo de la marca!). No tardaron en producirse los primeros derribos mientras las autoridades locales estudiaban cómo reconvertir aquellas ruinas…
Un lector no ha podido evitar colarse en lo que queda de la fábrica de Alfa-Romeo en Arese para fotografiar el cadaver de la industria del siglo XX. Descanse en paz.