AMC matador barcelona
Fuente: eBay.
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AMC Matador Barcelona, Un Coupé de Lujo

AMC matador barcelona
Fuente: AMC.

Que SEAT haya utilizado los nombres de ciudades españolas para nombrar a varios de sus modelos es algo perfectamente entendible. Algo menos, pero también asumible, es que la pasión de Ferruccio Lamborghini por la tauromaquia española llevara a que la lista de modelos de Sant’Agata Bolognese parezca un tomo de la enciclopedia Cossío. Al fin y al cabo, íberos e itálicos estamos lo suficientemente cerca como para que se produzcan este tipo de idilios.

Pero lo ocurrido en los Estados Unidos de los 70 al aparecer cierto coche americano con un nombre hispánico lleno de resonancias toreras…

Es algo más extraño. Más aún cuando te fijas en el pomposo escudo que preside el capó delantero y adviertes que no es el de la marca sino ¡el de la ciudad de Barcelona!

AMC matador barcelona
Fuente: eBay.

Un detalle que no es fruto del afán localista de un supuesto propietario catalán, sino de la propia marca: la American Motors Corporation que, en 1977, lanzó al mercado 396 unidades del AMC Matador Barcelona. Un lujoso y confortable coupé concebido para competir entre otros -e ironías de la vida- con el Chrysler Córdoba de 1975. Hemos encontrado este ejemplo en E-Bay y aprovechamos para contaros la historia…

AMC MATADOR: LA SUPERVIVENCIA DE UNA MARCA INDEPENDIENTE

AMC (American Motors Corporation) siempre ha sido un verso libre. Fundada en 1954 en Kenosha -a unos prudenciales 900 kilómetros de Detroit, aunque luego terminase allí- mantuvo hasta su desaparición en 1988 una contumaz independencia respecto a los gigantes de la automoción americana.

Y para ello… Hizo todo lo que pudo.

Desde producir ingeniosos utilitarios urbanos como el Gremlin o el Pacer hasta intentar una asociación con Renault e, incluso, asumir la fabricación de un modelo como el Cherokee, finalmente producido por Chrysler ante las dificultades financieras de AMC.

Curiosamente, el Matador compartió diseñador con el legendario todoterreno, siendo Richard A. Teague el responsable de un coche que vino a cambiar muchas cosas en la marca. Pero… ¿Cómo exactamente? Bueno, toda empresa necesita saber a qué mercado orientarse y, en ese sentido, AMC decidió hacerlo al del gran público americano.

¿De qué manera? Pues ofreciendo una amplia gama de vehículos nada deportivos pero sí muy cómodos y prácticos, algunos equipados con potentes y elásticos motores de gran cilindrada pensados para devorar kilómetros suavemente… Y otros más propicios para el ámbito urbano, con dimensiones reducidas, menor gasto de combustible y una gran habitabilidad para el día a día.

Desde 1971 el Matador fue la estrella de la primera de esas dos categorías coexistentes en AMC, evolucionando a través de dos generaciones en las que el modelo se ofrecía en carrocerías tan diferentes como sedán, station-wagon y la que nos interesa: coupé. En suma, una denominación bajo la que se ampararon versiones en realidad muy diferentes entre sí, equipadas con unos 8 motores distintos que hicieron que más de uno realmente se preguntará ‘¿qué es un Matador?’

LA DECADENCIA DE LOS ‘MUSCLE CAR’

Si pensamos en los coupés americanos medianamente deportivos de los años 60… Rápidamente nos viene a la cabeza la imagen de un Mustang o un Corvette, de un Camaro, un GTO o un Charger. Sinuosos y vitaminados pony y muscle car que, aunque no eran precisamente ases de las curvas -al menos de serie-, se vieron relegados en la década de los 70 por un tipo de coche muy diferente.

Y es que entre 1968 y 1973, la industria americana dio un giro de 180 grados respecto a lo que, para ellos, tenía que ser un coupé deportivo. Se acabó así la crudeza, aunque sólo fuera en las formas, el sonido o la aceleración, por poner algunos ejemplos, y la pretendida deportividad tan sólo quedó en el nombre. En el apartado mecánico, si bien no se renunciaba a la potencia disponible, ésta debía ser entregada de una forma progresiva, convirtiendo a aquellos automóviles en corderos con piel de lobo.

Justo ahí se situaba el Matador Coupé, un modelo que apareció en 1974 con más de 5 metros de largo y 1.861 kilos de peso empujados gracias a un V8 que iba desde los 3.8 litros hasta los 5,9 y 225CV, dependiendo de la versión. Un coche de lujo potente -era el tope de gama- pero nada deportivo, más aún si tenemos en cuenta que la caja de cambios era normalmente automática y de tres velocidades.

Y es que, como hemos dicho antes, la idea en estos coupé era el lujo y la comodidad. De hecho, AMC ofrecía servicios de asistencia propios de la actualidad al adquirir un Matador Coupé; entre ellos, estaba el compromiso de proporcionarte un coche de sustitución en caso de avería, así como una línea telefónica personal en la que AMC atendía con gusto cualquier duda que el cliente pudiera tener sobre el funcionamiento de flamante automóvil.

A partir de 1976, y con la salida al mercado de la segunda generación del Matador, aparecieron versiones más suntuosas como la Cassini -vestida por el famoso diseñador de moda de la época- y la Barcelona; donde el uso del escudo de la ciudad condal se repite al menos en cuatro ocasiones, dos de ellas en las ventanillas modelo ópera de su lateral.

El Matador Barcelona es un coche llamativo pero al tiempo muy representativo de una época en la que los 2+2 americanos se concibieron para conducir tranquilamente, derrochando litros de “groovy” con el brazo izquierdo apoyado en la ventanilla mientras la radio exudaba temas de Bobby Womack o Al Green.

Ah, y una cosa: Si te gusta pero sigues echando de menos algo más de deportividad sobre sus cuatro ruedas… Haz como Francisco Scaramanga -el enemigo de James Bond en “The Man with the Golden Gun”– y ponle un buen par de alas, a ver qué pasa. 😉

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Escrito por Miguel Sánchez

A través de las noticias de La Escudería, viajaremos por las sinuosas carreteras de Maranello escuchando el rugido de los V12 italianos; recorreremos la Ruta66 en busca de la potencia de los grandes motores americanos; nos perderemos por las estrechas sendas inglesas rastreando la elegancia de sus deportivos; apuraremos la frenada en las curvas del Rally de Montecarlo e, incluso, nos llenaremos de polvo en algún garaje rescatando joyas perdidas.

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