Cuando hablamos de marcas dedicadas a un nicho de mercado muy concreto hemos de mencionar su personalidad. Y es que, al contrario de lo experimentado por las firmas generalistas, los coches salidos de sus factorías han de contar con una identidad muy concreta para resaltar sobre los demás. De esta forma, mientras algunas empresas se decantan por la potencia o la equipación otras lo hacen por la ligereza y las sensaciones al volante. En base a esto, Lotus y Porsche llevan décadas sacando músculo gracias a sus excelentes relaciones peso / potencia.
De hecho, mientras la primera ha firmado con ello su lema gracias al “no me des caballos, quítame peso”, la segunda ha llevado este planteamiento de forma exitosa a todo tipo de carreras. Sin ir más lejos a Le Mans 1951. Ocasión en la que comenzó su andadura Porsche Motorsport. Equipo oficial de la marca, el cual consiguió destacar ante las mejores escuadras del momento gracias al 356 SL Gmund Coupé. Un sencillo y pequeño deportivo propulsado por su escueto motor de 1’1 litros y 46CV. Eso sí, a cargo de tan sólo 635 kilos revestidos por una cuidada aerodinámica.
De esta forma, el 356 SL logró la victoria en su clase además de quedar en veinteava posición absoluta. Posicionándose por delante de muchos modelos con mayor cilindrada. Evidenciando así lo acertado que en un circuito puede ser tener a tu favor una buena relación peso / potencia. Así las cosas, a partir de este momento Porsche hizo de la ligereza una de sus principales y mejores señas de identidad. Pruebas de ello son el 909 “Bergspyder” -con tan sólo 384 kilos para su ocho cilindros de 275CV- o el chasis en magnesio del 917.
No obstante, en la extensa y prolífica carrera de Ferdinand Porsche su apuesta por la ligereza no esperó hasta la fabricación de sus propios modelos con el Type 64 o el 356. Lejos de ello, ya en 1922 estableció un claro precedente de lo que habría de ser su fórmula de éxito e identidad de marca con el Austro Daimler ADS R “Sascha”. Uno de sus primeros diseños deportivos, el cual consiguió quedar primero y segundo en su categoría durante la Targa-Florio de ese mismo año. El inicio de las excelentes relaciones peso / potencia en Porsche años antes de la fundación de la propia empresa.
AUSTRO DAIMLER “SASCHA”, CUANDO MENOS ES MÁS
Habiendo nacido en 1875, a Ferdinand Porsche se le puede seguir desde los tiempos seminales del automovilismo. De hecho, antes de convertirse en empresario gracias a su oficina de proyectos durante los años treinta, Ferdinand Porsche fue asalariado en diversas marcas. Una amplia trayectoria en la que dio muestras de su ingenio desde que en 1898 presentase los eléctricos e híbridos de Lohner. Sin duda unos modelos visionarios y adelantados a su tiempo, demostrando hace más de un siglo las posibilidades de la fórmula posteriormente asentada por el Toyota Prius.
Gracias a diseños tan audaces, su labor llamó la atención de la prestigiosa Austro-Daimler. La cual lo contrató en 1906 como director técnico tres años antes de convertirse en filial de la casa madre alemana. Responsable de producir desde zeppelines hasta modelos berlina, Austro-Daimler entró al mundo de las carreras como fórmula de experimentación y publicidad de la mano de Ferdinand Porsche. De aquellas realmente interesado en la aerodinámica, a la cual se le estaba dando por primera vez una atención científica con estudios tan cuidados como intuitivos.
Algo realmente meritorio. Pues incluso hasta mucho tiempo después la aerodinámica fue vista como una materia difusa de dudosa utilidad. De hecho, hasta que Vittorio Jano empezó a cambiar la visión dominante con sus revolucionarios Alfa Romeo P3, la vía para ganar velocidad era aumentar la cilindrada. Una carrera sin fin en la que el peso de los vehículos -y por tanto su comportamiento- se vieron cada vez más comprometidos. Planteamiento contra el cual se rebeló Ferdinand Porsche en 1922 con el lanzamiento del Austro-Daimler “Sascha”. Un automóvil de carreras dominado por su bajo peso -598 kilos- y escueta cilindrada -1.089 cc-.
DIRECTO A LA TARGA-FLORIO
Surgida en 1906, la Targa-Florio fue una de las mayores y más prestigiosas carreras de todos los tiempos. El lugar donde las mejores marcas deportivas del momento exhibían sus mecánicas. Dominada en sus primeros tiempos por una serie de pequeñas y especializadas fábricas italianas entre las que destaca SCAT, Nazzaro e incluso Isotta-Fraschini. No obstante, gracias a FIAT los fabricantes con mayor capacidad financiera fueron ganando ediciones hasta dominar la prueba a partir de los años veinte. Inicio del reinado sucesivo de Bugatti, Alfa Romeo, Maserati, Ferrari y Porsche hasta acabar en la última edición celebrada en 1977 con la victoria de un Chevron-BMW.
De todos modos, lo cierto es que para 1922 ganar -o al menos quedar bien posicionado- en la Targa-Florio daba un incuestionable aura de prestigio a cualquier fabricante. Por ello, Austro-Daimler decidió poner a Ferdinand Porsche al frente del que debía ser su diseño estrella en la empresa. Y lo fue. No sólo por lograr quedar primero y segundo en su clase en la Targa-Florio de 1922, sino también por poner encima de la mesa un tipo de coche de carreras radicalmente diferente. Para empezar, se hizo un chasis de largueros lo más liviano posible. De esta forma, la longitud se acortó dando al modelo un aspecto compacto. Sin voladizos y con los ejes situados justo en los extremos.
Además, a fin de aligerar peso fueron eliminadas todas las piezas accesorias de la carrocería. De hecho, aunque en otras carreras lució un aspecto incluso aún más desnudo, para la Targa-Florio la única concesión fueron unas llantas lenticulares y una zaga aerodinámica en forma de gota de agua. Bajo todo ello se escondía un motor de tan sólo 1.089 cc pero capaz de entregar 45 CV de potencia. Estructurado en base a cuatro cilindros con ocho válvulas y dos árboles de levas en cabeza. Un diseño muy cuidado con cárter ancho atornillado al bastidor, siendo capaz de lanzar al Austro-Daimler “Sascha” hasta los 144 kms/hora.
Con todo esto, la unidad con mejor resultado en la Targa-Florio de 1922 consiguió hacer una media de 54 kms/hora a través de los 432 kilómetros de la prueba. Tan sólo siete kilómetros por debajo de la media marcada por el ganador absoluto. Un Mercedes GP con motor de 4’5 litros. Cuatro veces más que el pequeño Austro-Daimler “Sascha” aunque bastante más pesado. De esta forma quedaba claro el acierto de montar motores más pequeños sobre bastidores con mejor relación peso / potencia. Justo el mismo afán por el bajo peso y el buen comportamiento en curva que daría a Porsche su siguiente Targa-Florio en 1956 con un 550. Otro peso pluma con sus tan sólo 550 kilos de peso. La repetición de una misma historia.
Imágenes: Porsche Museum
P.D. Expresamos nuestro agradecimiento al Museo Porsche, gracias al cual una vez más hemos podido lograr tanto la verificación de los datos como fotografías originales y no publicadas con anterioridad en España para la elaboración de un artículo.