El año es 1961. Estados Unidos inaugura con entusiasmo y optimismo el mandato de su presidente más joven, John Fitzgerald Kennedy. Las tensiones de la Guerra Fría alcanzarían su punto más tenso con la crisis de los misiles cubanos ese mismo año, y desde el otro lado del telón de acero el primer cosmonauta, el soviético Yuri Gagarin, se pasea por el espacio exterior ante la envidiosa mirada de occidente.
La carrera espacial sigue en pleno apogeo y la armamentística también. Pese a este momento álgido en cuanto a estos avances tecnológicos se refiere su punto de mayor influencia ya había pasado, con 1959 como un último coletazo de los excesos de la “jet age” en el sector del automóvil. En ese año llegó la salida de Harley Earl como principal diseñador de General Motors, y cuya obra más representativa es el Cadillac de 1959, siendo el coche de producción con las aletas traseras de mayor tamaño, una tendencia estilística que él mismo creó y popularizó.
En los años venideros las aletas en los coches americanos irían siendo cada vez más disimuladas o terminarían por desaparecer por completo, siendo para mediados de la década de los 60 una reliquia de otro tiempo.
Quizá el coche que cambió el canon de diseño en el automóvil americano fue el Lincoln de 1961, tan sobrio como elegante, y que destacaba por sus formas cuadrangulares, que rompían por completo con el recargado estilismo casi barroco del modelo del año anterior.
Esto en cuanto a diseño se refiere, pero en Estados Unidos empezaba a surgir una nueva clase de automóvil que hasta entonces no se había planteado fabricar hasta entonces; los compactos. Pero el concepto de compacto en América no tiene nada que ver con lo que significa en Europa. Para poner las cosas en perspectiva, la nueva gama de compactos de General Motors presentada en 1961, sustituyeron al británico Vauxhall Victor, que se importaba desde Reino Unido y que para ese país era considerado un modelo familiar de grandes dimensiones.
Para la temporada de 1960 los “Big Three” de Estados Unidos presentan modelos compactos asequibles en sus marcas de acceso. Ford presenta el exitoso Falcon, mientras que la Chrysler Corporation introduce el Valiant como una nueva marca, aunque pasaría a ser un modelo de Plymouth a partir de 1961. Mientras tanto fue General Motors quien más innovó en el tradicional mercado estadounidense con el Chevrolet Corvair, con una concepción muy europea al ser un coche de tracción y motor trasero cuya mecánica era refrigerada por aire.
Ante el éxito en ventas de los compactos en América, General Motors presenta en 1961 una nueva plataforma de chasis para coches compactos, la “Plataforma Y” o “Y-Body”. En este chasis para vehículos de menor tamaño se estrenarían modelos de tres firmas distintas de General Motors: el Pontiac Tempest, el Oldsmobile F-85/Cutlass y el Buick Special.
Esta nueva gama de compactos estadounidenses se ofrecería en las carrocerías típicas de cualquier otro coche americano del momento: sedán de cuatro puertas, coupé de dos puertas, descapotable de dos puertas y ranchera.
El Buick Special se diferenciaba de los coches presentados por Oldsmobile y Pontiac por contar con una nomenclatura que había sido empleada por la marca desde hace años atrás, concretamente desde 1936, aplicado por aquel entonces a un automóvil de gran tamaño.
El diseño de los nuevos modelos de General Motors para los años 1960-62 había sido supervisado por Harley Earl, pero Bill Mitchell era el nuevo jefe de diseño de la compañía y su actitud frente al diseño era mucho más sobria.
Esta sobriedad quedaría reflejada en los nuevos compactos de GM, especialmente si se compara con los productos que la compañía fabricaba uno y dos años antes. Aunque quizá de los tres coches presentados en 1961, el Buick Special era el que seguía teniendo un diseño más evocador de la Jet-Age, con aristas y formas puntiagudas en muchas partes del vehículo, pero manteniendo el perfil cuadrangular que tan de moda estaba en aquel momento. Aunque para 1963 la carrocería del modelo cambiaría notablemente, pasando a tener unos trazos aún más rectos y serios.
En ese afán de innovación que tenía General Motors a principio de los 60, los nuevos coches fabricados sobre el “Y-Body” pasarían a la historia por presentar alguna novedad reseñable. Los Buick y Oldsmobile montados sobre esa plataforma se podían equipar con un motor V8 de bloque de aluminio de 215 pulgadas cúbicas o 3.500 centímetros cúbicos, algo inusual para Estados Unidos no sólo por el material empleado sino por su relativamente pequeña cilindrada. Curiosamente, pese a que el motor era el mismo muchos componentes y especificaciones variaban entre los motores montados en los Buick y los Oldsmobile.
Cabe mencionar que hasta 1963 los Pontiac Tempest se podían equipar con este motor, en lugar del cuatro cilindros en línea de 3,2 litros que presentaba se ofrecía como mecánica de acceso, y por aquel entonces único coche americano en ofrecer motores de este tipo.
Para 1962 Oldsmobile haría historia con este motor de aluminio al convertirse en el primer fabricante de la historia en ofrecer un turbocompresor en sus coches. El coche era el Oldsmobile Jetfire, derivado del F-85 y cuya mecánica fue bautizada como “Turbo-Rocket”, un acabado del cual se vendieron pocas unidades.
