Más allá de sus preparaciones sobre base FIAT, los Abarth monoplaza fueron una de las vías de trabajo más exitosas en la amplia trayectoria de este preparador deportivo. Asimismo, gracias a ella Carlo Abarth consiguió asentar sus relaciones empresariales en Italia justo en una época, un contexto, donde no resultaba del todo fácil atraer hasta el mundo de la competición a los principales fabricantes del país.
Así las cosas, lo primero es entender cómo un pequeño taller especializado en altas prestaciones necesita del favor de las grandes marcas a modo de proveedoras. Justo la comprometida situación bajo la cual se encontraba Carlo Abarth a comienzos de los años cincuenta, dando sus primeros pasos con Abarth & C S.p.A justo después de haberla fundado en 1949.
Centrada en trabajos tan diversos como la construcción de diversos chasis para Ferrari, la nueva empresa necesitaba con urgencia un gran fabricante con el cual colaborar a fin de crear versiones deportivas de sus modelos turismo. Un objetivo que casó bien con la estrategia emprendida por Alfa Romeo después de la Segunda Guerra Mundial, lanzada a la producción en serie mientras se veía forzada a dejar a un lado los diseños más experimentales y prestacionales.
Gracias a ello, en 1955 Alfa Romeo y Abarth iniciaron una breve pero intensa senda conjunta de la cual salió en primer lugar la barchetta 750 Competizione con chasis de chapa y motor Twin-Cam 1500 procedente del Giulietta. Al fin Abarth tenía un posible proveedor al tiempo que Alfa Romeo externalizaba parte del costoso desarrollo en carreras que, en aquel momento, no podía permitirse.
ALFA ROMEO-ABARTH 1100, LA TENTACIÓN DE FIAT
Tras el rendimiento obtenido por el 750 Competizione, Carlo Abarth decidió exprimir aun más las posibilidades del motor Twin-Cam. Eso sí, lejos de hacerlo sobre las pistas del Mundial de Marcas optó por disputar diversos registros mundiales de velocidad en la clase G. Para ello redujo la cilindrada del mismo hasta los 1.088 cc -el tope se situaba en los 1.099- al tiempo que diseñaba un chasis en caja extremadamente ligero donde albergar el motor en posición central-trasera.
Asimismo, Pininfarina ultimó una carrocería única donde el coeficiente aerodinámico se hacía lo más penetrante posible aunque, examinando las imágenes de aquel monoplaza de récord, quizás no pueda decirse lo mismo en relación a la carga aerodinámica aplicada sobre el eje trasero. De todos modos, elementos como las espectaculares aletas traseras evidenciaban cómo aquella máquina estaba pensada por y para ir en línea recta a la máxima velocidad.
Curiosamente, de aquel proyecto tuvo noticias la dirección de FIAT posiblemente puesta al día por sus contactos en Pininfarina. Llegados a este punto, el propio Vittorio Valletta -posiblemente el hombre clave para el asentamiento de SEAT en Barcelona y no en una zona de interior- encomendó a Abarth un monoplaza similar pero con cilindrada incluso inferior al dotarlo con el motor de un 600 elevado a 747 cc. Básicamente, el mismo con el cual se equipó al 750 Zagato.
ABARTH MONOPLAZA, REUNIDOS EN MONZA
Reunidos en el circuito de Monza el 18 de mayo de 1957, los dos Abarth monoplaza -el segundo llamado Abarth-Fiat 750, para la clase H– lograron batir hasta 24 récords de velocidad y distancia a lo largo de diferentes sesiones expandidas en el calendario hasta octubre de aquel mismo año.
Una iniciativa en la cual fue especialmente prolífico el Abarth monoplaza equipado con motor FIAT. Algo que, durante 1958, incentivó la producción de un nuevo modelo de velocidad equipado con el motor del Nuova 500. Todo ello también bajo diseño de Pininfarina en la carrocería aerodinámica, logrando rebajar el peso hasta los tan sólo 368 kilos para 36 CV y 180 km/h de punta.
Con hasta 28 récords batidos en el circuito de Monza, aquel Abarth-Fiat 500 logró inscribir su nombre en lo más alto de la clase FIA enfocada a los vehículos con menor cilindrada. No obstante, la evolución de aquel proyecto no se quedó aquí ya que, para 1960, tanto Pininfarina en la obtención de una mejor aerodinámica como Abarth en la de un motor con base FIAT pensado para dar la máxima potencia y resistencia con el menor cubicaje posible redoblaron sus esfuerzos.
Fruto de ello fue el FIAT-Abarth 1000 con 108 CV. Una máquina sensacional no sólo en términos de peso y velocidad sino también de resistencia. No en vano, logró batir el récord mundial 72 Horas recorriendo 12.824 kilómetros a una media de 186,68 km/h. En fin, sin duda el paroxismo de una saga en la cual se dieron la mano algunos de los mejores especialistas en velocidad de aquella Italia con deseos deportivos.
Imagen: FCA Heritage