El pasado 1 de septiembre FIVA publicó la primera batería de resultados de la encuesta sobre el movimiento europeo en apoyo del vehículo antiguo que realizó antes de verano en 15 paises europeos y de la que os informamos e invitamos a participar en abril. Concretamente, el informe de 220 páginas se ha elaborado en base a las respuestas de las encuestas rellenadas por los aficionados propietarios de vehículos antiguos; queda pues pendiente la parte relativa a clubes y empresas.
Vaya por delante mi elogio a FIVA por esta iniciativa y, en general, por su empeño en ser una herramienta eficaz de cara a la defensa y conservación del vehículo antiguo. Dicho esto, a la vista de la testimonial respuesta que ha obtenido de la afición europea ya puesta de manifiesto en las primeras páginas del extenso informe, creo que quizá hubiera sido mejor no publicarlo.
El quid de esta cuestión está en el número “19.432”. Ese es el número de aficionados europeos que han rellenado y enviado la encuesta. Esta cifra es, tan solo, un dos por ciento de la población a la que se dirigía y, en algunos paises (como España, de la que se han recibido solo 338 encuestas), no llega ni al dos POR MIL.
Terreno resbaladizo
Con estas cifras de partida, el estudio debería haberse abortado de inmediato, por no haber alcanzado la muestra el tamaño mínimo necesario para poder extraer de ella conclusiones representativas de la realidad estudiada. Esto es así y, por ello, extrapolar los datos facilitados por ese 2% a todo el colectivo es un ejercicio sin sentido que puede poner en riesgo la credibilidad de la entidad que lo lleve a cabo.
Como muestra un botón: en la página 131 del informe, se indica que casi el 80% de los 338 aficionados españoles afirmaron pertenecer al menos a un club de vehículos antiguos; sin embargo, por información de la que dispongo procedente de una muestra 100 veces mayor, la realidad es precisamente la contraria: solo un 20% de los propietarios españoles de vehículos antiguos están inscritos en un club. ¿Qué sentido tiene, entonces, incluir esa cifra o cualquier otra en el informe?
Con todo, lo peor no es que hayamos pagado por un informe inútil lleno de datos que solo la casualidad puede aproximar a la realidad, sino que este informe permite que los interlocutores de FIVA puedan poner en tela de juicio su representatividad y, por tanto, su competencia para defender nuestros intereses.
¿Desmovilizados o indefensos?
Porque, queridos amigos, no haber mostrado nuestro apoyo efectivo a una acción de tanta importancia para nuestros intereses y que nos costaba tan poco, quizá no llegue a ser un expreso rechazo a la labor de FIVA, pero sí una clara demostración de que esta institución no es capaz de movilizarnos. Y me temo que esto último –a los efectos de nuestros adversarios- es casi lo mismo.
Cuando se realiza una acción en apoyo de un objetivo pero esta termina siendo, no ya inútil para conseguirlo sino contraproducente, lo inteligente es intentar que se olvide… y no pregonarla a los cuatro vientos, como se ha hecho. En fin, espero que los informes relativos a la información facilitada por los propios clubes federados y los profesionales sean suficientemente concluyentes como para contrarrestar este primer «fiasco».