Chrysler Ghia Protipo
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Chrysler Gilda Streamline, los tiempos futuristas del motor a turbina

A pesar de su aspecto el Chrysler Gilda Streamline se diseñó en Italia; algo que nos abre la puerta a una interesante historia.

Cuando hablamos de estilo automovilístico Ghia se presenta a mediados del siglo XX como la responsable de conectar la artesanía italiana con los conceptos estéticos más avanzados de entre todo lo creado al otro lado del Atlántico.

Así las cosas, analizar su historial de creaciones -muy unidas a los intereses de Chrysler como bien sabemos en España gracias a la historia de las unidades Imperial ensambladas por Barreiros tras el colapso sobrevenido de Ghia- es tanto como entrar en una panoplia de diseños donde uno ya no sabe quién influyó a quién.

Y es que, aun siendo obvio cómo Virgil Exner destacó entre los diseñadores americanos del momento alumbrando todo un nuevo estilo, lo cierto es que desde Turín Giovanni Savonuzzi no le iba demasiado a la cola ni en inventiva ni en la puridad de los tiempos de trabajo.

Chrysler Ghia Streamline

En fin, una de esas historias “de ida y vuelta” en la cual bien merece la pena entrar poco a poco ya que, además de todo lo relacionado con las carrocerías, bajo las mismas se esconde el ansia por trascender no sólo en lo estético sino también en la mecánica; prueba de ello son los experimentos dados con el motor de turbina. Sin duda la prueba de cómo durante los años cincuenta la fiebre espacial contagió claramente al automovilismo estadounidense -y un poco también al italiano-.

FOWARD LOOK, EL ESTILO QUE HABRÍA DE MARCAR UNA ÉPOCA

Virgil Exner es uno de los nombres clave para cualquier persona aficionada al automovilismo estadounidense; no en vano se trata de uno de sus mayores diseñadores, responsable de crear a mediados de los años cincuenta el estilo conocido como Foward Look desde su puesto en el departamento de diseño en Chrysler.

Influenciado por el impulso futurista de la carrera espacial -la cual tiñó de cromados y líneas extravagantes a todo el diseño industrial de la época desde los automóviles hasta los frigoríficos-, éste insistía en la aplicación de una amplia y vistosa gama cromática sobre la base de unos volúmenes rematados con unas aletas traseras cada vez más ostentosas en extensión y altura.

Llegados a este punto, de cara a 1955 Chrysler revistió así a todas sus gamas de Plymouth, Dodge, Imperial o De Soto cosechando así un inmediato éxito comercial. Es más, al momento toda la industria estadounidense quiso imitar aquellas líneas, convirtiendo a lo esbozado por los lápices de Virgil Exner en el estilo más canónico para la época dorada del automovilismo en los Estados Unidos.

GHIA ENTRA EN ESCENA

El peso de la industria automovilística en Estados Unidos e Italia ha sido -y es- incuestionable. Sin embargo, poniendo nuestra lupa en los tiempos posteriores a la Segunda Guerra Mundial veremos cómo sus métodos de trabajo resultaban bien distintos.

Y es que, mientras en América los fabricantes radicados en Detroit se movían en el ámbito de las grandes cifras, una gran parte de los italianos seguían instalados en paradigmas cuasi artesanales. Es más, aunque la Fiat había copiado con mucho éxito las lecciones dadas por Henry Ford en relación a la producción en serie, lo cierto es que tanto Lancia como Alfa Romeo siguieron con métodos prácticamente artesanales en sus cadenas de montaje hasta 1950.

No obstante todo aquello tenía un lado positivo: la abundancia de técnicos y talleres auxiliares capaces de entregar unos acabados muchísimo más depurados y exquisitos que los vistos en las tecnificadas y deshumanizadas líneas de ensamblaje norteamericanas.

En suma, mientras la popularización del automovilismo de masas iba dejando a un lado -por evidentes razones contables- a la artesanía, el ámbito relativo a la alta gama en los Estados Unidos veía con muy buenos ojos la posibilidad de contar con la calidad inherente a los talleres italianos a la hora de montar sus mejores unidades; hecho éste muy bien visto por Virgil Exner, quien desde muy temprano construyó unas fluidas relaciones con la carrocera turinesa Ghia.

