Desde su concepción en el tablero de diseño cada automóvil tiene un sentido concreto. De esta manera, aunque existen casos realmente loables en materia de versatilidad, lo cierto es que no conviene contradecir a esa misma definición. En base a esto, convertir a la deportividad más exacerbada un modelo pensado por y para el disfrute en calma representa un sinsentido destinado al fracaso.
No obstante, la historia del automovilismo deportivo está llena de imposibles en esta dirección. Uno de ellos el de los escasos Mercedes 190 SLR “Kit Rennen”. Pero vayamos por partes. Así las cosas, lo mejor será situarnos en los Estados Unidos a comienzos de los años cincuenta. Un mercado prometedor para las marcas europeas enfocadas en la deportividad, presentadas allí bajo un cierto halo exótico capaz de seducir a no pocos conductores interesados en los automóviles pequeños y ligeros.
Eso sí, a decir verdad aquellas empresas no conocían bien la realidad estadounidense. Es más, en casos como el de Porsche incluso parecían querer ignorarla. Debido a ello, en la expansión de las mismas más allá del Atlántico los importadores jugaron un papel esencial de cara a informar sobre cuáles serían los mejores productos a ofrecer. De hecho, la historia de Ferrari en América no puede ser contada sin el papel de Luigi Chinetti. Algo que, en el caso de Porsche, BMW y Mercedes, tiene su correlación en la figura de Max Hoffman.
Dotado con un excelente olfato comercial, este empresario radicado en Nueva York no sólo intuyó el hueco que habrían de tener los deportivos europeos en los Estados Unidos, sino que también llegó a plantear la fabricación de modelos específicos. De hecho, a él se debe la creación de los Speedster firmados por Porsche. Versiones ligeras de los 356 perfectas para los pilotos aficionados interesados en una buena relación peso / potencia.
Asimismo, la llegada del Mercedes 300 SL tampoco se entiende sin él. Una operación comercial en la que se llevó a serie el potencial logrado por la casa alemana en Le Mans y la F1 bajo la apariencia de un elegante GT. Sin duda, uno de los más prestacionales y exclusivos para su época. Ahora, desde el punto de vista de las ventas Max Hoffman intuyó cómo este modelo necesitaba de otro capaz de complementarlo en un escalón inferior. Algo así como una versión descafeinada destinada a conductores no muy amigos de la velocidad.
MERCEDES 190 SL, UN DEPORTIVO IMPOSIBLE
Lanzado a la par del 300 SL, el 190 SL llegó al mercado como un modelo con todo estilo de su hermano mayor aunque con mucha menos potencia. De hecho, su motor con cuatro cilindros y 1.9 litros apenas rendía unos 105 CV en las unidades de estricta serie. Es más, a día de hoy los más de los aficionados al mismo coinciden en que su encanto radica mucho más en su estilo que en su desempeño, el cual puede verse comprometido cuando se necesita velocidad en un adelantamiento o potencia en un subida.
No obstante, esto no debe ser visto como una crítica sino como la constatación de su carácter tranquilo para disfrutar de viajes de ocio a cielo abierto. Eso sí, dicho esto la verdad es que no deja de sorprender cómo el propio Max Hoffman vio posibilidades no sólo deportivas, sino incluso competitivas, en el 190 SL. De esta manera, por influencia del mismo los primeros catálogos del modelo presentaban la opción conocida como SLR.
Es decir, una versión en la que se incluían un parabrisas de carreras, puertas aligeradas, arco de seguridad y ciertos ajustes mecánicos en relación a la compresión del motor. Así las cosas, el encantador estilo del 190 SL dejaba atrás su uso placentero por carreteras de costa para abrazar el hollín de los circuitos. Y vaya, lo cierto es que aquella salida por la tangente no gozó de razones para el éxito.
No en vano, desde los problemas de homologación hasta la falta de rendimiento incluso dentro de su propia clase -la de dos litros- todo en el 190 SLR hacia del mismo una opción poco atractiva para los pilotos. Más aún cuando, por un precio similar, estos podían optar a modelos realmente deportivos firmados por Jaguar o Porsche. Llegados a este punto, de aquella versión del 190 SL -con la R por el mencionado “Kit Rennen”– se ofrecieron muy pocas unidades.
Es más, a día de hoy éstas son tan escasas que apenas pueden encontrarse disponibles en el mercado. Un mercado donde, dicho sea de paso, el 190 SL ha experimentado una revalorización espectacular en los últimos años, llegando a precios no correspondidos por su rendimiento o exclusividad. De hecho, la unidad con la que le estamos ilustrando el presente texto siquiera es realmente original, sino una réplica realizada en los años noventa por el especialista en Mercedes Bruce Adams. En fin, un pasaje interesante en la historia de Mercedes y Max Hoffman pero, sobre todo, la constatación de que cuando algo no puede ser, no puede ser.
Fotografías: RM Sotheby’s