Pensar en Lotus es pensar en vehículos para asfalto rematados con una factura desprendida en su presupuesto. Sin embargo los inicios de la casa fundada por Colin Chapman no pueden ser más lejanos a dichas coordenadas, basándose en carreras de tierra y modificaciones artesanales sobre uno de los chasis más populares en toda la historia del Reino Unido.
Así las cosas el primer modelo en recibir el nombre de Lotus no se creó para el circuito o la carretera sino para las competiciones Trial tan populares en el campo británico. Esas mismas donde a día de hoy se sigue poniendo a prueba la fiabilidad de los clásicos, dirigiéndolos colina arriba por sendas embarradas donde la tracción se gana a golpe de llevar pasajeros botando sobre el eje trasero.
Sin duda una de las tradiciones automovilísticas más definitorias entre la afición inglesa, responsable de una fiebre ya centenaria por el Trial capaz de haber seducido justo después de la Segunda Guerra Mundial a un jovencísimo Colin Chapman, quien utilizó el garaje de los padres de su novia en Londres como baluarte para iniciarse en la mecánica artesanal con el barro y la cuesta en mente.
Un ámbito para el cual era perfecto cualquier Austin Seven, uno de los vehículos más populares -y económicos- del tiempo de entreguerras en Reino Unido con casi 300.000 unidades entre 1922 y 1939. A la postre -y aunque parezca inaudito- el punto de partida para los primeros tiempos de una marca referencial en la F1 y el automovilismo deportivo: Lotus.
COLIN CHAPMAN, DEL AUSTIN SEVEN AL LOTUS MARK 1
Si algo caracterizó la carrera de Colin Chapman fue el hacer virtud desde la necesidad. Debido a ello compensó con ingenio e innovación en suspensiones, puesta a punto o aerodinámica todo lo que no tenía en motor y potencia bruta frente a oponentes mucho más avezados en cuestiones mecánicas.
Algo muy bien visto durante sus primeros años en la F1, cuando junto a Cooper logró revolucionar la parrilla de salida en la categoría reina aplicando el motor en posición central-trasera y el chasis monocasco para años después volver a sorprender al mundo del “motorsport” con sus alerones y efecto suelo.
Dicho esto otra de las grandes preocupaciones en cualquier diseño a firma de Colin Chapman fue reducir el peso lo más posible; una vía de trabajo también vista en sus automóviles de serie, donde el uso de aleaciones ligeras y fibra de vidrio ha sido una constante en pos de mejorar el paso por curva o la relación peso/potencia.
En fin, mientras Enzo Ferrari dictó la desafortunada sentencia “la aerodinámica es para quienes no saben hacer motores” el ingeniero británico ha pasado a la historia por su acertado “simplifica y luego hazlo más ligero”.

Una filosofía de diseño en la cual bien podría encajar el Austin Seven con sus tan sólo 360 kilos en chasis desnudo y un motor de 747 cc capaz de entregar insospechados desarrollos deportivos; a fin de cuentas un prólogo inspirador no sólo para Lotus sino también para Abarth o Alpine.
UN GARAJE AL NORTE DE LONDRES
Cuando Colin Chapman empezó a crear su propio diseño automovilístico tenía tan sólo 19 años. Debido a ello sus posibilidades financieras no eran especialmente generosas, centrando por tanto su interés en las asequibles carreras Trial disputadas en cuestas embarradas diseminadas por todo el Reino Unido.
Algo en verdad más refinado de lo que uno pudiera pensar, situándose también en estas pistas el inicio de otra marca incuestionablemente prestigiosa aunque mucho menos longeva que Lotus: Allard.
Llegados a este punto, nuestro joven protagonista tomó como base para sus experimentos mecánicos un Austin Seven de 1928 al cual retocó el motor incrementando todo lo posible la relación de compresión.

Asimismo su trabajo también concernió a las suspensiones, instalando en el eje trasero unos muelles con altura reducida tras estudiar la posición idónea a fin de que estos produjeran el menor sobreviraje posible.
Respecto a la carrocería lo más llamativo fue la inclusión de un generoso volumen posterior donde poder acomodar a dos personas botando con afán en caso de querer ganar tracción sobre el barro; algo sobradamente conocido para quien haya visto imágenes de estos Trial Hillclimb británicos, aún en disputa con coches clásicos que en otro país siquiera ni se atreverían a sacar de su cápsula garajística.
1948-1949, DEL LOTUS MARK I AL LOTUS MARK II
Sometido a constantes cambios entre prueba y prueba, aquel campo de prácticas que fuera el Lotus Mark I estuvo en activo durante todo 1948 con un peso estimado por debajo de los 500 kilos y una potencia de tan sólo 15 CV.

Suficiente para dar alas al joven Colin Chapman, quien de cara al año siguiente empezó a trabajar en un vehículo para competiciones Trial que además se podía ser matricular para su uso legal por carretera.
Bajo este contexto nació en 1949 el Lotus Mark II, también basado en un Austin Seven aunque motorizado por la mecánica de un Ford 8 al poco sustituida por la de un Ford 10. Suficiente para lograr hasta cuatro victorias durante la temporada de Trial de 1950, siendo por tanto el prólogo perfecto para atreverse al fin con las carreras en circuito.
DIRECTO AL ASFALTO
Algo que llegaría el 3 de junio de 1950, cuando al estar en la parrilla del Eight Clubs Colin Chapman al fin competió sobre asfalto quedando incluso por delante de algún que otro Bugatti de los años treinta.
Eso sí, su necesidad de financiación le hizo del todo imposible custodiar sus creaciones iniciales con las miras puestas en el futuro; debido a ello mientras el Mark I acabó vendido en 1950 por tan sólo 135 libras -hoy en día se desconoce su paradero o final, por lo que aún se alberga la esperanza de poder encontrar algún día al primer Lotus de la historia- el Mark II se conserva actualmente en manos de un coleccionista de la marca.
1952, EL INICIO DE LOTUS COMO EMPRESA
A estas alturas del texto usted merece una pequeña aclaración. Y es que a pesar de llamarse Lotus aquellos primeros vehículos fabricados artesanalmente por Colin Chapman no eran más que eso, vehículos artesanales para uso propio en competiciones deportivas.

Dicho esto la fundación de Lotus como empresa tuvo que esperar hasta 1952, cuando tras la progresión lograda con los Mark III para la Formula 750 y Mark IIIB para la Formula 1172 -ambas canteras para jóvenes pilotos locales- hizo que nuestro ingeniero protagonista se lanzara a la fabricación en serie con el Mark VI: un modelo disponible en forma de kit a acabar por el comprador dotado con un chasis tubular donde ya se anunciaba lo que estaba por llegar cinco años más tarde con el Seven Serie 1.
Unos tiempos sobre los cuales hablaremos más adelante, viendo cómo desde la obsesión por la ligereza hasta la preocupación por la aerodinámica -el trabajo de Frank Costin ya asomaba en el Mark VIII de 1954- los puntos claves en el diseño de Colin Chapman estuvieron ya presentes en los inicios de Lotus; algo imposible de comprender si no sabemos cómo la marca nació a partir de un sencillo y popular Austin Seven.
Imágenes: Colin Chapman Foundation / Lotus Heritage / Bonhams Cars