Parte de una amplia saga de modelos sobrealimentados, el Renault 18 Turbo sigue siendo uno de los ejemplos más evidentes sobre cómo esta tecnología impactó de lleno en la gama del fabricante galo durante los años ochenta. Algo con eco en la producción española del momento pues entró a montaje en la FASA allá por 1982; justo dos años después de su estreno absoluto en Francia.
Dicho esto, lo mejor de cara a entender los encantos de esta berlina -de la cual hay una unidad disponible justo ahora en Benzin con cierre de puja dentro de cuatro días- será remontarnos hasta 1977. Año en el que Renault estrenó en la F1 sus mecánicas sobrealimentadas por turbocompresión, logrando unos resultados discretos en un primer momento aunque, en tan sólo dos años, uno de aquellos monoplazas se hacía al fin con la victoria en un GP.
Y sí, a partir de aquí la popularización del turbocompresor fue imparable, más aún si tenemos en cuenta la victoria del Alpine A442 en las 24 Horas de Le Mans en 1978. Todo ello en medio de una escalada tecnológica realmente competitiva en la que -de manera sorprendente- casi todos los fabricantes abandonaban las mecánicas atmosféricas prestos a abrazar las turboalimentadas.
Es más, cuando en 1981 la propia Ferrari bendijo esta vía con el estreno del 126CK quedaba perfectamente claro cómo aquello había venido para quedarse al menos durante un tiempo. Asimismo, en lo referido a los vehículos de calle la sobrealimentación por turbocompresión daba respuesta al incremento de la potencia sin por ello tener que aumentar la cilindrada; hecho éste especialmente importante dadas las nuevas restricciones medioambientales así como el ahorro de combustible inherente al impacto causado por la Crisis del Petróleo.
RENAULT 18 TURBO, EL TOPE PRESTACIONAL DE LA GAMA
Presentado en 1978, el Renault 18 vino a sustituir al Renault 12 con una apuesta conservadora en lo mecánico aunque francamente actualizada en términos de diseño, habitabilidad y confort. Así las cosas, la versión TS se ocupaba de la proyección más prestacional del modelo en su lanzamiento gracias a los 80 CV a 5.500 rpm con 121 Nm brindados por su motor de cuatro cilindros y 1.647 cc.
No obstante, la llegada de los años ochenta -en los cuales habría de explotar definitivamente el fenómeno de las berlinas deportivas ya preconizado por Alfa Romeo, Jaguar y BMW- imponía un nuevo tope de gama sino con brío sí al menos con unas prestaciones más llamativas. Algo relativamente sencillo de conseguir para Renault, la cual iba sumando experiencia en turbocompresores listos para su llegada a los concesionarios.
De esta manera, en 1980 la gama del Renault 18 recibió una actualización bastante llamativa con la aparición de la variante Turbo. Dotada con un motor perforado hasta los 1.565 cc, ésta llegaba hasta los 110 CV a 5.000 rpm alimentándose aún por carburación.
En fin, una efectiva puesta al día que, además, a efectos publicitarios sobrepasaba la barrera psicológica de los 100 CV en una época donde esto resultaba reseñable al hablar de un modelo producido en gran serie por una marca generalista.
SEGUNDA SERIE, FASE EN LA QUE SE INSERTA LA UNIDAD A LA VENTA EN BENZIN
Debido a la constante evolución de la turbocompresión en Renault, en 1982 el Renault 18 Turbo recibió una mejora en sus prestaciones gracias a aumentar la presión en su sobrealimentación llegando así hasta los 125 CV. Un incremento de potencia que, afortunadamente, fue acompañado por la adopción de discos de freno en el eje trasero al tiempo que agrandaba el diámetro de los ya montados en el delantero durante la primera serie.
Asimismo, en aquel mismo año el Renault 18 Turbo pasó a ser parte de la producción en la nueva planta de FASA instalada en Villamuriel de Cerrato. Un auténtico espaldarazo para la producción nacional, la cual al fin tenía en su haber un modelo con turbocompresión y prestaciones realmente llamativas en comparación con el resto de su oferta.
Con todo ello, la unidad a la venta en Benzin pertenece a la segunda serie al ser de 1983 y, por tanto, ya con los llamativos 125 CV. Eso sí, dado que la base sobre la cual se derivó esta versión Turbo no es para nada deportiva -no hablamos aquí del bastidor de un Giulia, nacido para las carreras aunque se disfrazara de berlina-, la potencia de nuestro protagonista deriva más en un familiar con aptitudes en velocidad lanzada que en una máquina lista para enlazar curvas.
Siendo consciente de esto -la potencia no es el único atributo de un deportivo, recordemos esto siempre-, la siguiente persona en poseer este Renault 18 Turbo -con 188.500 kilómetros, buen estado general y matrícula de Salamanca- podrá gozar de los encantos inherentes al primer modelo turbo en la producción local española. En fin, un clásico popular con garra y significación histórica.