1973 fue, posiblemente, el año más importante en la historia de Alpine. Para empezar, la escuadra francesa se hizo con la victoria absoluta en la edición inaugural del Campeonato Mundial de Rally gracias a su A110. Uno de los mejores vehículos nunca vistos sobre las pistas de tierra. Tan sólo barrido por los triunfos del Lancia Stratos. A la sazón, el primer automóvil diseñado desde cero para ser dominante en los rallyes del recién nacido mundial. Además, como colofón a aquella victoria en la temporada de 1973 Alpine logró un triplete legendario durante el Rally de Montecarlo.
Es suma, la casa francesa había logrado una plena reivindicación en los rallyes después de los infructuosos intentos por ganar en Le Mans durante la década anterior. Intentos que, por cierto, involucraron a Renault con la creación de un nuevo bloque V8. Asimismo, durante aquel año de victorias deportivas también se produjo el que, sin duda, sigue siendo el hecho empresarial más importante en toda la historia de Alpine.
Ni más ni menos que su definitiva absorción por parte de Renault. Un hecho natural y previsible pues, no en vano, Jean Rédélé no había hecho más que estrechar las relaciones con la casa del rombo desde que fundase su empresa allá por 1955. Además, en 1969 Renault ya había absorbido a Gordini. Así las cosas, tras la incorporación de Alpine la marca francesa logró poner los cimientos para el que sería su departamento de carreras desde mediados de los años setenta. Renault Sport. Aquel con el cual logró notables éxitos tanto en Le Mans como en la F1 gracias al desarrollo de los turbocompresores.
Con todo ello, no cabe sobre la importancia capital del año 1973 en la historia de Alpine. Algo que, sin embargo, no pudo ocultar ciertos problemas ya asomados al horizonte más cercano. Y es que, al igual que otras marcas como Porsche o Lotus, Alpine debía cuadrar sus cuentas más allá de cumplir con éxito evidente sus pretensiones en las carreras. Debido a ello, en 1971 la todavía independiente casa francesa había presentado su A310. Ideado como un complemento comercial al agresivo y espartano A110, este modelo buscó ser el primer vehículo masivo producido por Alpine.
Para ello, sobre su chasis de viga central con el motor colgando por detrás del eje trasero, el A310 ofrecía un cuidado habitáculo con hasta cuatro asientos. Es decir, Jean Rédélé había logrado encapsular el nervio de su exitoso modelo de carreras bajo la piel de un GT con el cual poder abordar tanto largos viajes como un cierto uso diario. Sin embargo, el público no respondió como estaba previsto. Algo perfectamente comprensible al estudiar la relación peso/potencia mostrada por el A310. No en vano, dotarlo con las comodidades necesarias para un uso cotidiano elevó su peso en unos 300 kilos respecto al marcado por el A110.
Un hecho que no hubiera sido problemático en el caso de haberse retocado la mecánica. Sin embargo, Alpine fue fatalmente continuista al dotar con el mismo motor del A110 a su nuevo modelo. Debido a ello, muchos de los potenciales compradores tildaron de insuficientes a los 128CV entregados por su cuatro cilindros en línea con 1.6 litros. Llegados a este punto, la marca reaccionó en 1976 dotando al modelo con un V6 capaz de aumentar las prestaciones hasta los 152CV.
No obstante, aquello no sólo llegó demasiado tarde sino que también fue responsable de generar un comportamiento algo difícil. Es más, el pesado bloque con seis cilindros colgado por detrás del eje trasero hacía del nuevo A310 un vehículo altamente sobrevirador. Al menos, lo suficiente como para comprometer seriamente su manejo entre los conductores menos habilidosos. Así las cosas, este GT no consiguió superar a su predecesor. Un hecho que, junto al uso cada vez más común de la denominación Renault Sport por encima de la de la Alpine, invisibilizó progresivamente a la casa fundada por Jean Rédélé a mediados de los años cincuenta.
ALPINE GTA MILLE MILES, UNA OPERACIÓN COMERCIAL
Tras la historia algo errante del A310, en 1984 Renault lanzaba el GTA. Y sí, decimos Renault y no Alpine con una intención plenamente consciente. Y es que, desde la absorción de 1973 los A310 comenzaron a lucir el emblema del rombo en su frontal. Algo que heredó el GTA, siendo por tanto una opción especialmente deportiva dentro de la propia gama del fabricante francés. De esta manera, la denominación comercial Alpine desaparecía de los concesionarios -excepto en algunas ediciones especiales muy determinadas- y, con ella, todo el aura de prestigio unido a la misma.
Así las cosas, aquello no parecía tener demasiada significación. Sin embargo, Renault estaba cayendo en lo que, dicho en términos actuales, podríamos definir como el “efecto VW Phaeton”. Es decir, el de un automóvil de gama alta distribuido bajo un sello especialmente masivo y popular. Hecho éste sin importancia para cualquier comprador interesado en la puridad de la ingeniería. Aunque, en verdad, toda una traba cuando hablamos de quienes buscan, simplemente, un vehículo que los distinga a golpe de chequera.
Desgraciadamente, esta horda resulta bastante común. Sobre todo allá donde florezcan las actividades relacionadas con la economía especulativa. De hecho, en 1994 Renault reincidió en el mismo error comercial cometido con el GTA al presentar el Safrane Biturbo. Una más que interesante berlina prestacional lastrada por su emblema alejado de las gamas premium. Llegados a este punto, el Renault GTA fue languideciendo desde su misma presentación. Siendo un deportivo sin duda muy llamativo para los puristas de Alpine -no en vano aún conservaba gran parte del esquema marcado por el A110- pero incapaz de seducir a quienes pudieran adquirir un Porsche 944 o un Lotus Esprit.
De esta manera, en 1989 Renault decidió recuperar a Alpine como marca segregada justo tal y como lo está haciendo en estos momentos. Gracias a ello, se lanzó la versión especial con 100 unidades conocida como Alpine GTA Mille Miles. A efectos históricos, el primer regreso de Alpine a los concesionarios siendo así una clara operación comercial. Es más, en lo relativo a la mecánica, el Alpine GTA Mille Miles conservaba el bloque V6 Turbo con 2.5 litros ya montado desde 1985. Capaz de entregar 200 CV en las unidades sin catalizador según el país al que fueran destinadas. Por cierto, el mismo que también a mediados de los años ochenta estrenase la berlina 25 en sus variantes más prestacionales.
Dicho esto, con el Alpine GTA Mille Miles la marca francesa buscó crear una serie limitada a 100 unidades fácilmente distinguible gracias a ciertos cambios cosméticos. El primero estaba en su exterior. Donde las insignias de Renault desaparecían por completo dando así un pleno protagonismo a la marca Alpine. Señalada incluso con una gran A incorporada sobre el capó delantero por encima del faro izquierdo. Además, el habitáculo recibía una gran cantidad de superficies rematadas en cuero. Todo ello rematado con una placa en el salpicadero indicando el número exacto de cada unidad.
Sin duda, una operación comercial basada en la máxima eficiencia económica pues no había requerido nada de trabajo en ingeniería. Llegados a este punto, el Alpine GTA Mille Miles servía para reposicionar la imagen de la casa deportiva. Un claro precedente de lo que hoy ha vuelto a hacer Renault creando de paso una de las series del GTA más codiciadas entre los coleccionistas.
Fotografías: Renault / Artcurial