El 18 de abril de 1934 Citroën presentaba un automóvil revolucionario. Equipado con una novedosa tracción delantera que solucionaba el problema del túnel de transmisión, el Traction Avant al fin reunía en un coche de gran serie muchos de los avances del momento. Entre ellos no sólo se encontraba el abandono de la propulsión trasera, sino también la carrocería autoportante. La base de los actuales chasis monocasco que, aunque ya había sido presentada por el Lancia Lambda en 1922, tuvo en el Traction Avant su primer uso en un automóvil de comercialización extensa.
Además, su fantástico diseño a cargo del escultor Flaminio Bertoni resultó ser un perfecto envoltorio para el ingenio de Andrè Lefèbvre con la ingeniería. Así las cosas, el Citroën Traction Avant marcó un hito en la historia del automovilismo. Un hito al que, como a todo en esta vida, también le afectó el paso del tiempo. Y es que, mientras en los años 30 este modelo era el no va más, llegados a los cincuenta ya se veía ampliamente rebasado por la competencia. Más aún cuando en 1955 Citroën presentaba el futurista DS.
Un tope de gama con el cual la marca francesa volvía a presentarse como una empresa audaz a la hora de incorporar lo futurista a la carretera. Además, en lo que se refiere a la zona baja de la gama ésta era ocupada por el exitoso y versátil 2CV. Una situación en la que el Traction Avant debía ser rápidamente sustituido por un vehículo con vocación familiar, capaz de satisfacer a las amplias clases medias urbanas. Justo el propósito para el cual apareció en 1955 el primer prototipo del coche que, seis años más tarde, llegaría a ser el Citroën Ami 6.
CITROËN AMI 6. NACIDO PARA LAS NUEVAS FAMILIAS
La historia del automóvil ha ido al compás de la evolución social. En un primer momento, éste era tan sólo un artículo al alcance de los más privilegiados. Era el momento de los Rolls-Royce, Hispano-Suiza o Voisin. Coches artesanales pensados para una selecta minoría. Mientras tanto, también fue desarrollándose una industria masiva dedicada a la producción de pequeños vehículos para la reconstrucción de un mundo asolado por la Segunda Guerra Mundial. Así, mientras en Japón nacían los microcoches de Toyota, en España prosperaron los Biscúter y en Italia los FIAT 500. Proceso que en Francia se sintetizó con la irrupción del Citroën 2CV.
Sin embargo, según Europa experimentaba un fuerte crecimiento económico aparecían sectores sociales urbanos con acceso al consumo. Ávidos de viajes y necesidades de movilidad diarias, los integrantes de la clase media requerían coches prácticos, pero con un mayor espacio y comodidad que los utilitarios pensados para el día a día agrícola. Un segmento en el que entra con fuerza el Citroën Ami 6. Concebido como un “modelo intermedio”, se presentó el 6 de abril de 1961 con la vocación de conquistar a las masas gracias a su versatilidad y ajustado presupuesto. Algo que, sin embargo, no logró tan fácilmente.
Atrevido a la manera de Citroën, el Ami 6 propone soluciones estéticas fundamentadas en la practicidad. Razón por la cual la primera serie cuenta con un pilar C invertido, formando la curiosa “z” tan representativa de su perfil. Sólo así podía montarse una amplia tapa de maletero sin que, al tiempo, la luneta trasera fuera pegada a la nuca de los pasajeros traseros. Una solución ideada por Flaminio Bertoni, constreñido por tener que diseñar este cuatro plazas familiar sobre la misma base del 2CV. Hecho al que obligó la directiva de la marca, tan ilusionada con el Ami 6 como escéptica a la hora de invertir en el desarrollo del mismo.
DEL ESCEPTICISMO AL ÉXITO. LA RECONVERSIÓN DEL AMI 6
Curiosamente, el público francés resultó ser más conservador de lo que Citroën había previsto. Al menos en lo estético, ya que la extraña luneta invertida tiró hacia abajo de las ventas. De hecho, esto no es una especulación. Y es que en 1964, cuando se presentó la versión cinco puertas, ésta disparó los resultados llegando a ocupar más de dos tercios de los pedidos referidos al Ami 6.
Un espaldarazo que aupó la producción por encima del millón de unidades incluyendo a la evolución Ami 8. Versión que sube hasta los 725 kilos, mientras que el Ami 6 de 1961 pesa tan sólo 620. Un prodigio de ligereza pensado para ayudar al punto más flojo del coche: su motor.
Envuelto en chapa de tan sólo 0’6 centímetros de grosor, el Ami 6 necesita ahorrar todo el peso posible para ayudar a un motor bicilíndrico con poco empuje por debajo de las 3.000 rpm. De hecho, el brío de sus 22CV empieza a llegar sólo al subirlo a su máximo de 4500.
No en vano, el principal problema del Ami 6 fue su mecánica la cual, aunque fiable, estaba anticuada desde el nacimiento. Como hemos visto, tanto el motor como el chasis tenían mucho que ver con el 2CV. Todo lo rupturista que el Ami 6 había sido con la estética no lo fue con la ingeniería. Característica surgida de una escasa financiación del proyecto original.
De hecho, según los ingenieros iban haciendo propuestas éstas eran rechazadas por la directiva. Una de ellas la suspensión hidroneumática. Marca de la casa que, de aquellas, quedaba reservada para el superior DS. No obstante, y a pesar de estos puntos endebles que tiraron del Ami 6 más hacia el pasado que hacia el futuro, éste fue un modelo exitoso en la historia de Citroën. Además, es uno de esos coches con los que explicar a la perfección el auge de la clase media y su acceso a la automoción. Uno de esos coches que, pasados 60 años, son todo un pedazo de historia.
Fotografías: Citroën Origins