Esto simplemente ya no vende lo suficiente en esta nuestra Piel de toro en la que en todos los estratos de la pirámide del poder vemos a diario corruptelas y mangantes.
La cosa cambia cuando se pilla a esos “presuntos” con un bien tangible tan claro como un vehículo clásico o preclásico en este caso. Y es que para la plebe, el vulgo, a los que en definitiva se dirigen todas esas nefastas noticias escritas o parladas que son lanzadas como dardos por los poderes mediáticos de ambos lados, nada hay más sencillo para escenificar el presunto trinque que decir “y tiene X Clásicos de alta gama, entre ellos un valioso Ferrari 328”. Lo cierto es que el trincante, sea del bando que sea, se merece la cárcel hasta que devuelva lo trincado y, una vez que lo haya devuelto, que comience a cumplir la condena que le impongan los tribunales.
El problema para nosotros aparece cuando sacamos nuestro coche de trincante a la calle, en cómo nos mira la gente y, lo que es peor, lo que llegan a espetarnos. Yo por ejemplo soy amante de los Ferraris y, curiosamente, el 328 me parece uno de los modelos definitivos; por desgracia no poseo ninguno pero sí tengo amigos con esa suerte y TODOS ellos lo han pagado con el dinero ganado como retribución legal de su trabajo diario. Imagínense sufridos lectores lo que Mas… de uno ha tenido que aguantar últimamente.
Dicho problema aumenta cuando el pueblo comienza a asociar las palabras coches clásicos, corrupción, dinero negro, etcétera, y créanme que esto es algo que ocurre con demasiada frecuencia. Hagan la prueba y díganle a algún conocido que no sepa de su hobby que la afición de su jefe, por ejemplo, son los coches clásicos, ya verán que pronto sale el tema de que eso es para “ricos” o que eso lo hace para blanquear dinero.
No se crean que por tener un Seiscientos o un Balilla esto no va con ustedes, no se engañen, esto va con el concepto de coche clásico asociado a bien tangible, y por ende con todos los aficionados y profesionales del sector de nuestra pasión.
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