En la carrera de Carlos Sainz posiblemente sea el año 1993 aquel con una mayor decepción en su balance final. No en vano, tras haber cosechado su segundo título mundial en 1992 como piloto de Toyota su continuidad en la marca nipona parecía lo normal.
No obstante, entre los problemas de patrocinio -Carlos Sainz contaba con la financiación de Repsol mientras a Toyota le iba a esponsorizar Castrol- y los cantos de sirena emitidos desde
Lancia el piloto madrileño acabó fichando de forma sorpresiva por la casa italiana, la cual además tenía externalizada en la escudería Jolly Club la gestión de su equipo de carreras en el WRC.
Así las cosas la expectación y la polémica dominaron la situación tanto en la prensa como en la federación española de automovilismo, calmándose sin embargo los ánimos en base a las credenciales técnicas de los Delta, los cuales venían de ganar en hasta seis años consecutivos el título de constructores del WRC.
Con todo ello los primeros test de la temporada arrancaron con motivos para la desazón. Es más, un accidente durante las pruebas desveló las deficiencias de los neumáticos, los cuales no eran tan resistentes a los pinchazos y reventones como Michelín había declarado. Además, rizando el rizo de la tensión estaba la presión de responder a las esperanzas depositadas por los dos patrocinadores españoles: Banesto y Repsol.
1993, UNA TEMPORADA GRIS PARA CARLOS SAINZ
Mientras para Juha Kankkunen el año se prometía exitoso -tal como fue, ganando el título mundial de pilotos- gracias a la buena marcha de su Toyota Celica, para Carlos Sainz la decisión de haber ingresado a la mítica Lancia parecía ser cada vez más endeble.
Asimismo, y a pesar del empuje puesto por el madrileño en las citas del WRC, la suerte tampoco parecía acompañar con sustos como el del Montecarlo -cuando un error en el reconocimiento del trazado hizo obviar una placa de hielo responsable de llevarlo a la cuneta-, malos reglajes como en Nueva Zelanda o incluso el no presentarse a pruebas como el Safari donde Toyota aprovechaba para ganar sin apenas competencia.
Asimismo habían entrado en escena los nuevos y más que prometedores Ford Escort Cosworth RS, capaces de exhibir músculo en citas como el San Remo cuando mientras Sainz quedaba segundo con su Lancia -posteriormente descalificado por uso de gasolina indebida- estos nuevos vehículos cosechaban la primera y la tercera posición. Eso sí, el madrileño tomó buena nota de esto poniendo al equipo Ford en su futuro profesional.
Dicho esto, lo cierto es que la temporada de 1993 acabó con Carlos Sainz en octava posición; evidentemente muy por detrás de las altas expectativas puestas en su éxodo a Lancia y, a la postre, determinando su fichaje por Subaru para quedar así en segunda posición tanto en 1994 como en 1995.
LANCIA DELTA HF INTEGRALE JOLLY CLUB, TESTIGO DE AQUELLA TEMPORADA
Últimamente están pasando cosas interesantes en relación al mercado de clásicos de rallye con acento hispano. De esta manera mientras hace unos días anunciábamos la puesta a la venta en Girardo & Co del Ferrari 308 GTB Grupo B preparado para Antonio Zanini, esta vez nos hacemos eco de la disponibilidad de uno de los Lancia Delta HF Integrale relativos a la temporada de 1993 y por tanto pilotado por Carlos Sainz.
Última evolución del modelo, esta unidad es representante del fin del Lancia Delta en el WRC incluyendo no sólo la mayor anchura de ejes vista en toda la saga sino también la transmisión Lancia-Abarth R90 o el motor de 2 litros turboalimentado con unos ajustes que le hicieron ganar potencia a bajas vueltas. Desgraciadamente incapaces de prestar servicios de éxito al piloto español aunque, al mismo tiempo, definitorios para lo que sin duda es actualmente una pieza de colección altamente reseñable.
Imágenes: Duncan Hamilton ROFGO