¿En qué se relacionan los AC Cobra con los Chevrolet Corvette SS? Pues en que ambos cuentan con la misma inspiración. Sí, sabemos que esto es difícil de creer, pero si nos paramos a examinar con detalle la historia de la casa británica Allard no tardaremos demasiado en ver las conexiones necesarias a fin de hilar esta historia.
Así las cosas, lo mejor será ir por partes a la hora de comprender cómo la mezcla de un enorme motor con bajos potentes y un chasis ligero enfocado a la competición tiene su génesis en la Inglaterra de los años veinte.
Una visión trepidante de la cual participarían tanto Carroll Shelby como Zora Arkus-Duntov; a la sazón no sólo creadores de los Cobra y Corvette SS respectivamente, sino también antiguos pilotos de unidades Allard justo a comienzos de los años cincuenta. En fin, como ve usted nada aquí es casualidad.
No obstante, lo cierto es que el propio inicio de Allard sí pareció ser un azar del destino, echando a andar en un pequeño taller ubicado a las afueras de Londres con la única intención de crear modelos artesanales para las carreras Off-Road de la época; una suerte de tramos cronometrados por caminos embarrados destinados a vehículos preparados de forma artesanal.
UNA SUERTE DE RALLYCROSS
Si usted cuenta con afición por los diseños del malogrado Grupo B quizás se haya preguntado más de una vez por el destino de aquellas unidades expulsadas del WRC en 1986. En caso afirmativo, probablemente haya contemplado imágenes de algunos Lancia Delta S4 o Audi Quattro S1 E2 convertidos a modelos de Rallycross hasta bien entrados los años noventa.
Un sino bien distinto al cual fueron concebidos aunque, al mismo tiempo, sumamente ilustrativo en relación a un tipo de competición muy querida por el público británico desde hace más de un siglo: la basada en poner sobre escuetas y cuasi impracticables pistas de tierra modelos ligeros dotados con motores de gran potencia.
Todo un espectáculo, pues aunque las velocidades alcanzadas no son precisamente elevadas -el propio trazado lo hace imposible-, tanto el sonido como el hecho de ver a estos vehículos derrapar en el barro generan una afición orgullosa sobre la cual acabó cimentándose el mundo de los rallyes y el Off-Road automovilístico.
Pues bien, dicho esto hemos de pensar en cómo eran las carreras para las cuales Allard preparó sus coches allá por los años treinta del pasado siglo; un desafío donde la mezcla de base ligera con motor potente a bajas vueltas aseguraba aceleraciones de órdago entre giro y giro. Asimismo, la necesidad de mejorar la tracción condicionaba la mejora en aspectos como las suspensiones o el reparto de pesos.
En fin, aunque antes de la Segunda Guerra Mundial Allard estaba aún muy lejos de fabricar automóviles en serie lo cierto es que sus planteamientos de ingeniería y diseño ya iban tomando un perfil propio más que reseñable.
ALLARD SPECIAL, LA CONSOLIDACIÓN
“The Allard Special Cars have been designed to provide a reliable and fast car suitable both for road work and sporting events. The high power to weight ratio, coupled with correct weight distribution, gives a performance only rivalled by a racing car”.
Visto el anterior texto publicitario uno puede darse cuenta sobre cómo la propia Allard -y sus distribuidores- ya eran conscientes de su acertado carácter personal en torno a la relación peso/potencia o el reparto de pesos e inercias incluso a finales de los años treinta. Una época donde el pequeño taller londinense pasó de preparar unidades concretas a ensamblar en pequeña serie su primer modelo reseñable: el Allard Special.
Un diseño bajo el cual sintetizaba todo lo aprendido durante los años anteriores ofreciendo así un automóvil ligero aunque no por ello dotado de un simple y escueto motor con cuatro cilindros. Asimismo, el mezclar piezas artesanales de origen local con elementos mecánicos adquiridos a firmas estadounidenses -caracterizadas por los cubicajes generosos- iba alimentando en el Reino Unido la base para los posteriores y tan exitosos híbridos anglo-estadounidenses AC Cobra.
DESPUÉS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, LA IMPORTANCIA DE FORD
Durante la Segunda Guerra Mundial Allard acentuó lo que ya era una tendencia firme en su primera época: trabajar con piezas a firma de Ford a fin de crear sus propios vehículos. Es más, pasada la contienda esto llegó a su cúspide al implantar motores de la casa estadounidense sobre chasis escasamente retocados del Pilot; un sobrio pero eficaz turismo con motor V8 relativo a la gama de Ford UK.
