Leo que próximamente se va a subastar un Jaguar XJ220 con 46 millas en su odómetro y se me llevan los demonios. ¿Quién puede comprarse un deportivo así y no dignarse a sacarlo de paseo una vez al mes? Pues ni eso, ese pobre ejemplar ha recorrido desde que lo compraron menos kilómetros que el Ferrari F40 teledirigido que quien esto escribe tenía de pequeño. Hay casos peores, pues hace unos años apareció un McLaren F1 en Japón al que ni tan siquiera le habían quitado los plásticos de los asientos. ¡Venga ya!
Hay quien sostiene que fue precisamente el F40 el primer superdeportivo que fue pasto de los especuladores, por más que la marca tratara de evitarlo prolongando la producción más allá de la lógica. También porque era una máquina de meter dinero a las arcas de Maranello, todo hay que decirlo. Se cierto o no, en los años 90 se empezó a volver frecuente el comprar superdeportivos para guardarlos a la espera de que se revalorizaran, especialmente si eran de tiradas muy limitadas, como el citado XJ220, el Bugatti EB110 o el McLaren F1.
Las marcas empezaron a limitar a quién vendían ese tipo de coches, pero tampoco sirvió de mucho. Algunos “afortunados” -léase millonarios- compradores, los despachaban del tirón por una cantidad mucho mayor de la que habían pagado, lo que llevó a marcas como Ferrari a vender el F50 directamente a plazos. Y, por contrato, no podías deshacerte del coche hasta no pagar la última letra.
En la actualidad, a estos vehículos ya sólo accede la clientela más selecta, a la que se le ofrecen antes de iniciar la producción. Casi se tiene la obligación de aceptar, pues si dices que no, quedarás fuera de la lista para el siguiente hypercar. Esto provoca que este tipo de coches se concentren en los mismos dueños, algunos de los cuales no llegan a usarlos jamás, pues es materialmente imposible. Hay quien sí lo hace, por supuesto, como podemos ver en eventos como Autobello y demás.
¿AUTOMÓVILES O AUTOINMÓVILES?
La pregunta que yo me hago es si este tipo de coches que no llegan a rodar jamás son automóviles o deberíamos llamarlos autoinmóviles. Qué sentido tiene condenar a máquinas tan magníficas a permanecer estacionadas durante décadas. Lo sé, el vil metal, que todo lo corrompe, pero es como poner la “Gioconda” dada la vuelta, una aberración.
Y eso que nadie me tiene que convencer del sentido estético que todo superdeportivo guarda, ya lo dijo el manifiesto futurista de Marinetti: “Un automóvil de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia”. Pero tampoco nos engañemos, bellos, strictu sensu, eran los automóviles del siglo pasado, que estaban diseñados para seducir al ojo humano. Los modernos hipercoches están creados para seducir al aire, pues sus formas responden casi por completo a funciones aerodinámicas.
Con todo, Ferrari, McLaren, Porsche o Lamborghini no crean esculturas, fabrican auto-móviles. Algunos de los más espectaculares del mundo, por cierto. Y los desarrollan a fondo para que sean hiperefectivos, para que giren, corran y aceleren más que nunca en la historia, por lo cual, tiene menos sentido que nunca el tenerlos parados en el garaje, en casa o donde quiera que los guarden los dueños.
Puedo entender y así lo expresé la presencia de réplicas en carreras de clásicos, porque precisamente se hacen para proteger unidades que ya han recorrido miles de kilómetros en competición, pero eso de comprarte uno de los mejores deportivos del mundo para simplemente contemplarlo, como que no. Me gustan los automóviles, no los autoinmóviles.
Fotografía de RM Sotheby’s.