1966 fue, al menos para el cuarto de litro en España, un año especialmente recordado. No en vano, con tan sólo unas semanas de diferencia aparecieron dos de las mejores motocicletas producidas por la industria barcelonesa. En primer lugar la Bultaco Metralla MK2. Dotada de una excelente mezcla de prestaciones y desempeño para ser así la dos y medio más veloz en su momento. De hecho, esto se acentuaba aún más en el caso de las unidades equipadas con el llamado Kit América.
Además, Mototrans – licenciada en España de Ducati, haciendo siempre gala de una pertinaz autonomía desde sus talleres en la calle Almogàvers – lanzaba al mercado la 24 Horas. Basada en el bastidor y la mecánica de la Ducati Single 250, ésta no sólo reivindicó el nombre de Mototrans frente a quienes pudieran señalarla como una simple filial de la casa boloñesa. También se convirtió en una verdadera celebración de los éxitos logrados por Ducati en las 24 Horas de Montjuïc. Sin duda, una de las carreras de resistencia más trepidantes en el panorama europeo.
Celebrada desde 1955 sobre el trazado de la montaña barcelonesa, ésta fue dejada a un lado por la FIM a mediados de los ochenta tras considerarla evidentemente peligrosa. Todo ello dadas las velocidades del momento.
No obstante, Ducati se hizo con la victoria en 1957, 1958 y 1960. Una riada de éxitos que, cuando el equipo italiano abandonó su asistencia a las 24 Horas de Montjuïc, fue continuada por la propia Mototrans ganando en 1962 y 1964 con máquinas ensambladas en sus talleres de Barcelona. Tras aquello, llegarían hasta siete victorias más ya en los años setenta y ochenta. Así las cosas, lo cierto es que ésta fue una de las pruebas más prestigiosas en el calendario europeo de resistencia. Un buen motivo para que, desde finales de los cincuenta, se convirtiera en una cita donde las marcas llegasen de forma oficial con sus respectivos equipos de fábrica.
No obstante, en 1965 se dio algo completamente inesperado. Y es que, tras el dominio ejercido por las Ducati y Montesa -en el cual se colaron en dos ocasiones las BMW- la victoria no sólo fue a manos de un equipo privado. Sino que, además, éste montaba una máquina creada por un pequeño taller artesanal. Hablamos de la Dresda Triton 650.
DRESDA TRITON 650, DE UN TALLER EN LONDRES A LA VICTORIA EN BARCELONA
Más allá de su estructurada industria automotriz, Inglaterra cuenta con una amplia tradición artesanal en su motociclismo deportivo. De hecho, como ocurría con Cooper o Lotus al hablar de automovilismo, en el mundo de las dos ruedas también podemos encontrar firmas británicas tan pequeñas como ingeniosas. Capaces de tomar piezas de grandes fabricantes, combinarlas y crear así un conjunto donde la suma es mejor que las partes. Llegados a este punto, en el mundo del Cross esta forma de hacer las cosas la representaron muy bien los hermanos Rickman.
Responsables de sus Mètisse donde, sobre bastidores elaborados por ellos mismos, incorporaban las mejores mecánicas del momento. Algo especialmente conocido por estos lares ya que, no en vano, durante varios años llegó a un acuerdo en este sentido con Bultaco. No obstante, en el mundo del asfalto la referencia en esta vía de trabajo era Dave Degens. Especialmente habilidoso con la mecánica, este piloto y diseñador venía creando sus propias máquinas desde finales de los años cincuenta.
Pero, ¿cómo? Bueno, al contrario que los hermanos Rickman Dave Degens no fabricaba ningún elemento propio sino que unía los mejores ya existentes. De esta manera, sobre el bastidor Featherber de las Norton incorporaba los motores bicilíndricos en paralelo con 650 centímetros cúbicos presentados por Triumph en sus Bonneville desde 1959. Es más, de esta combinación proviene el nombre de las Tritón. Uniendo Triumph y Norton con las primeras y últimas letras de cada una de estas marcas respectivamente.
Llegados a este punto, Dave Degens empezó a hacerse un hueco entre los pilotos británicos deseosos de una montura realmente especial. Gracias a ello, en 1963 consiguió comprar los talleres de Dresda Auto en la zona sudoeste de Londres. Asimismo, tampoco cejó en su empeño por participar en carreras de importancia, logrando pilotar algunas BMW de fábrica. No obstante, fue justo aquí cuando, hacia 1964, tuvo una nueva idea a desarrollar.
No en vano, reparó en las condiciones tan especiales del Circuito de Montjuïc. Más exigente en la velocidad mostrada al pasar por curva que en la punta a desarrollar a lo largo de las escasas rectas del trazado. Además, obviamente la duración de las 24 Horas requería de una fiabilidad a toda prueba. De esta manera, abandonó su puesto en las BMW de fábrica para centrarse en la creación de una nueva Triton pensada por y para los circuitos de resistencia más revirados.
Con todo ello, tras inspirarse en los diseños de Syd Lawton para Aermacchi retocó el bastidor Featherber de las Norton a fin de hacerlo aún más efectivo. Tras esto, montó el bicilíndrico en paralelo de la Boneville respetando la cilindrada de fábrica con 650 centímetros cúbicos. De esta manera, en 1965 al fin aparecía la Dresda Triton 650 con una mecánica ajustada para priorizar su respuesta en las curvas por encima de la velocidad punta. En suma, una máquina excelente para una prueba de resistencia. Capaz de unir la fiabilidad del motor Triumph con el comportamiento de las motocicletas con bastidor Norton. Al menos en lo referido al panorama británico, lo mejor de lo mejor.
De hecho, en su estreno no decepcionó lo más mínimo ya que la dupla formada por Rex Butcher y Dave Degens se hizo con la victoria en las 24 Horas de Montjuïc 1965. A partir de aquí, las Dresda Triton alcanzaron una fama más amplia, asegurando la producción de nuevas unidades en su taller londinense. Es más, no sólo se convirtieron en un verdadero mito para los aficionados más deportivos, sino que una de ellas volvió a ganar en Barcelona cinco años más tarde. Todo un icono por derecho propio.
P.D. El próximo 22 de abril Bonhams celebrará la subasta de la Dresda Tritón 650 ganadora de las 24 Horas de Montjuïc 1965. Puedes consultar aquí toda la información.
Fotografías: Bonhams