Asimismo, las “dietas de adelgazamiento” previstas para las unidades más competitivas insistieron en no utilizar carrocerías con pasos de rueda integrados tal y como era la tendencia antes de acabar la década de los cuarenta; un hecho imprescindible para la identidad de Allard, la cual anticipó en sus J1 Competition el aspecto liviano de sus modelos posteriores.
Por otra parte, aunque del J1 sólo se ensamblaron 13 unidades todas y cada una de ellas seguían altos grados de personalización, siendo casi imposible la creación de una ficha técnica unitaria para toda la saga al tener que contemplar no sólo diversas carrocerías sino también motorizaciones muy distintas donde incluso se insertan unidades con sobrealimentación por compresor volumétrico.
Eso sí, a pesar de todo los éxitos de Allard con aquellos pocos J1 fueron alentadores, haciéndose con la victoria en citas alpinas o carreras Off-Road británicas para consolidar así todo lo aprendido en aquellos antiguos e iniciáticos tramos en barro de los años treinta y sus “Pre-War Trial Cars”.
ALLARD J2, A POR LOS CIRCUITOS DE ASFALTO
Por cuestiones legales no les podemos reproducir la que a nuestro criterio bien podría ser la mejor fotografía en relación a la historia de Allard: aquella en la que un J1 con motor Ford-Mercury sobrealimentado asciende por un camino pedregoso con las ruedas del eje delantero marcando una acusadísima caída positiva.
Bastante eficaz a la hora de ilustrar cómo la empresa había sido pionera en las suspensiones independientes ya antes de la Segunda Guerra Mundial, ésta es un prodigio en relación a la búsqueda de apoyo y tracción durante aquellas salvajes carreras Off-Road.
No obstante, lo cierto es que tras la Segunda Guerra Mundial Allard empezó a intuir la importancia del mercado estadounidense; un mercado adonde habría de dirigir su J2 entre 1949 y 1959 llegando a adjudicar en torno a 90 unidades capaces de completar una de las genealogías más complejas en toda la historia del automovilismo deportivo.
Es más, incluso el actual The Allard Register se ha dado por vencido, admitiendo cómo mientras muchas de las unidades se vendían sin motor otras muchas combinaban bloques Cadillac o Ford con piezas de toda índole y condición. Eso sí, por pura estadística el motor más presente en la saga de los Allard J2 es el Cadillac 331; un propulsor extremadamente eficaz a bajas vueltas, más aun al combinarse con un peso en conjunto situado alrededor de los 770 kilos. En suma, la máquina a fin de disputar con cierto éxito las carreras de resistencia a las refinadas máquinas británicas e italianas.
J2X Y J2X LE MANS, LA INSPIRACIÓN PARA SHELBY Y ZUNTOV
No nos vamos a extender mucho más sobre el Allard J2 y sus derivados pues al fin y al cabo éste no es el propósito del presente artículo. Sin embargo, lo cierto es que tanto sus éxitos en competición -quedó tercero en Le Mans 1950- como su propia evolución mecánica -en la cual se inscribe el J2X de 1951-1954 con motores Buick, Cadillac, Chrysler, De Soto, Ford y Oldsmobile- fueron un aliciente incuestionable para no pocos pilotos.
Pilotos como Carroll Shelby o Zora Arkus-Duntov, quienes antes de enfocar sus esfuerzos a la creación de automóviles deportivos estuvieron en carrera a los mandos de unidades Allard a comienzos de los años cincuenta.
Es más, Arkus-Duntov participó con el equipo oficial de la marca inglesa en las 24 Horas de Le Mans de 1952, donde manejó uno de los J2X Le Mans con pasos de rueda integrados en la carrocería; una evolución exigida por el nuevo reglamento de la carrera, en el cual se prohibían de forma expresa a partir de aquella edición las ruedas segregadas tal y como montaban los Allard J1, J2 y J2X.
Dicho esto, lo interesante es reflexionar sobre cómo dos diseñadores básicos para el concepto de híbrido anglo-estadounidense -motor de gran cubicaje y chasis liviano– pasaron buena parte de su historial en carreras a lomos de modelos Allard; a fin de cuentas una marca que ya durante los años treinta había puesto las bases para semejante tipo de automóvil deportivo.
Y es que, a veces, los hilos responsables de unir a modelos tan interesantes como el AC Cobra o el Corvette SS con otros tan distintos como el Allard J2 sólo resultan invisibles para quienes no deseen verlos.
Imágenes: The Classic Motor Hub