Hace unos días conmemoramos el 60 aniversario del Citroën Ami 6. Como la propia directiva de la marca anunciaba éste es el “punto intermedio entre el DS y el 2CV”; un coche que, con los años, se ha convertido en un clásico popular muy querido por la afición. No obstante, a partir de él podemos ver varias evoluciones. Sin duda la más famosa es la Ami 8, pero son pocos los que conocen la existencia de un modelo experimental del que se llegaron a ensamblar 267 unidades. Hablamos del Citroën M35.
Buen exponente del afán innovador de la marca del chevrón, el Citroën M35 cuenta con un sólo cilindro. Pero atención, que nadie piense en el Benz Motorwagen de 1886 con su motor monocilíndrico y menos de un caballo de potencia. Aunque una cosa sí comparten: el ingenio inventivo alemán. Y es que se trata de un motor rotativo, justo el tipo de propulsor ideado por el germano Félix Wankel, posteriormente tan profusamente aprovechado por Mazda tanto en sus coches de calle como de competición.
De funcionamiento suave y progresivo, pero también delicado especialmente en materia de lubricación y desgaste de la cámara de combustión, el motor rotativo encontró poca difusión en Europa. De hecho, aunque marcas como Mercedes coquetearon con la idea de llevarlo a serie tras probarlo en prototipos como el C111, lo cierto es que la única muestra masiva de coche europeo con motor de este tipo es el Citroën M35. Una creación en la que vemos los ecos del Ami 6 pero que, por diversos problemas, llegó a las carreteras pero no a la producción en serie.
CITROËN M35. PRODUCTO DE UN CONSORCIO CON NSU
Citroën es una de las marcas con más personalidad dentro del automovilismo europeo. Una afirmación que a muchos les puede chirriar de primeras, pero que se confirma con tan sólo echar una ojeada a su extensa trayectoria. Una historia donde modelos como el Traction Avant o el DS han introducido mejoras luego aplicadas por el resto de fabricantes. Algo así como lo que Lancia hizo durante décadas, pero a la francesa. Es por ello que realmente no puede asombrar la aparición en 1969 del Citroën M35. Porque bueno, al fin y al cabo estamos hablando de una marca con gusto por la experimentación.
Y es que pensar en la fabricación en serie de automóviles con motor rotativo era una verdadera experimentación. Un reto para los ingenieros de Citroën, los cuales contaron para este fin con la empresa COMOTOR a partir de 1967. Un consorcio participado con la alemana NSU, empresa fundada en 1873 y que en aquel momento tenía en nómina al propio Félix Wankel. Así las cosas, la idea era aplicar en un modelo de gama media el motor Wankel, sustituyendo a los de dos cilindros opuestos definitorios de vehículos como el Ami 6.
Una idea interesante, especialmente por la ligereza y potencia de estos motores rotativos. De hecho, en el caso del Citroën M35 se llegó a una potencia de 45CV. Aproximadamente el doble de lo ofrecido por el bóxer original, contando además con la ausencia de vibraciones mecánicas típica de los suaves motores Wankel. Un punto a favor de este prototipo, más aún si tenemos en cuenta que éste fue el Citroën más pequeño en contar con suspensiones hidroneumáticas. En suma, una verdadera alfombra voladora que, sin embargo, acabó estrellada tras dos años de producción y pruebas en las que participaron los propios clientes de la marca.
CITROËN M35. PROBADO POR LOS PROPIOS CLIENTES
En el mundo de la conducción siempre se recuerdan los nombres de los grandes pilotos. Sin embargo, pocos son los que recuerdan a probadores absolutamente necesarios para el desarrollo de modelos que emocionaron desde el primer vistazo. Por ejemplo, gracias a Norman Lewis se pudieron afinar los Jaguar XK140 o E-Type. Mientras que en Lamborghini resulta imposible entender la puesta a punto de muchos modelos sin conocer la labor de Valentino Balboni. Una labor que, en el caso del Citroën M35, es mucho más coral de lo previsto. Y es que, lejos de probarse por pilotos de la marca, nuestro protagonista se cedía a clientes preferentes para hacer con ellos un estudio estadístico sobre el comportamiento del modelo.
Llegados a este punto, la marca cedía el coche al usuario a cambio de información constante sobre su uso en el día a día. Un método de prueba experimental, el cual preveía hasta 500 unidades de preserie con las que hacer el rodaje de lo que, finalmente, sería el modelo definitivo para concesionarios. A pesar de lo primerizo de todo esto, los resultados fluyeron. De hecho, los reportes coincidían en la suavidad de marcha y la velocidad. Eso sí, contando con altos consumos tanto de gasolina como de aceite. Algo a lo que se añadía la dificultad de reparar estos motores tan desconocidos para los mecánicos comunes.
Así las cosas, en 1971 se decidió dar carpetazo al proyecto del Citroën M35. Mala noticia para sus propietarios, los cuales podían cambiarlo por otro de la gama en caso de no querer acarrear el problema de quedarse con un coche del cual, explícitamente, Citroën anunció la no fabricación de repuesto alguno. Situados entre la espada y la pared, tan sólo unos 20 conductores optaron por quedarse con el modelo, llegando así al desguace casi todas las unidades de este prototipo. Una muestra de la innovación de Citroën, tributaria del Ami 6 del cual estamos celebrando sesenta años.
Fotografías: Citroën Origins