Desde su fundación a mediados de los años diez hasta su absorción por parte de Ford en 1970, Ghia fue una de las mejores casas carroceras de Italia. Centrada en vehículos experimentales y de gama alta, en sus talleres se forjaron firmas de renombre como las de Tom Tjaarda o Mario Boano. Autores de carrocerías clave en la historia de FIAT, Ferrari, Abarth o Ford. Además, en contraposición al clasicismo de Pininfarina o el descaro de Zagato, Ghia se distinguió por un una cuidada apertura a la estética llegada desde los Estados Unidos. De esta manera, en los cincuenta ya se había convertido en toda una referencia para la industria de Detroit.
Asimismo, más allá del diseño Ghia era una empresa atractiva para gigantes como Chrysler. Un hecho debido a la calidad de su fabricación artesanal. Algo en lo que destacaba al comparar sus acabados con los exhibidos por las masivas cadenas de montaje de Detroit. Claramente eficaces en todo lo referido a los grandes números. Aunque al mismo tiempo muy deficientes a la hora de pulir las terminaciones de alto nivel requeridas en los segmentos más exclusivos y lujosos del automovilismo estadounidense.
Así las cosas, tras diversos ejercicios de diseño el punto de inflexión vino en 1954 con el Dodge Firearrow II. Comisionado a Ghia por Virgil Exner, este prototipo vino a marcar el inicio de lo que se dio a llamar “la cadena de producción más larga del mundo”. Y es que, no en vano, los chasis viajaban de Estados Unidos a Italia para ser devueltos con la carrocería ya acabada. Debido a esto, los costes de producción se encarecían de una manera más que llamativa. Sin embargo, aquella línea de trabajo contemplaba la producción de piezas únicas a modo de ensayos estilísticos o, directamente, el ensamblaje de modelos de altísimo nivel como las limousines Imperial Crown.
Es decir, por encima de los costos estaba la calidad artesanal en los acabados así como el valioso aporte estilístico dado por las mesas de dibujo italianas. Llegados a este punto, no cabe duda sobre la importante relación establecida entre Ghia y ciertos fabricantes estadounidenses. En primer lugar Ford – con prototipos conceptuales tan osados como el Futura – aunque, especialmente, Chrysler. Empresa en la que Virgil Exner comandaba con ímpetu su departamento de diseño gracias a las bondades del estilo Forward Look. Una de las líneas más influyentes y canónicas en el prolífico automovilismo de los años cincuenta.
Llegados a este punto, Chrysler – bajo cuyo amparo se hallaba Dodge desde los años veinte – estableció una prolífica relación de casi tres lustros con Ghia. Relación en la que encontramos multitud de exquisitos ejercicios de estilo así como algunos modelos comercializados en series cortas. De hecho, la facturación de la casa turinesa a la estadounidense era de tal importancia que bien podría ser considerada una filial en ciertos aspectos. Es más, cuando en 1962 se produjo el cese de Exner como jefe de diseño en Chrysler, Ghia empezó a tener serios problemas económicos. Todo ello para acabar finalmente absorbida por Ford tras haber pasado por las polémicas manos de Ramfis Trujillo y Alejandro de Tomaso.
DE CHRYSLER A LOS DUAL-GHIA, LA ALTA GAMA TRANSATLÁNTICA
La relación de Chrysler con Ghia se puede rastrear desde 1950. Un año en el que la casa italiana ya había recompuesto sus talleres tras la destrucción de los mismos durante la Segunda Guerra Mundial, al tiempo que el gigante americano buscaba líneas frescas para sus modelos familiares de gama media y alta. Fruto de ello fue el prototipo XX-500 de 1950. Un sobrio y estiloso “fastback” basado en el Plymouth P20. A partir de aquí, Luigi Segre y Mario Boano – máximos responsables de Ghia en el momento – se convirtieron en un baluarte a tener en cuenta para la renovación de las gamas en Chrysler.