A mediados de 1961 Buick presentó un acabado más lujoso para el Special, el Skylark, nombre que, de nuevo, ya habían empleado previamente y que se ofrecería únicamente en carrocerías de dos puertas, tanto coupé, como descapotable, pasando por un “hardtop” único para este acabado. Fue en 1962, que el Skylark se convierte en un modelo propio, y que hizo historia por ser el primer coche americano en ofrecerse con un motor V6, aunque ya no era de aluminio.
Pontiac también contó con su propia versión especial del Tempest; el LeMans. Para 1963 Pontiac desarrolló un motor V8 de 336 pulgadas cúbicas para este compacto que contó con gran popularidad, por un consumo moderado y unas prestaciones brillantes.
Finalmente, esta generación de compactos americanos fue descontinuada en 1963, pues si bien, una nueva generación de estos coches se presentó en 1964, su chasis era distinto y su tamaño ahora pasaba a ser medio.
Pese a que estos coches contaron con gran popularidad en ventas, General Motors optaba por modelos más convencionales, y también en 1963 dejó de ofrecer el motor V8 de aluminio y 215 pulgadas cúbicas presentado en 1961, debido a los altos costes de producción entre otros factores.
Un V8 para Reino Unido
Pero la historia de este V8 de aluminio no termina aquí, pues tuvo una larga vida al otro lado del Atlántico. En 1964 el jefe de operaciones en América de Rover, J. Bruce McWilliams, tuvo permiso de la marca para la posible adquisición de un motor V8 en Estados Unidos.
El propulsor que mejor se adaptaba a los modelos ingleses era el pequeño V8 de aluminio desarrollado por Buick, de muy bajo peso y de buenas prestaciones. En un principio General Motors se negó a ceder estos motores a los británicos, pero tras la continua insistencia por parte de Rover terminaron accediendo en 1965.
El motor debutaría en Reino Unido con el Rover P5B de 1967, y a partir de entonces se emplearía en vehículos de todo tipo; desde los deportivos MGB, TVR, Morgan y Triumph, pasando por los Land Rover y Range Rover, hasta vehículos industriales y militares, siendo descontinuado finalmente en 2006.
A bordo del Buick Special de 1962
El protagonista del reportaje es un Buick Special del segundo año de producción del modelo, 1962. Para esa temporada el coche sufrió un pequeño rediseño modificando algunos elementos como la calandra.
La unidad en concreto pertenece a Manuel Valiente, que ya colaboró con La Escudería con su Dodge Dart Línea 69 alargado, único en el mundo. Su Buick fue matriculado como histórico, pero previamente se matriculó en Barcelona allá por el año 1979, pero previamente tuvo alguna matrícula relacionada con algún servicio oficial, quizá “PMM” o “ET”.
Su pintura es de dos tonos, negra para la carrocería y blanco para el techo, una combinación muy habitual en aquellos años y cuya sintonía continúa en el interior, de unos tonos similares que complementan los colores del exterior.
Una vez sentado dentro el coche sorprende por su enorme amplitud interior, que unido al asiento corrido delantero hace que en su interior puedan viajar seis adultos con bastante confort. Aunque quizá lo que más sorprende sea su salpicadero, que continúa con las formas presentes en la calandra y trasera del coche y que es extremadamente sencillo, con el cuadro mostrando información básica; con agujas para la velocidad y la gasolina.
El Buick Special de 1962 monta el famoso motor V8 de 215 pulgadas cúbicas que en ese año producía 155 caballos de potencia. Esta unidad en particular cuenta con la transmisión automática de dos velocidades “Dual Path”, cuya palanca va integrada en la columna de dirección, como era la norma en los modelos automáticos de General Motors del momento. Este modelo también se ofertaba con cajas de cambios manuales de tres y cuatro velocidades.
Una vez en marcha el coche destaca por su suavidad, tanto en su suspensión como en la sonoridad, con un leve rugido por parte del motor V8 solo si se le acelera. Esta comodidad es complementada por la caja de cambios, que tan solo tiene que cambiar de velocidad una vez y apenas se nota cuando selecciona otra marcha.
La prueba se produjo en una carretera de montaña de Toledo, y el coche subió un empinado puerto con gran soltura, quizá con mayor facilidad que otros americanos coetáneos gracias a su peso ligero y reducidas dimensiones, que permiten un mejor manejo.
Para la mayoría de las fotos Manuel decidió subir a un molino de viento como aquellos de Don Quijote de La Mancha. Para llegar hasta allí había que acceder por un viejo y escarpado camino, por el cual el Buick demostró una sorprendente facilidad para moverse por dichos terrenos, a un ritmo calmado, pero sin pausa, y demostrando de nuevo su increíble confort incluso en las peores carreteras.
Un precio económico, unas prestaciones adecuadas y un tamaño relativamente reducido fueron algunas de las razones por las que convirtieron al Buick Special en todo un éxito de ventas, pues por ejemplo para ese mismo año de 1962 el modelo vendió más de 110.000 unidades.
Un americano de concepción diferente que, pese a haber sido muy popular entre los consumidores cesó su producción quizá antes de tiempo, pues el tiempo demostró que en las décadas siguientes los compradores americanos prefirieron coches extranjeros de menor tamaño a los gigantescos yates terrestres de Detroit, y que a día de hoy es un clásico con una historia tan importante como desconocida.
Por último, agradecer a Manuel Valiente su amabilidad prestando el coche para el reportaje y por ser un gran anfitrión en Los Yébenes, llevándonos a los privilegiados entornos en los que el Buick ha sido el auténtico protagonista.
Fotografías: Javier Ramiro, GM Media Archive, Look, Ford Motor Company