Si alguna vez has tenido que hacer el inventario de alguna vieja casa familiar, sabrás que con la edad llegamos a acumular multitud de cosas. Cuando ves todo bajo las sábanas lo primero que piensas es en que el abuelo tenía una especie de “Síndrome de Diógenes” en potencia, pero según van apareciendo los bultos suelen ir apareciendo no pocas joyas que, o ni sabías que estaban en la familia, o simplemente desconocías por completo.
Pues bien, ahora imagina esto pero con coches clásicos. Y no, no nos referimos a encontrar aquel viejo 600 de tu padre metido bajo unos plásticos o a rescatar de las gallinas el 2CV de tu tío el del pueblo… Estamos hablando de hallazgos objetivamente más valiosos. Hallazgos como los que nos suele presentar cada cierto tiempo el programa norteamericano “Barn Find Hunter”…
Y es que, si hace unos meses saltó a no pocos portales de actualidad del motor el supuesto hallazgo de aquel Pegaso Z-102 debajo de las cajas de un garaje… Esta vez nos sorprende con algo realmente espectacular: uno de los mejores gran turismo europeos junto a uno de los deportivos americanos más salvajes. Ni más ni menos que un Ferrari 275GTB y un Shelby Cobra 427 olvidados bajo el polvo de un garaje normal y corriente desde 1991.
JOYAS OLVIDADAS BAJO EL POLVO
La historia es realmente curiosa. Según hemos podido averiguar, el propietario de estas joyas debía de ser un hombre algo solitario aunque, eso sí, con una enorme pasión por el motor. Uno de sus mejores amigos era su mecánico de confianza el cual, una vez muerto en un accidente de moto, resultó insustituible.
Debido a ello, y a otros cambios que coincidieron con la defunción, nuestro protagonista decidió encerrarlos en un garaje en 1991. No ha sido hasta hace unos meses, y en el marco del rodaje del programa Barn Find Hunter -aunque no descartamos que se trate de otro sugestivo ‘redescubrimiento’-, que al fin se ha inspeccionado el contenido de este polvoriento lugar debido a una inminente orden de demolición.
Demolición que afortunadamente ya no se llevará por delante a este colección. Y sí, decimos colección porque aunque estemos eclipsados por el Ferrari y el Cobra, ahí se encontraron también un BMW E30 325ix -rara versión de tracción integral-, un precioso Triumph TR-6 y un Morgan Plus 8.
Además, todos están en un estado de conservación bastante razonable. Y con una cantidad de kilómetros realmente escasa, marcando por ejemplo el cuentakilómetros del 275 GTB tan sólo unos 21.000 kilómetros, y el del Cobra, 30.000. Un hallazgo que ha requerido de la mano de buenos mecánicos -al fin!- para volver a rugir igual que antes, aunque sea con algunos achaques.
ADEMÁS, PERTENECEN A SERIES CODICIADAS
El valor de estos dos coches es evidente. La cotización de cualquier Ferrari 275 GTB puede subir por las nubes, aupado en su incontestable pedigrí: con menos de 1.000 unidades ensambladas, este Ferrari presentado en 1964 es una de las cimas de la marca italiana. Uno de sus gran turismo deportivos más logrados, con un diseño cautivador y una mecánica mítica como su V12 Colombo capaz de interpretar una increíble sinfonía con sus 24 válvulas, 3300 cc y en torno a 300CV. Además, se trata de la versión de ‘nariz larga’, con mayor estabilidad a altas velocidades, con carrocería de aluminio y que equipa una rara tapicería original azul marino de vinilo en vez de de cuero.
El Cobra tampoco anda a la zaga en la mitomanía que desarrolla. Fabricado durante tan sólo 4 años -al igual que el 275 GTB-, aunque infinitamente replicado de manera oficial y oficiosa, el Cobra ha cautivado a generaciones gracias a su carácter absolutamente radical, sin concesiones. Un coche musculoso, vestido por una carrocería de aluminio esculpida derivada de la original del AC Ace y bajo la que se oculta un V8 de 428 pulgadas cúbicas y casi 400 CV. Una bomba de potencia y nervio compuesta por chasis, volante, motor y frenos.
¿428? ¿Y por qué decimos que es un 427? Pues porque, al parecer, Shelby sustituyó en una partida de unidades el motor original 427 de competición por el 428, algo más civilizado. Esto no estaba autorizado por Ford, por lo que, según se cuenta en el vídeo, fue obligado a llamar los coches afectados a revisión y a sustituir la mecánica por la acordada. Sólo unos pocos ejemplares conservaron los 428 y este Cobra es uno de ellos. Además, al no ser una versión SC, es algo más disimulado que sus hermanos con líneas de escape a la vista. Eso es algo sin duda refrescante…
Otro detalle interesante que se cuenta en el vídeo acerca de los Cobras 427 es que están absolutamente forrados en números de serie. Éstos se encuentran estampados a todo lo largo y ancho del coche, de tal manera que la originalidad de una unidad puede medirse por la cantidad de piezas matching numbers, o de números coincidentes, que conserve. Por último, a la vista de las imágenes, decir que los Cobra originales tienen algo especial que los distingue de sus réplicas, incluso si éstas son oficiales o continuation cars: No sabríamos decir por qué, pero se nota cuándo un coche salió directamente de las manos de Shelby en los años 60.
Sigamos con la historia, que ha terminado hace apenas un mes (el ‘descubrimiento’ sucedió en enero), al ser vendidas las dos estrellas, Ferrari y Cobra, en la subasta de Gooding & Co. en Amelia Island. Lo cierto es que ese trámite no nos interesa demasiado (los ceros nos marean un poco), pero lo que sí lo hace es el ritual de como desentierran los coches y vuelven a ponerlos en marcha, como podéis ver en los dos vídeos que incrustamos a continuación. Y es que todo eso forma parte de la mística barn find; primero los encuentras, luego les das cuidados paliativos y, finalmente, los resucitas. El paso final, quizá simplificando en exceso, es lavarlos bien y muy posiblemente cambiar todas las gomas…
¿No os gustaría hacerlo con vuestras propias manos? 😉