En el mundo del automóvil sólo hay algo más complejo que realizar un nuevo lanzamiento: hacerlo superando a un antecesor exitoso. Así las cosas la fama de su precedente más cercano a sepultado a no pocos modelos aun siendo objetivamente vehículos excelentes; prueba de ello es lo ocurrido con el Jaguar XJS, el cual nunca pudo superar el aura de seducción del más antiguo E-Type.
Dicho esto, lo cierto es que superar a un modelo como el Audi Quattro S1 resultaba algo no sólo difícil sino incluso posiblemente imposible. Para empezar, éste había sido uno de los diseños más disruptivos en toda la historia del automovilismo al incorporar un sistema con tracción total derivado con éxito desde el campo de pruebas militar.
Asimismo, su combinación de prestaciones y agarre hicieron del mismo un auténtico mito sobre las pistas del WRC, siendo capaz de barrer de un plumazo a todos sus competidores y, al mismo tiempo, propiciando una auténtica revolución técnica obligando a las marcas rivales a crear lo más deprisa posible sus propios modelos con tracción total.
En suma, pocos vehículos han logrado ser tan influyentes fuera y dentro de las pistas como el Audi Quattro S1; todo un icono de la competición que, además, puso sobre los concesionarios la tecnología con la cual al fin Audi iba a encontrar un sello de diferenciación respecto a BMW y Mercedes.
CAMBIAR DE SENTIDO EN VEZ DE MEJORAR LO EXISTENTE
Para finales de los años ochenta el Audi Quattro S1 iba quedando anticuado frente a su competencia. Y no, no era tanto por las prestaciones -las cuales seguían siendo envidiables con en torno a los 300 CV- sino por su aspecto radical combinado con un desempeño absolutamente deportivo sin concesiones para un uso versátil a la forma y manera de un GT.
Dicho esto la duda en Audi se centraba en lo siguiente: qué es preferible, hacer del sucesor del S1 un modelo igual de extremo y purista o por el contrario tender la mano a nuevos y más amplios mercados a base de “dulcificarlo” en todos los sentidos.
Pues bien, la respuesta fue esta última. Y sí, era lógico. Lógico porque la tracción quattro había demostrado ser un elemento fácilmente aplicable a la gran serie y, por tanto, dispuesto a generar una gran cantidad de beneficios comerciales para una Audi decidida a aplicar su gran invento a todos y cada uno de los segmentos vistos en su gama.
1990, EL AUDI S2 APARECE ANTE LA PRENSA
A finales de los años ochenta Audi estaba al fin plenamente encauzada. Dotada de una técnica muy personal gracias a la tracción quattro, ésta supo aplicar a la gran serie todas y cada una de las lecciones aprendidas en competición ya fuera sobre las pistas del WRC o de las carreras turismo.
Por otra parte la presentación de su berlina con motor V8 consolidó a la marca frente a lo más exclusivo de BMW y Mercedes, situándola como una alternativa de pleno derecho frente a las berlinas de representación mejor consolidadas.
Un panorama donde la aparición del Audi S2 en 1990 vino a actualizar -o mejor dicho readaptar por completo- todo lo visto en su antecesor. Algo que, en pos de la comodidad y un mayor espectro de mercado, hizo del Audi S2 un vehículo donde la respuesta deportiva se amansó y concilió con un habitáculo creíble en todo tipo de situaciones.
CAMBIARLO TODO EN BASE A ELEMENTOS YA EXISTENTES
Llegados a este punto la decisión de Audi parece muy inteligente al trascender sin complejos la radicalidad del S1 en vez de aferrarse a dicho concepto con la intención de hacerlo sobrevivir a toda costa aún sin tener un nicho comercial lo suficientemente amplio.
Pero es que además el desarrollo del Audi S2 tuvo la brillantez de recortar gastos al partir de elementos ya existentes. De esta manera la plataforma usada como base fue la empleada en el 80 (B4) mientras que en la mecánica se apostó por el bloque con cinco cilindros y turbocompresor montado previamente en la berlina 200 Turbo 20CV.
A fin de cuentas una versión del motor inherente al S1 ajustado aquí a una respuesta firme y progresiva desde bajas vueltas junto a una mayor fiabilidad y, claro está, una especial atención por el consumo ya que el Audi S2 se concebía más como un coche para viajar que como un capricho dedicado a realizar tramos ocasionales a toda velocidad.
UN CLÁSICO PLENAMENTE CREÍBLE
Con un peso de 1.525 kilos y cambio de seis velocidades el Audi S2 se conjugaba con el motor de 2.226 cc capaz de entregar hasta 230 CV a 5.900 rpm con un par motor de 350 Nm a 1.950 rpm. Todo ello con un aplomo sobrado y un carácter previsible sin el típico cabeceo subvirador inherente a su antepasado más cercano.
Un concepto muy diferente al del S1 para huir así de comparaciones, poniendo todas las bondades del mito de los rallyes -potencia y agarre- sobre la base de un vehículo con el cual puedes satisfacer todas las necesidades de movilidad previstas en el día a día. Algunos argumentan cómo le falta nervio, pero otros pensados que precisamente por ello éste es un vehículo perfecto para ser un “daily classic”.