[su_dropcap]S[/su_dropcap]e cumplen ahora 40 años del lanzamiento de uno de los modelos más impresionantes de Citroën. Presentado a la prensa especializada en el verano de 1974, no sería hasta principios del otoño cuando se inició la comercialización del que tendría que ser el sustituto del coche más carismático de la Citroën y al mismo tiempo uno de los automóviles más fascinantes de todos los tiempos: el DS.
Una tarea complicada, teniendo en cuenta que el modelo a suceder estaba considerado mundialmente ni más ni menos que como «La DioSa» (recordemos que voiture, coche en francés, es femenino).
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– ¿Es posible combinar, de forma armoniosa y equilibrada, las sucesivas innovaciones técnicas introducidas en el automóvil por un fabricante?
– ¿Es posible armonizar vanguardia y sentido común en un modelo diseñado por y para sus futuros usuarios, y cuyos componentes hayan sido intensamente probados como garantía de fiabilidad y facilidad de mantenimiento?
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– ¿Es posible diseñar, fabricar y vender un coche que sea elegante, espacioso y potente, y que gracias a la eficiencia de su aerodinámica y a la precisión con la que su mecanismo de alimentación pueda ajustarse, se convierta en la estrella de un mercado extremadamente marcado por el ahorro energético?
– ¿Es posible producir en serie un vehículo en el que la seguridad activa y pasiva se tengan tan en cuenta que alcance al menos los mismos resultados que los mejores prototipos experimentales?
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Para esas cuatro preguntas que parecen recién formuladas por la obsesión actual en materia de consumo eficiente y seguridad en los automóviles, Citroën ya tenía la respuesta en el verano de 1974, con dos letras: CX. De este modo, se preparó hace justo ahora 40 años la campaña de lanzamiento de nuestro protagonista.
Una crisis energética mundial
Nos remontamos pues a 1974, en medio de una crisis energética mundial que hacía replantearse a los fabricantes el diseño de los coches buscando el ahorro de combustible, y dando lugar a autos cada vez más pequeños y económicos. Para Citroën, el verano de aquel año estuvo marcado por dos grandes acontecimientos. Uno fue el anuncio, el 24 de junio, de una fusión entre Automobiles Peugeot y Automobiles Citroën, que mantendrían dos redes independientes entre sí, y que ayudaría a reforzar la posición de ambas marcas en el mercado.
En julio, Peugeot y Michelin formaron SONEDIA (Société Nouvelle pour l’Étude et le Développement de l’Industrie Automobile), cuyo propósito era preparar los caminos y los medios para juntar ambas compañías. El otro gran acontecimiento fue el lanzamiento, el 26 de agosto, del nuevo CX, en principio con sólo dos versiones: 2000 y 2200.
Probado por más de 400 especialistas de la prensa europea del motor durante el verano de aquel 1974, el CX se presentaba al público en otoño. Como curiosidad, aquel año la producción conjunta de Peugeot y Citroën alcanzó un total de 1.517.435 vehículos, logrando así el tercer lugar de la producción europea por detrás de Volkswagen y FIAT, pero por delante de Renault.
El símbolo de la aerodinámica
“CX” era el símbolo con el que en Francia por aquella época (ahora ya se utiliza a nivel mundial) se expresaba el coeficiente de penetración en el aire de un cuerpo en movimiento; es decir, el coeficiente aerodinámico. No es casualidad que Citroën tomara ese nombre, ya que el CX se convirtió en el coche más aerodinámico fabricado en serie en ese momento, mejorando en un 11% el coeficiente de la superficie frontal del que hasta entonces había sido el referente mundial en la materia, y que también era un Citroën: el DS.
La aerodinámica también estaba asociada al ahorro de combustible, por lo que la premisa de lanzamiento en medio del contexto socioeconómico del momento encajaba perfectamente: El mercado demandaba un coche económico en consumo y mantenimiento. De este modo, se tuvieron en cuenta una completa relación de necesidades de los clientes, las indicaciones del servicio post-venta y las investigaciones y avances del departamento de diseño.
Los modelo iniciales
CX 2000, CX 2000 “Économique” (ambos de 1985 cc), y CX 2200 (de 2175 cc) fueron los tres modelos iniciales comercializados en Francia, que venían a completar la gama Citroën que permanecía invariable e incluía todavía los modelos “D” o “Tiburón”. Enseguida se convirtieron allí en coches de gran difusión, por alcanzar los niveles de seguridad, robustez, economía y comodidad que los usuarios más exigentes demandaban a un coche moderno.
Aparte de sus buenas prestaciones, el consumo era relativamente bajo. A 90 km/h, el CX 2200, el más potente, no pasaba de los 7,8 litros de gasolina a los 100 Km con dos ocupantes y sus respectivos equipajes. También se lanzó una versión económica del CX 2000 para los clientes más preocupados por el consumo, que se diferenciaba de la versión normal en la caja de cambios y las relaciones de las marchas, más largas.
Un compendio revolucionario
Los sistemas técnicos del CX, ya largamente probados en modelos anteriores de Citroën y considerados revolucionarios en los momentos de sus respectivas implantaciones, demostraban ser mucho más fiables en comparación con las soluciones consideradas clásicas por otros fabricantes: la tracción delantera (ya con 40 años de experiencia), la suspensión “hydroneumática” (20 años) y los frenos de disco asistidos (20 años), por citar algunos ejemplos.
El motor se había desarrollado a partir del que equipaba al DS, famoso por su robustez y duración excepcionales, avalado en aquel entonces por las victorias en el mundial de Rallies del australiano Welinski a los mandos de un DS 23 en mayo de 1974 y tras recorrer 17.500 km a través de Europa y las pistas de África y Oriente Medio.
La suspensión “hydroneumática” del CX ya se había probado en más de dos millones de vehículos, permitiendo al coche mantener una altura constante independientemente de la carga y tener una alto grado de comodidad y estabilidad. Aparte, la seguridad de este sistema y su economía son mayores que las de la suspensión completamente metálica.
El sistema de frenos que equipa al CX ya lo usaba Citroën desde 1955: frenos de disco asistidos con doble circuito independiente, equipados con limitador de frenada en función de la carga. Su control “hydráulico” de alta presión y el corto recorrido del pedal reducen el tiempo de respuesta. Los discos delanteros son ventilados, para un enfriamiento más eficaz.
La dirección, de cremallera, es precisa y en su día sorprendéntemente suave para tratarse de un coche de tracción delantera. En opción podía ser asistida, con un sistema de servo retorno similar al del Citroën SM, en el que la asistencia varía inversamente con la velocidad, aunque se adaptó al CX por su distinto número de vueltas de volante de tope a tope (2,5 en vez de 2 en el SM) y sus distintas prestaciones.
El diseño del coche se realizó con el propósito de reducir el mantenimiento y las reparaciones. El acceso a los principales órganos mecánicos es de lo más sencillo, y un sistema de autodiagnosis de serie permite comprobaciones y reglajes rápidos.
*Foto de cabecera: Jaime Sáinz de la Maza
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