Aunque para hablar de automovilismo histórico como tal han de haber pasado al menos tres décadas, lo cierto es que algunos vehículos no necesitan tanto tiempo a fin de ser auténticos clásicos de la producción en serie o la competición.
Uno de ellos es el Ferrari F2001, sin duda un monoplaza mítico como pocos no sólo por representar una de las mayores cimas técnicas en la casa de Maranello, sino también por haber sido la montura protagonista en los días más pletóricos del piloto Michael Schumacher.
Uno de esos diseños capaces de grabarse a fuego en la mente de la afición gracias a datos tan increíbles como sus más de 800 CV a un régimen de 18.500 rpm. ¡18.500! Un dato sólo comparable al de las Suzuki RK66 o RP68, capaces de moverse entre las 17.000 y 20.000 vueltas con rangos útiles de tan sólo 500 rpm -de ahí hasta las 14 marchas- con sus escuetos motores de 50 cc.
En fin, un ámbito sólo al alcance de muy pocas mecánicas, combinándose además en el caso del Ferrari con un bloque V10 de 3 litros gestionado a través de la compleja sincronización de hasta 40 válvulas; a la sazón el responsable de emitir uno de los aullidos más inolvidables en toda la historia del automovilismo deportivo.
FERRARI F2001, UNA DE LAS SUBASTAS DEL AÑO
Tras la reciente subasta del Ferrari 250 LM ganador de las 24 Horas de Le Mans de 1965 el ámbito de las subastas al más alto nivel vuelve a agitarse con el anuncio de la relativa al F2001 de cara al próximo 24 de mayo.
Organizada por RM Sotheby’s junto a The Paddock Club, ésta tendrá por escenario Mónaco, donde este mismo monoplaza -chasis 211- hizo historia al ser el último Ferrari capaz de ganar el GP de Mónaco durante la misma temporada en la cual acababa cosechando la victoria absoluta.
Asimismo, fue justo a lomos de esta unidad cuando Michael Schumacher ganó el GP de Hungría de 2001 asegurando así su cuarto título de pilotos al tiempo que Ferrari se hacía con el campeonato de constructores.
Un broche perfecto para la genésis del Ferrari F2001, creado en una época dorada para la Scuderia con Ross Brown y Rory Byrne al frente mientras Michael Schumacher firmaba algunas de sus mejores actuaciones.
Sin duda una época destinada a crear afición, la cual podremos recordar dentro de poco gracias a la subasta del monoplaza al cual se le ha dado a llamar “la joya de la corona”.