Miguel Sánchez
Conocido por poner su fortuna personal al servicio de las carreras, Juan Jover fue el primer piloto español en competir en la F1. Además, sus habilidades al volante estuvieron al servicio de diversas escuderías tanto locales como foráneas en multitud de carreras de resistencia, subidas y trofeos. De esta manera, el nombre de este barcelonés fallecido en 1960 pasó a ocupar un puesto privilegiado en la historia del automovilismo en España.
De todos modos, para quienes se enfocan con efusividad en todo lo relativo al Pegaso Z-102 la mención a Juan Jover trae a colación un recuerdo nefasto: el del accidente sufrido durante los entrenamientos oficiales de las 24 Horas de Le Mans en 1953. Justo el momento en el cual se truncaron todas las esperanzas de la marca estatal en dicha carrera, provocando la clausura de aquella idea por el propio Wifredo Ricart bajo la sentencia “nuestros pilotos carecen de la experiencia necesaria”.
Y sí, era cierto. Tan cierto como que el propio Pegaso Z-102 contaba con carencias obvias respecto a sus posibles competidores. De hecho, esto no sólo se veía en el apartado logístico -mucho más escueto que el de equipos oficiales como Jaguar Cars o Scuderia Ferrari e incluso algunos privados como Cunningham- sino también en el mecánico. Es más, durante el año anterior ya se había producido un primer intento por llegar a Le Mans; finalmente desestimado debido a problemas en las válvulas, los frenos -los cuales se recalentaban de forma preocupante- y el rendimiento.
Con todo ello, lo cierto es que la interesante trayectoria del Pegaso Z-102 en la competición quedó restringida a España exceptuando momentos estelares como el de la V Carrera Panamericana. Cita en la que, a pesar de seguir evidenciando graves problemas logísticos, la unidad conocida como El Dominicano hizo gala de un buen desempeño hasta acabar incendiándose tras una salida de pista.
Ahora, regresando al papel de Juan Jover en la historia de este deportivo creado contra la lógica de la posguerra destaca la adquisición por su parte del chasis 150.0141 en 1954. Pedida a fábrica de nuevo cuño, ésta es la primera de todas las unidades con carburadores gemelos Weber para llegar hasta los 240 CV a 7.000 revoluciones por minuto. Potencia aprovechada por su primer propietario en diversas carreras, destacando la subida a la Rabassada de 1954 o la Vuelta a Cataluña del año siguiente.
Eso sí, en 1956 el veterano piloto barcelonés vendió su Pegaso Z-102 con el volante a la derecha a un nuevo propietario, quien llegó a trasladarlo a Italia a fin de ejecutar una puesta a punto por parte de Virgilio Conrero. Ingeniero aeronáutico hasta la finalización de la Segunda Guerra Mundial, éste se recicló después de la contienda a preparador deportivo. Un bagaje con el cual dotó a esta unidad con unos nuevos frenos de tambor derivados de los ya usados por Maserati. Sin duda, un ajuste que el propio Juan Jover hubiera agradecido durante los entrenamientos oficiales de Le Mans 1953.
Tras esto, a finales de la década Enrique Coma-Cros -fundador de la Escudería Montjuïc- adquirió el vehículo encargando su transformación descapotable a Pedro Serra. Bregado en otras intervenciones sobre chasis del Z-102, el carrocero barcelonés creó la apariencia definitiva para esta unidad. Una cuidada conversión que, eso sí, se hizo respetando al máximo los volúmenes y detalles realizados originalmente por el taller milanés de Touring.
Ya más como un vehículo de colección que como un deportivo apto para competir, este Pegaso experimentó otros tres cambios de propiedad siempre sin salir de territorio español. Todo ello para ahora, en las inminentes subastas de Peeble Beach, salir de nuevo al mercado bajo la gestión de la casa Gooding & Company. Por cierto, la cual ya adjudicó en este mismo evento un Z-102 Saoutchik por 990.000 dólares en 2014
A partir de aquí, en 2017 la misma casa de subastas lanzó otra unidad también vestida por el carrocero francés con una estimación de hasta 800.000 dólares. Puja que quedó desierta al igual que la subasta de una unidad firmada por Touring el pasado 2019. Es más, el pasado enero RM Sotheby’s ofreció una berlinetta ENASA con sobrealimentación usada por la propia fábrica en el desarrollo de esta tecnología. ¿Resultado? Otra ocasión en la que un Z-102 quedaba sin adjudicar a pesar de contar ya con una expectativa no superior a los 650.000 dólares. Cifra que, sin duda, evidencia una clara tendencia a la baja en las cotizaciones del Pegaso.
No obstante, para ser justos debemos indicar cómo una unidad ENASA descapotable logró cerrar su subasta en 713.000 euros hace tan sólo tres años. ¿Logrará la misma suerte la protagonista de estas líneas? Bueno, por de pronto las estimaciones dadas por Gooding & Company se sitúan en una amplia horquilla fijada entre el millón y el millón y medio de dólares. En fin, veremos qué ocurre aunque, a decir verdad, estas cifras echan aun más leña al fuego del debate sobre cómo ciertas cotizaciones afectan a la totalidad del mercado de clásicos.
Fotografías: Gooding & Company
