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Biscúter «Pegasín» y Frisky Family Three, historias hermanadas

A finales de los años cincuenta automóviles como el BMC Mini o el Fiat 600 fueron desplazando a los microcoches de su nicho comercial. No obstante, en España y Reino Unido el «Pegasín» y el Frisky no se resignaban a desaparecer sin más.

Entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la definitiva popularización del automóvil ya en los años sesenta, la década de los cincuenta se presentó como un tiempo de cambios acelerados para el mercado europeo. De esta manera, fabricantes como Alfa Romeo aprendieron a ser masivos mientras que otros como Fiat, Citroën o Renault apostaron -con enorme éxito- por los segmentos más populares.

Así las cosas, según la recuperación económica iba marcando un panorama cada vez más optimista, las clases trabajadoras del Viejo Continente podían acceder a nuevos bienes de consumo. Una tendencia en la que los motocarros, velomotores y microcoches fueron desapareciendo frente al auge del Fiat 600 o la Citroën AZU. No obstante, a finales de la década de los cincuenta se dio un fenómeno interesante en algunos países europeos.

Hablamos sobre la aparición de microcoches con un diseño realmente cuidado. Obviamente destinados a un público adinerado que, lejos de usar estas máquinas como único vehículo familiar, las tenían como un complemento en su garaje destinado a la movilidad urbana. En suma, viniendo de la más estricta necesidad, algunos de aquellos microcoches habían trascendido al ámbito del capricho gracias a una serie de carrocerías especiales.

De hecho, esto no debe llamarnos demasiado la atención pues en España tenemos un muy buen ejemplo en este sentido. Nos referimos al Biscúter 200-F de 1957, más conocido como el “Pegasín” gracias a su similitud para con las líneas de los Z-102 carrozados por Touring. Ni más ni menos que el último intento de Autonacional S.A de cara a espolear las ventas de su icónico microcoche, el cual se vio justo aquel mismo año rebasado por la aparición del 600 fabricado en Barcelona bajo licencia Fiat.

Conocido como el Pegasín, esta versión del Biscúter fue un llamativo diseño de Pedro Serra.

Con unas líneas firmadas por Pedro Serra, éste apenas logró una cuota de ventas reseñable a pesar de su vistosidad. Y es que, al fin y al cabo, quien estuviera en condiciones de comprar un segundo coche raramente se decantaría por este modelo existiendo ya automóviles de pleno derecho a un precio más o menos accesible.

No obstante, lo cierto es que aquella apuesta por el diseño y la exclusividad como formas de alargar la vida comercial de los microcoches produjo varios ejemplos más por toda Europa.

Una panoplia de modelos en tirada corta donde destaca el Family Three. Firmado en sus líneas por el mismísimo Giovanni Michelotti, éste fue un producto de Frisky Cars destinado a relanzar las ventas gracias a su diseño sencillo y efectivo sustentado en tres ruedas. Es más, debido a la mezcla de esto con su escueto motor Villiers de 197 centímetros cúbicos y dos tiempos podía ser conducido con una simple licencia de motocicleta.

Aunque claro, todo aquello se presentó al mercado en 1959. Justo el mismo año en el que BMC lanzaba su Mini. Otro de los automóviles necesarios si queremos explicar el fin de los microcoches. En suma, a pesar de pertenecer a países bien distintos, el Family Three y el 200-F estaban unidos no sólo por compartir el mismo motor -en el caso del barcelonés fabricado por la filial Hispano-Villiers- sino también por sufrir el mismo sino de la época.

FRISKY CARS, UNA INICIATIVA EMPRESARIAL QUE NO ACABABA DE CUAJAR

En su edición de 1957 el Salón del Automóvil de Ginebra vio la aparición del primer Frisky. Diseñado por Giovanni Michelotti éste era un microcoche realmente ambicioso dominado por unas amplias puertas en “ala de gaviota”. De hecho, aquello era tan especial que no salía a cuenta en caso de ser enviado a serie, por lo que el modelo de producción tuvo que prescindir de ellas. No obstante, la nueva marca ya había conseguido llamar la atención, poniendo así el foco sobre su gama con motor bicilíndrico de la empresa Villiers.

Eso sí, la renuncia a la vistosidad de aquellas puertas se compensaba con la aparición de unidades descapotables con un claro sentido lúdico. Gracias a ello, Frisky Cars no se orientó al cliente limitado en gastos sino todo lo contrario: su público potencial estaba en las familias desahogadas con ganas de contar en su garaje con un transporte ligero y lúdico para el ámbito territorial más cercano. Además, prototipos como el Frisky Sprint acentuaban más aún aquella imagen destinada a presentar los microcoches como verdaderos ejercicios de diseño.

Sin embargo, las ventas no fueron al unísono de las ambiciones, por lo que en 1958 la empresa tuvo que refundarse bajo nuevos accionistas. Debido a ello, se optó por diseñar un modelo de bajo costo naciendo por tanto el Family Three. De hecho, el apelativo al número del trío no viene por la cantidad de personas a poder transportar sino por el número de ruedas. Una simplificación -ahorraba así la incorporación de un diferencial- que vino acompañada por una mecánica más modesta. La mencionada de un único cilindro con dos tiempos y 197 centímetros cúbicos.

Y vaya, a pesar de todo, el tiempo de lo microcoches había pasado y, por tanto, siquiera este modelo pudo remontar la marcha de Frisky Cars, la cual cerró definitivamente sus puertas en 1964. Eso sí, tras de sí dejaba unidades tan estilosas como la que hemos escogido de cara a ilustrar este artículo. Realmente codiciadas debido a su escasez y, por tanto, protagonistas en subastas de altura como la que va a celebrar RM Sotheby’s en Monterrey el próximo mes de agosto.

Fotografías: RM Sotheby’s

P.D. Si desea conocer más sobre la historia del Biscúter «Pegasín» tiene un artículo sobre el mismo publicado en esta misma cabecera hace ya meses. Le invitamos a consultarlo si desea seguir con la vista puesta en la pantalla.  

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Escrito por Miguel Sánchez

A través de las noticias de La Escudería, viajaremos por las sinuosas carreteras de Maranello escuchando el rugido de los V12 italianos; recorreremos la Ruta66 en busca de la potencia de los grandes motores americanos; nos perderemos por las estrechas sendas inglesas rastreando la elegancia de sus deportivos; apuraremos la frenada en las curvas del Rally de Montecarlo e, incluso, nos llenaremos de polvo en algún garaje rescatando joyas perdidas.

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