A mediados de los años cincuenta del siglo pasado, la revolución estética emprendida por General Motors estaba en plena expansión. Aunque la marca Buick fue la elegida para liderar dicha renovación, en Cadillac tomaron pronto buena nota.
Ya en 1938, Harley J. Earl había diseñado el Buick experimental Y-Job, un automóvil que poseía grandes paragolpes cromados, una calandra baja y ancha, así como también unos pasos de ruedas delanteros que querían formar un conjunto con el capó.
Aquel prototipo, que se hacía eco de la moda aerodinámica, marcó las pautas que fijaron no sólo el estilo de los Buick de posguerra, sino también el del resto de divisiones pertenecientes al grupo General Motors, entre ellas Cadillac.
Una vez terminada la guerra mundial, en apenas cinco años ya se había extendido el nuevo estilo de carrocerías, con capó y tapa del maletero bastante más planos, pasos de rueda integrados en la carrocería y faros encastrados en el frontal de las aletas.
Incluso Cadillac, que a mediados de los años treinta había pecado de conservadora, optó por ponerse a la vanguardia. En 1949 lanzó un nuevo motor V8, con válvulas en cabeza, carrera corta y una robustez que aun hoy puede catalogarse como excepcional.
Ya en 1953, con la aparición de la serie Eldorado, la marca alcanzó la cima. Tanto por su mecánica silenciosa como por el diseño aeronáutico de las carrocerías y un equipamiento suntuoso, los Cadillac Eldorado eran lo máximo que se podía encontrar.
El enorme descapotable que aparece en las fotos pertenece a la temporada de 1955 y tiene la particularidad de que sólo se fabricaron un centenar de unidades en este tono gris plata, además con la “V” elaborada en un metal de color dorado.
Fue comprado nuevo en los Estados Unidos por John Collins, un militar norteamericano que en 1957 vino destinado a la embajada de este país en Madrid. Sin dudarlo, el señor Collins se trajo el Cadillac, que fue matriculado el 18 de mayo de 1957.
Es de imaginar la impresión que causaría este vehículo en el tráfico madrileño, que en aquella época estaba formado por coches de preguerra que sobrevivían como podían, más los Renault 4/4 y Seat 1400 que empezaron a fabricarse en 1953.
Junto a ellos, un enjambre de motos y motocarros, personas que se movían en bicicleta, carros tirados por animales equinos, algunos coches de importación y una mayoría de peatones. O sea, un maremágnum en el que el Cadillac parecía de otro mundo.
Después de una estancia en la capital de un par de años, al señor Collins lo trasladaron a la recién construida base naval conjunta de Rota (Cádiz), donde estuvo trabajando hasta 1962.
Mientras tanto, en julio de 1960 dejó de disfrutar de los beneficios fiscales de haber importado su coche en régimen de franquicia diplomática. De todos modos, como tenía ya cinco años, a partir de entonces el importe de los impuestos sería bastante menor.
Antes de ser destinado a otro país en el 62 y al no merecerle la pena llevárselo, su primer dueño vendió este auto a un señor que vivía en Asturias.
Cuando lo compró, el nuevo propietario se encargó de someterlo a una ligera restauración, que volviese a dar brillo a la pintura y a los cromados. Y además, a una puesta a punto y a la sustitución de piezas desgastadas o que ya se habían roto.
Después de aquella cura de rejuvenecimiento, lo disfrutó y se movió con él durante más de tres décadas. Tanto lo apreciaba, que lo mantuvo durante el resto de sus días.
Dado el ambiente que tradicionalmente se vive en Asturias, tan propenso a este tipo de automóviles del otro lado del océano Atlántico, costó poco tiempo encontrar en 1997 a su tercer poseedor, al que hace tres años se lo compró su dueño actual.
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Perfiles de la afición
Fernando de la Hoz es un gran apasionado de nuestra afición en sus diversas vertientes. No sólo le gusta todo vehículo a motor, sea del tipo que sea, sino que también disfruta con los objetos de automobilia y con las indumentarias de épocas pasadas. Además, le encanta promocionar eventos que ayuden a expandir el sector de los vehículos de colección. No en vano, ha estado durante catorce años al frente del equipo organizador de la Feria Internacional del Vehículo Clásico “Ciudad de Oviedo”.
Todos los años, cada mes de octubre se encarga también de llevar aficionados españoles a la feria de vehículos clásicos y antiguos más grande del mundo, organizada por la American Automobile Car Association en Hershey (Pensilvania), desde hace 58 años.
Por si fuese poco, Fernando es autor de dos libros realmente deliciosos, uno dedicado a los orígenes del automovilismo en Asturias y otro una biografía del piloto Julio Gargallo, Campeón de España de rallyes.
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