SAVONUZZI Y EXNER, UN DÚO CREATIVO

Cuando hablamos del estilo Foward Look resulta innegable la autoría de Virgil Exner. No obstante, resulta interesante comprobar cómo el director técnico de Ghia Giovanni Savonuzzi ya venía desplegando un estilo muy similar desde 1953. Prueba de ello son el Fiat 8V Supersonic de 1953, el Jaguar XK120 -también Supersonic- del año siguiente o el llamativo cazarrécords Moto Guzzi Nibbio 2 de 1956.

Una buena muestra de diseños con toque futurista que, dicho sea de paso, contaban con excelentes estudios aerodinámicos gracias a su desarrollo en el túnel de viento del Instituto Politécnico de Milán.

Es más, si nos remontamos al inicio de la trayectoria firmada por Savonuzzi encontraremos a los Cisitalia 202; los cuales, tanto en versión abierta como cerrada, despliegan unas llamativas aletas traseras capaces de preconizar lo que Virgil Exner haría años después en América.

Chrysler Ghia Stream

Así las cosas, resulta apasionante comprobar con detalle las cronologías del italiano y el estadounidense pues, aunque obviamente fue Virgil Exner el creador de todos un estilo, no deja de ser curioso ver cómo Giovanni Savonuzzi corría parejo al mismo e incluso en algunos momentos parecía haberlo adelantado en cuestiones relativas al calendario.

CHRYSLER GILDA STREAMLINE, GHIA SE PONE A LA ALTURA DE LOS TIEMPOS

Tal y como hemos mencionado anteriormente la carrera espacial influyó decisivamente a la sociedad estadounidense de los años cincuenta. Algo bien visto en el automovilismo, donde ésta no sólo se dejó notar en la estética sino también en la mecánica, apareciendo cada vez más intentos de aplicar la tecnología de motores aeronáuticos con turbina a los vehículos terrestres fabricados en gran serie.

De esta manera fue Chrysler la responsable de iniciar todo un programa de desarrollo en torno a la idea mientras que al otro lado del Atlántico Giovanni Savonuzzi se fijaba en ella hasta el punto de crear para la casa estadounidense un ejercicio de estilo concebido para la aplicación de una turbina.

Hablamos del Chrysler Gilde Streamline de 1955, el cual aúna con una particular maestría tanto las lecciones dadas por Virgil Exner como el “espíritu de los tiempos” marcado por la carrera espacial. Prueba de ello es su increíble línea afilada y aerodinámica similar a la de un cohete, con detalles tan avanzados como los faros escamoteables, unas llantas dignas del Gandini ochentero más futurista o una zaga atrevida incluso para las creaciones más experimentales de Exner o Loewy.

EPÍLOGO, DE TURBINAS Y EMPLEOS EN LOS ESTADOS UNIDOS

Siendo la estadounidense una sociedad prontamente volcada al espectáculo de masas resultaba del todo normal la creación de modelos diseñados por y para llamar la atención por parte de casi cualquier fabricante. De esta manera, el objetivo del Chrysler Gilda Streamline tuvo como objetivo ser el protagonista de la presentación relativa a los motores de turbina.

Desgraciadamente aquello no ocurrió pues en el momento no se incorporó uno de ellos debido a que aún no estaban listos en Chrysler para aquel año 1955. Sin embargo la estela dejada por este proyecto futurista remarcó el interés técnico de la casa estadounidense en aquellas nuevas motorizaciones, del cual se benefició Giovanni Savonuzzi trabajando desde 1957 hasta 1969 para el departamento de turbinas creado por la misma.

En este sentido, la culminación de todo aquello fue la presentación en 1963 del Chrysler Turbine. Proyecto en el cual participó de forma decisiva el italiano -quien además de estilista también desplegó una enorme actividad como ingeniero en la parte puramente mecánica- y que, a día de hoy, sigue representando una de las mayores audacias en la historia del automovilismo estadounidense al ser el único automóvil con turbina fabricado en serie.

P.D Sobre el Chrysler Turbine puede leer en esta misma cabecera nuestro artículo publicado a comienzos de este mismo año.

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Escrito por Miguel Sánchez

A través de las noticias de La Escudería, viajaremos por las sinuosas carreteras de Maranello escuchando el rugido de los V12 italianos; recorreremos la Ruta66 en busca de la potencia de los grandes motores americanos; nos perderemos por las estrechas sendas inglesas rastreando la elegancia de sus deportivos; apuraremos la frenada en las curvas del Rally de Montecarlo e, incluso, nos llenaremos de polvo en algún garaje rescatando joyas perdidas.

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