Y es que, aunque técnicamente ésta estaba al nivel de Ford, la empresa de Dearborn andaba lanzando vehículos visualmente tan atractivos como el Thunderbird de 1955. Por ello, en Chrysler Exner se ejercitó a fondo ideando líneas rompedoras y futuristas con las que tomar la delantera. Fruto de ello fue el Norseman. Un osado prototipo perdido en el naufragio del barco que lo llevaba desde Italia, caracterizado por el increíble voladizo de su amplio techo carente de pilares A. Sólo uno más en la larga lista de creaciones donde se incluye el primero de los tres modelos que Bonhams subastará a finales de este mes de enero en Scottsdale. Hablamos del Chyrsler Ghia GS-1 Coupé presentado en 1953.
Un vehículo que, contra lo que se pudiera pensar, fue fabricado en serie. Eso sí, con una tirada de tan sólo 9 unidades. Algo quizás extraño. Aunque comprensible desde los esfuerzos realizados por la marca de cara a introducirse, poco a poco, en los segmentos más exclusivos del automovilismo estadounidense. Para ello, las tiradas limitadas y la originalidad se entremezclaban con los acabados artesanales de cara a ofrecer verdaderas piezas de colección. Todo ello con la propulsión del V8 Fire-Power afinado aquí a 200CV en 4.400 revoluciones por minuto. Sin duda, un motor para ir sobrado de potencia desde muy bajas vueltas. Gestionado por una transmisión semiautomática de cuatro velocidades en las primeras unidades aunque, en ésta de 1954, se incorpora una totalmente automática.
Llegados a este punto, hay algo en lo que debemos reparar. Y es que, más allá de los ejercicios teóricos en el campo del estilo, todas y cada una de las creaciones elaboradas por Ghia junto a Chrysler no sólo eran totalmente operativas, sino también creíbles para su llegada a serie. Desgraciadamente, algunas quedaron como piezas únicas mientras que las más afortunadas sólo llegaron a series cortas. Un hecho entendible desde el alto costo de producción representado por aquella colaboración transatlántica. Además, al tiempo Chrysler tampoco se decidía a tomar un prototipo por bandera apostando el todo por el todo con el mismo.
De esta manera, en círculos cercanos a Chrysler corría una cierta desazón. No en vano, cada vez eran más los que pensaban que a estos trabajos se les podría sacar más rédito comercial. Así las cosas, en 1956 Gene Casaroll fundó Dual-Ghia. Una empresa tan efímera como curiosa en sus pretensiones. Llevando a serie algunos prototipos desechados por Chrysler contando con la indiferencia de la misma y el claro apoyo de Ghia. Puestos en esta tesitura, Dual-Ghia apareció con fuerza gracias a presentar modelos como el L6.4.
Un espectacular modelo con mecánica Wedge V8 Chrysler que, tras el cierre de la empresa en 1958, fue fabricado y vendido en solitario por Ghia hasta comienzos de la década siguiente. Es más, una de las tres unidades del lote de modelos Chrsyler Ghia es, precisamente, una de ellas. Fabricada en 1962 y ajustada en 335CV a 4.600 revoluciones por minuto con la alimentación de cuatro generosos carburadores. Por cierto, es una de las tan sólo 17 unidades supervivientes de las 26 fabricadas originalmente.
Además, la gestión de ventas ejercida por Dual-Ghia era tan sorprendente como sus vehículos. No en vano, el propio Casaroll revisaba personalmente las peticiones. Dando el sí o el no en base a criterios personales que, mientras entregaban una respuesta positiva a Frank Sinatra, la otorgaban en negativo a amigos de él como el actor y cantante Dean Martin. Todo ello con el objetivo de hacer de los Dual-Ghia el mayor objeto de deseo automovilístico en los Estados Unidos.
Con todo esto, la marca de Casaroll intentó llevar a serie el espectacular Super Dart 400 de 1957. Posiblemente la pieza más llamativa de entre los tres Chrysler Ghia a subastar por Bonhams este enero en Scottsdale. Basado en un 300 C de ese mismo año, su motor fue ajustado en la sorprendente cifra de 400CV. Si a eso se le suma su seductor diseño dominado por la moldura lateral creciente hasta ser rematada en sus llamativas aletas, tenemos uno de los automóviles conceptuales más llamativos de los años cincuenta. De hecho, seguramente una buena parte de la afición estaría dispuesta a calificarlo como el más seductor de entre todos los salidos de “la cadena de producción más larga del mundo”.
Fotografías: Bonhams
P.D Estas unidades vienen de la importante e icónica colección Ramshead. La cual ofrece en Scottsdale diez unidades más