En 1998 llegó a los concesionarios el Fiat Multipla. Basado en la plataforma de los Bravo/Brava, este monovolumen representó un auténtico hito en habitabilidad gracias lograr un habitáculo con hasta seis plazas y un digno maletero aun basándose en las medidas de un automóvil compacto.
Asimismo, la combinación de sus vías anchas -los asientos se distribuyeron a razón de dos bancadas con tres pasajeros cada una- con una oferta de motores oscilante entre los 103 CV del gasolina atmosférico y los 105 CV del turbodiésel hicieron de este Fiat tan particular un vehículo capaz de moverse con más brío del esperado.
Sin embargo, desgraciadamente la afición al automovilismo -la misma que habla y comenta sin leer ni documentarse, a ejemplo de ello sólo han de comprobar la situación cada vez más precaria de la prensa especializada en este país- ha decidido de un tiempo a esta parte crear calificativos nocivos hacia el Multipla sin pararse a pensar en lo funcional de su diseño.
Así las cosas, mientras este monovolumen ya va entrando a la consideración de preclásico conviene entender las razones de su origen dentro de un contexto más amplio: aquel en el cual se estaba moviendo Fiat Design a comienzos de los noventa bajo el liderazgo de Chris Bangle, empeñado en desarrollar nuevas propuestas ante el cada vez más atestado tráfico urbano.
LOS ELÉCTRICOS, LAS CIUDADES
La electrificación aplicada al automovilismo no es precisamente nueva. Es más, durante los inicios del transporte privado con cuatro ruedas y motor ésta bien pudo haber sido la opción dominante; hecho por el cual hoy en día tendríamos a los “petrolhead” -quizás se llamarían a sí mismos «watiohead«- más recalcitrantes admirando las virtudes deportivas de una respuesta inmediata al pedal de aceleración o unos caballajes astronómicos logrados con relativa facilidad. Piensen en ello cuando acudan vociferantes a la próxima feria o concentración de vehículos.
No obstante, lo cierto es que debido a razones comprensibles en su época fue la combustión quien acabó ganando -de largo- la partida durante aquellos años iniciáticos del automovilismo. Un hecho indudable que sin embargo no ha sido óbice para la aparición escasa aunque recurrente de experimentos eléctricos a lo largo de todo el siglo XX.
Especialmente útiles en relación al transporte dentro de las grandes ciudades, estos vieron en la electrificación de pequeños vehículos -lo que en Japón podría estar en el segmento de los Kei Car- la solución más evidente a fin de paliar no sólo la congestión del tráfico sino también la cada vez más preocupante polución situada sobre las capitales.
DE LOS AÑOS SETENTA A LOS NOVENTA, FIAT Y LOS ELÉCTRICOS
Curiosamente fue Fiat quien durante los años setenta se tomó más en serio la idea de los microcoches eléctricos aun no llevándolos a serie. En este sentido la razón bien pudo ser su más que probable escasa cuota de mercado, ya que por un precio final muy similar al que podrían haber tenido estos coches en el concesionario se podría adquirir algo más versátil como un 126 o un 127.
De todos modos los diseños comandados por Michelotti dejaron un legado muy interesante tanto en materia eléctrica como en habitabilidad; prueba de ello son las atrevidas líneas del X1/23 -con dos plazas y un diseño tan cuidado como atrevido- o la puerta corredera del 126 Vettura Urbana, el cual resultó todo un alarde de habitabilidad llegando a contar con un excelente acceso a sus cuatro plazas reales situadas sobre su escueta plataforma.
FIAT DOWNTOWN, LA MÁQUINA IDEAL PARA EL TRÁFICO URBANO
Aunque la idea de aquellos microcoches eléctricos no próspero, lo cierto es que en Fiat pareció quedar un cierto cimiento en torno a esto. Así las cosas, cuando a comienzos de los años noventa resurgió con nuevos bríos el debate relativo al congestionado tráfico urbano la casa italiana presentó a modo de respuesta el prototipo Downtown.
Completamente funcional, del mismo se ensamblaron hasta tres unidades dando a entender cómo aquello no era un simple ejercicio de diseño. Lejos de ello su chasis en aluminio fue un elemento de lo más cuidado, rematándose con paneles del mismo material para dejar en conjunto unos 700 kilos en báscula.
Además la disposición de dos motores eléctricos con hasta 9,5 CV en acción combinada daba una potencia escasa aunque suficiente para la marcha en ciudad, donde a una media de 50 km/h podía llegar hasta los 300 kilómetros de autonomía tras una recarga completa de casi ocho horas.
Todo ello con elementos como el climatizador, la puerta corredera o el navegador; algo no sólo bastante práctico para los dédalos de callejuelas inherentes a los cascos históricos italianos sino también bastante innovador para el momento.
De todos modos lo que más ha quedado en la memoria cuando hablamos del Fiat Downtown es su apariencia, su aspecto extravagante aunque sumamente lúcido pues en él la forma iba claramente subordinada a la función; una clara premonición de lo que tan sólo cinco años más tarde habría de pasar con el Fiat Multipla.